Kissinger: La política internacional de los fines, sin reparar en medios. Los consejos que dejó para ser un gobernante eficaz

Un racconto sobre Henry Kissinger, personaje ponderado por algunos, odiado por otros; reconocido por los especialistas como máximo exponente del realismo en política internacional. Los consejos de quien fuera secretario de Estado de Richard Nixon, reproducidos en un paper de Juan Carlos De Pablo, y que -señaló el economista- podría tomar en cuenta el electo presidente argentino, Javier Milei.

«El artífice de la política es un hombre en la cuerda floja, solamente avanzando se puede evitar una caída precipitada», es una de sus prescripciones sobre el técnico devenido en gobernante.

Máximo exponente de la real politik, Henry Kissinger fue uno de los estrategas más importantes durante los años de la Guerra Fría.

«Pocos diplomáticos han sido tan celebrados y vilipendiados como Kissinger», destacó David Sanger en un extenso artículo para The New York Times sobre el secretario de Estado más poderoso de la posguerra, quien falleció el 29 de noviembre en Connecticut, a la edad de 100 años.

Sus referentes históricos en el manejo de las relaciones internacionales, fueron dos figuras ubicadas en los extremos del siglo XIX: Klemens Von Metternich, canciller autrohúngaro que impuso el equiibrio en Europa tras la derrota de Napoleón. “Prefería la maniobra sutil al ataque frontal”, lo citaba Kissinger; y el líder conservador Otto Bismarck, con su relativismo democrático que pregonaba la unificación y la seguridad de Alemania.

En el vértice de su legado, como ex secretario de Estado de Nixon, Kissinger fue el «cerebro» de aquel acuerdo entre EEUU y la China de Mao Tse Tung, con el objetivo de evitar el predominio en el ajedrez mundial de la Unión Soviética. Fue una jugada maestra en el mapa internacional ya que el país de Oriente era una dictadura férrea, (casi o más que la de Nikita Jruschov en la URSS), con el objetivo de neutralizar las fuerzas; y tal vez también la pista de despegue de la China potencia que impulsaron los sucesores de Mao que volcarían al gigante asiático hacia el capitalismo, algo por entonces imprevisible.

El objetivo de Kissinger pasaba por impedir que se desate una guerra total entre las potencias ante la proliferación de las armas nucleares.

Kissinger también mucho tuvo que ver con los acuerdos entre Israel y los países árabes tras la Guerra de Yom Kippur, cuando también logró compensar la alianza norteamericana con el país conducido entonces por Golda Meir, con la necesidad de EEUU de no perder el acceso al suministro de petróleo.

Henry Kissinger, una personalidad que marcó la historia de la diplomacia en  el último siglo - DefOnline

Esos logros que evidenciaron la habilidad del personaje central de esta nota, tuvieron su contracara, por ejemplo en como se cerró la guerra en Vietnam, que si bien le valió a Kissinger obtener el premio Nobel de la Paz, concluyó con una retirada humillante dejando a Vietnam del Sur a merced de sus enemigos del Norte.

Años antes, en ese disputa con el Vietcong, el hombre en cuestión habría viabilizado los bombardeos secretos sobre Laos y Camboya. El involucramiento concreto de Kissinger en tales decisiones es un tema librado a los historiadores.

El aval a las dictaduras anticomunistas

En la región sudamericana, se le adjudica a Kissinger haber estado detrás del golpe de Augusto Pinochet contra Salvador Allende en Chile,, y apoyado a otras dictaduras como la de Jorge Rafael Videla en Argentina.

En el caso de Allende el pretexto fue su vinculo con el gobierno de Fidel Castro, aún cuando se trató de un presidente emergente de elecciones libres y que pese a la estatización de la economía no había impuesto el avasallamiento sobre las instituciones o la prensa.

En esos tiempos, la ideología que se impuso durante la Guerra Fría en EE.UU, dividía a los regímenes no democráticos en: totalitarismos (en los que no había resquicios frente a la ideología estatal y no había vuelta atrás) y autoritarismos (con la misión de frenar al comunismo).

En la «doctrina Kissinger» estos últimos eran vistos como un «mal menor» (para evitar el peligro de la consolidación de»otra Cuba»), y supuestamente transitorios hasta la vuelta a la democracia.

Tal cosmovisión, solo interesada por los fines, sin reparar en medios, trajo como coletazo en el plano de las políticas internas la aplicación en muchos casos del terrorismo de Estado para combatir a las guerrillas.

A esa postura -que no toleraba la posibilidad de un «desvío» hacia el marxismo durante la Guerra Fría- eran más proclives los republicanos, en tanto un ala de los Demócratas, durante la presidencia de James Carter, puso en la mira la cuestión de los Derechos Humanos. Ante los informes de los organismos, los gobernantes de facto argentinos solían alegar que había fuerzas fuera de control en el marco de una «guerra sucia».

En la tapa de la revista Somos que se reproduce a continuación se refleja la prioridad de Kissinger en esa etapa histórica.

En el caso de Argentina, Kissinger fue interlocutor de Videla cuando el mismo viajó a Washington y visitó el país para el Mundial 78. En realidad, respaldó a las juntas militares hasta entrada la guerra de Malvinas.

En una entrevista con un medio norteamericano -reproducida por Siete Días- deslizaba los argumentos según los cuales las Malvinas son de jure argentinas, y que se iba a ir en esa dirección en los hechos; pero a la vez se muestra sorprendido y califica de un desvarío, que la junta militar encabezada por Leopoldo Galtieri haya tomado por la fuerza y de manera inconsulta el archipielago.

Acerca de su influencia, dicho artículo del NYTimes subraya que Kissinger asesoró a 12 presidentes norteamericanos -más de la cuarta parte de los que ocuparon el cargo- desde John F. Kennedy hasta Joe Biden.

George Bush acaba de expresar que con el fallecimiento de Kissinger, «Estados Unidos pierde una voz confiable y distintiva en política exterior»

Desde un enfoque opuesto, el ex presidente, Barack Obama señaló que había pasado gran parte de su mandato intentando reparar el mundo que Kissinger había dejado. “Lanzamos más artillería sobre Camboya y Laos que sobre Europa en la Segunda Guerra Mundial”, dijo Obama en 2016, extendiendo la condena a como se habia manejado el país del Norte respecto a Latinoamérica.

El analista Claudio Fantini es crítico respecto a la visión contemplativa de Kissinger hacia Rusia y la invasión a Ucrania. En realidad, Kissinger deslizó que «para entender a Putin, hay que leer a Dostoyevski, no Mi lucha de Hitler. Él (por Putín) cree que Rusia fue engañada, que seguimos aprovechándonos de ella”. Sobre este tema Kissinger sostenía que Ucrania es la cuna de la ortodoxia rusa, por lo que sugería negociar una salida por la que Rusia no termine humillada; sin embargo, en los últimos tiempos había cambiado de opinión dando su apoyo a Zelenski

Kissinger, hombre de consulta permanente en cuestiones de política exterior

Consejos para «el Principe»

A la manera de Nicolás Maquavello, en sus Memorias, en Diplomacia y en numerosos trabajos acedémicos, Henry Kissinger dejó unos consejos para el gobernante que el economista Juan Carlos De Pablo reflejó en un decálogo publicado en el diario La Nación, y en un paper cuya parte del contenido condensó en su programa por radio Rivadavia el periodista Marcelo Longobardi y que ambos consideraron pueden ser relevantes para un gobernante del perfil de Javier Milei

«Cuando uno está en el gobierno debe hacerse una sola pregunta: ¿Qué hacemos ahora?»

En el gobierno se aprende cómo tomar decisiones, pero no que decisiones hay que tomar.

Cuando se llega al gobierno ya no hay tiempo para pensar, lo cual aumenta la importancia del pensamiento que se genera con anterioridad, reserva a la que se apela incesantemente durante la gestión.

-Sobre los ministros y funcionarios designados: Uno se “debe” al presidente, porque lo nombró. Hay que decirle la verdad, hay que socorrerlo espiritualmente, no hay que irle con cuestiones de poca importancia. No se debe esperar que el gabinete nacional sea una institución de pensamiento independiente.

El artífice de la política es un hombre en la cuerda floja, solamente avanzando se puede evitar una caída precipitada.

Sobre su experiencia personal:

El momento de la responsabilidad es profundamente esclarecedor, especialmente para alguien de formación académica obligado a hacer la transición de la reflexión a la decisión, debí aprender la diferencia entre una conclusión y la política; ya no bastaba ser plausible en argumentos, había que ser convincente en la acción, los problemas ya no eran teóricos, los interlocutores no eran polemistas en un debate, sino países soberanos algunos de los cuales poseían fuerzas como para hacer prevalecer sus visiones.

Una de las tareas más penosas del nuevo presidente, es eliminar del equipo que lo ayudó a llegar al poder, a los hombres y mujeres que no podrán ayudarlo en el ejercicio.

HK según Newsweek

C.R

Varias vidas en una

En el citado artículo del NYT hay un semblante sobre la biografía de HK que se resume a continuación

Heinz Alfred Kissinger nació el 27 de mayo de 1923, en la ciudad bávara de Fürth. 

Según cuentan, el joven Heinz era retraído y estudioso, pero le apasionaba el fútbol, hasta el punto de que se arriesgaba a enfrentarse a matones nazis para ver los partidos, incluso después de que en un estadio colocaron carteles que decían “Juden Verboten”.

Sus padres lo educaron para ser un miembro fiel de la sinagoga ortodoxa de Fürth. Sin embargo, en las cartas que les escribió, cuando ya era un hombre joven rechazó prácticamente toda práctica religiosa.

En otoño de 1938, cuando aún faltaba un año para la guerra, las autoridades nazis les permitieron abandonar Alemania. Con pocos muebles y un solo baúl, los Kissinger se embarcaron rumbo a Nueva York. Heinz tenía 15 años.

Ya en EEUU, los Kissinger se instalaron en el Alto Manhattan, en Washington Heights, Su desanimado padre consiguió un trabajo como contador, pero cayó en la depresión y nunca llegó a adaptarse del todo a su tierra de adopción. Paula Kissinger mantuvo unida a la familia, haciendo comida para pequeñas fiestas y recepciones.

Heinz se convirtió en Henry en la secundaria. Se cambió a la escuela nocturna cuando aceptó un trabajo en una empresa que fabricaba brochas de afeitar. En 1940 se matriculó en el City College —la matrícula era prácticamente gratuita— y sacó la calificación más alta en casi todas las materias. Parecía ir camino de convertirse en contador.

Pero en 1943 fue reclutado por el ejército y destinado a un campamento en Luisiana.

Fue allí donde Kraemer, un intelectual patricio y refugiado prusiano, llegó un día para dar una charla sobre “lo que estaba en juego moral y políticamente en la guerra”, como recordaba Kissinger. El soldado regresó a su cuartel y escribió una nota a Kraemer: “Lo escuché hablar ayer. Así es como debe hacerse. ¿Puedo ayudarlo de alguna manera?”.

La carta cambió el rumbo de su vida. Kraemer lo tomó bajo su protección y consiguió que el soldado Kissinger fuera destinado a Alemania como traductor. Cuando las ciudades y pueblos alemanes cayeron en los últimos meses de la guerra, Kissinger estuvo entre los primeros en llegar, interrogando a los oficiales de la Gestapo capturados y leyendo su correspondencia.

En abril de 1945, con la victoria de los aliados a la vista, él y sus compañeros dirigieron redadas en las casas de miembros de la Gestapo sospechosos de planear campañas de sabotaje contra las fuerzas estadounidenses que se aproximaban. Por sus esfuerzos recibió una Estrella de Bronce.

Pero antes de regresar a Estados Unidos visitó Fürth, su ciudad natal, y descubrió que solo quedaban 37 judíos. En una carta descubierta por Niall Ferguson, su biógrafo, Kissinger escribió a los 23 años que sus encuentros con sobrevivientes de los campos de concentración le habían enseñado una lección clave sobre la naturaleza humana.

“Los intelectuales, los idealistas, los hombres de moral elevada no tenían ninguna oportunidad”, decía la carta. Los sobrevivientes que conoció “habían aprendido que mirar atrás significaba tristeza, que la tristeza era debilidad, y la debilidad, sinónimo de muerte”.

Kissinger se quedó en Alemania después de la guerra, temeroso, según dijo más tarde, de que Estados Unidos sucumbiera a la tentación democrática de retirar sus cansadas fuerzas demasiado rápido y perdiera la oportunidad de cimentar la victoria.

Consiguió empleo como instructor civil para enseñar a oficiales estadounidenses cómo descubrir a antiguos oficiales nazis, trabajo que le permitió recorrer todo el país. Se alarmó por lo que consideraba subversión comunista en Alemania y advirtió que Estados Unidos debía vigilar las conversaciones telefónicas y las cartas alemanas. Fue su primer contacto con la Guerra Fría, a la que luego daría forma.

Regresó a Estados Unidos en 1947, con la intención de reanudar sus estudios universitarios, pero fue rechazado por varias universidades de élite. Harvard fue la excepción.

Amores parejas divorcio

En la cúspide de su poder, Kissinger tenía un perfil que ningún diplomático de Washington ha conseguido desde entonces. El regordete y bajito profesor de Harvard, con gafas negras de nerd, solía frecuentar el barrio washingtoniano de Georgetown y en París lo veían con jóvenes actrices del brazo, bromeando con que “el poder es el mayor afrodisíaco”.

En los restaurantes de Nueva York se tomaba de la mano con la actriz Jill St. John, o le pasaba los dedos por el pelo, lo que hacía el agosto de los columnistas de chismes. De hecho, según lo que St. John le dijo a los biógrafos, la relación había sido estrecha pero platónica.

También lo fueron otras. Una mujer que salió con él y visitó su pequeño apartamento alquilado al borde del parque Rock Creek de Washington —con su cama individual para dormir y otra en la que se amontonaba la ropa sucia— contó que, entre el desorden y la presencia de ayudantes, “no podías hacer nada romántico en ese lugar aunque te murieras de ganas”.

Divorciado en 1964 tras 15 años de matrimonio con Ann Fleischer, Kissinger se casó con Nancy Maginnes en 1974 y se mudó a su casa de Manhattan. Maginnes trabajaba entonces para Nelson Rockefeller, exgobernador de Nueva York y amigo y aliado de Kissinger.

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