Allá por los comienzos de la década del 70 del siglo pasado, el deporte de las raquetas no era super-profesional como ahora, aunque con un buen ránking internacional se podía vivir del tenis.
Guillermo Vilas había hecho una carrera promisoria en juveniles. En 1968, a sus 16 años, fue campeón en singles del Orange Bowl en Miami -algo así como un mundial junior-, venciendo en semifinales a Jimmy Connors y en la final al mexicano Emilio Montaño (el año anterior obtuvo ese título, pero en dobles). Asimismo fue alternando en mayores, obteniendo el torneo de la Bandera en Rosario.
Su confianza de hacer historia en el deporte blanco la fue adquiriendo paulatinamente desde sus comienzos a los once años en el Náutico Mar del Plata de la mano del profesor Felipe Locicero. Es un sueño que muchos tienen desde chicos, pero para Willy pasó a ser una obsesión.
Mientras cursaba el bachillerato en Mar del Plata (en el Instituto Peralta Ramos), los viernes tomaba el micro para viajar a la Capital Federal, jugar para el Buenos Aires Lawn Tennis (BALTC) -club al que empezó a representar- y regresar el domingo, hasta que se instaló definitivamente en Capital Federal.


En 1970, con solo 17 aniversarios, Vilas fue designado por primera vez titular del equipo argentino de Copa Davis para jugar frente a Chile en el BALTC; su debut fue auspicioso; pese a caer con Patricio Cornejo en cinco sets (tras estar 6-3, 6-0 y 3-0 arriba), el último día le ganó a Jaime Fillol en cuatro parciales. En esa temporada hizo su primera gira internacional siendo de la partida en Wimbledon y de un par de campeonatos en Estados Unidos.

El ascenso de Guillermo era notable y su nombre se instalaba en el aún reducido ambiente del tenis, pero sus padres aspiraban a que tenga también una profesión, podríamos decir tradicional, sobre todo su padre José «Roque» Vilas, destacado escribano, presidente del Náutico y quien había traído a Locicero como formador de los chicos y jóvenes del club ubicado al lado del puerto marplatense. (1)
Seguramente, bajo el influjo de su progenitor, Willy se inscribió en la Facultad de Derecho de la UBA.
Por entonces vivía en una pensión universitaria (en la calle Zavalía 2048, Belgrano) junto a tres amigos, entre libros y raquetas pasaban esos días. Por la mañana estudiaba y a la tarde tomaba el tren Mitre hasta la estación Lisandro de la Torre -en las adyacencias del Buenos Aires para entrenar en el club de Palermo. El padre le enviaba 10.000 pesos por mes con los que se las tenía que arreglar, el tenis todavía le dejaba pocos ingresos, como 500 dolares que recibió por jugar un torneo menor en Santos, Brasil (2).
Momentos críticos
Promediando marzo de 1971, Vilas estaba en Mar del Plata preparando sus cosas para iniciar el curso preuniversitario de abogacía cuando fue citado nuevamente para jugar la Davis, esta vez contra Uruguay en el club Carrasco de Montevideo. Allí ocurrió un curioso episodio; el jugador abordó el tren desde Mar del Plata hacia el Aeroparque metropolitano, pero cuando llegó vio el turbohélice en el que iban a viajar, se asustó y se fue a tomar el barco para llegar sobre la hora al compromiso. Ello disgustó al capitán Oscar Furlong, pero comprendió la reacción de Guillermo.
Distinto sería al mes siguiente. La Argentina debía disputar frente a Chile las semifinales de la Zona Americana, Furlong dispuso que diez días antes se disputara una especie de certamen de entrenamiento en el club YPF, pero Vilas se negó a participar («estaba por radicarme en Buenos Aires para continuar con los estudios en la Facultad y decidí regresar a Mar del Plata a buscar ropa, libros y mis certificados de estudios», fue su argumento) y propuso sumarse el fin de semana anterior al match ante los trasandinos; mas el capitán no contempló la situación y lo excluyó del equipo.
Pronto GV se arrepentiría, le pediría disculpas al capitán y a Horacio Billoch Caride (por entonces presidente de la Asociación Argentina de Tenis).
Sin duda, el personaje central de esta nota atravesaba una crisis emocional. Pocos días después el periodista Horacio Pagani (más conocido como cronista de fútbol, boxeo, y luego como showman televisivo) escribía para la revista El Gráfico un artículo sobre el tema en el que sobre el cierre le preguntaba a Vilas:
–¿Cuál es tu vocación, realmente, el tenis o la abogacía?
-Son dos cosas distintas. Pienso seguir jugando al tenis con toda mi dedicación. Estoy haciendo lo posible para llegar a los 25 años preparado para ser campeón. Incluso pienso hacerme profesional. Pero sé, también, que la vigencia del campeón dura apenas cinco años. Y la vida no termina a los 30…El tenis me dejó los mejores amigos y lo llevo en la sangre, pero también siento vocación para la abogacía y voy a recibirme. El tiempo me alcanza perfectamente para hacer las dos cosas. O acaso Enrique Morea no fue un fuera de serie y se recibió de ingeniero agrónomo. Y Frazer es médico…en fin, los ejemplos sobran…Yo terminé el colegio secundario con 8,50 de promedio y nunca dejé de entrenarme… Por eso me duele que alguien piense que no tengo responsabilidad. Sé que se dijeron muchas cosas de este problema, pero a mí me interesa la opinión de mis amigos. Y ellos me dieron la razón.
Guillermo Vilas está apenado -concluía Pagani- pero sabe que a los 18 años todo se mira con optimismo…Aunque le posterguen la mayor ilusión.

Tenísticamente el año 71 fue positivo, ganó varios torneos locales (Ferro, Belgrano Athletic y el Abierto del Sur de la República).
En el invierno de esa temporada tenía que rendir Derecho Político. Según confió en su autobiografía, mientras esperaba observando la mesa de examen se desencantó con una pregunta que consideró disparatada sobre el autor de El Contrato Social. Jean Jacques Rousseau, y se cuestionó que pasaría si le preguntaran de ese modo. «Por un momento me imaginé dando durante seis años todas las disciplinas hasta llegar a ser abogado o escribano, pero en centésimas de segundo comprendí que el precio iba a ser demasiado alto. Me levanté y abandoné la sala…» (3).
Pronto diría: «No tengo urgencia de recibirme y al tenis no se puede jugar toda la vida» (4). Y le anunció al padre que en 1972 iría a hacer una gira a Europa junto a Ricardo Cano, y a la vuelta se dedicaría full time al tenis.
La reacción de su padre no fue la mejor: «Es una vida demasiado fácil. No vuelvas a casa», le dijo Roque, aunque al poco tiempo se le iría el enojo y comprendería la decisión.
Ante la respuesta de su papá, Guillermo busco alianza con su madre, Maruxa, y concurrió con ella al cine a ver Easy Reader (en Argentina traducida como Busco mi destino), una road movie con Peter Fonda y Jack Nicholson sobre tres motociclistas que recorren Norteamérica chocando con el universo que los rodea. No es que se identificara con los personajes, ni con la historia, sino con la sensación del libertad. Y usaría el espíritu del film como «tajada» para convencerla del nuevo rumbo que tomaría.
– Mi vida está en el mundo siendo libre, haciendo solamente lo que me gusta, en el lugar que quiera y siendo feliz, recordaba Guillermo que le dijo a su mamá..
-Lo que pasa es que a vos Buenos Aires te cambió», le respondió ella-. Le dije a tu padre que era peligroso dejarte solo acá…(5); pero ante la determinación de su hijo, se resignó.
No pasaría demasiado tiempo para que ambos se sientan orgullosos.


Algunas piedras y muchas rosas en el camino
En el 72, de entrada, Willy comprendió que las cosas no serían simples. En su primer partido en Roma cayó ante el chileno Jaime Pinto Bravo por 6-0, 6-1; pero no cejó en su empeño. Tuvo varios traspiés, pero de a poco fue cosechando victorias. En Roland Garros ganó a un buen jugador de entonces, Bob Hewitt, y alcanzó la final de Cincinnati en la que cedió ante Jimmy Connors y la del Abierto de la República, torneo internacional que se jugaba en el BALTC y que al año siguiente sería su primer título ATP, superando en la final a Bjorn Borg (quien iba con ventaja pero se lesionó e un tobillo). Ya Guillermo Vilas era el zurdo de pelo largo, a punto de convertirse en el ídolo de la vincha y la muñequera, que iba a transformar para siempre el tenis argentino.


Y en 1974 seria el de la explosión, siendo su punto máximo la obtención del torneo de Maestros en Australia, primer gran jalón para convertirse el mejor tenista argentino de todos los tiempos.
Pero esa es otra historia.
C.R
(1) Tal lo comentado en un artículo anterior, en los helados amaneceres marplatenses Felipe le contagió a Guillermo el amor por el tenis; y de la mano de un libro de Bill Tilden y horas de práctica, le enseñó los tiros con efectos que revolucionaron el tenis moderno.
(2) Datos mencionados en la autobiografía de GV Quien soy y Como Juego, editada por Lucho Hernández y publicada por El Gráfico. Allí está también contada su infancia (con su hermana Marcela) y la carrera deportiva hasta el año 1976.
(3)- El relato corresponde al libro citado en la llamada anterior.
(4)- Cita tomada de Historia del Tenis Argentino»(Eduardo Puppo- Roberto Andersen, Tomo I que dedica un enorme capítulo a la trayectoria y biografía de Gullermo Vilas.
(5) Idem 2 y 3.

