Su crítica a los nacionalismos y a las utopías extremas aplicadas a la política, fueron temas en los que descolló el escritor en sus análisis periodísticos.
El reciente 17 de diciembre se publicó la que, según el propio Mario Vargas Llosa, fue su última columna periodística. Así lo había destacado el día anterior, su hijo Alvaro, con éstas palabras: «Como anuncia “El País”, mi padre pone punto final a su trayectoria como columnista de opinión. Mañana saldrá su última “Piedra de toque”, que se publica en dicho diario de España y otros lugares del mundo desde 1990, y había existido antes, desde 1977 y por unos años, en el Perú. Chapeau, MVLL».
Su postrero artículo -aunque uno imagina que no se privará de poner sus dedos sobre el teclado cuando reciba un llamado urgente a su conciencia-, giró alrededor de las características del género de la columna en la gráfica, una tarea que el Premio Nobel de Literatura siempre ponderó dada su cosmovisión del escritor como alguien en contacto constante con la realidad (y no encerrado en su gabinete o solo entre bibliotecas). Asimismo, el autor de Conversación en La Catedral, en numerosas oportunidades se refirió a como el material periodístico contribuyó en sus novelas, tal es así que su obra de ficción nunca se limitó al naturalismo o al realismo mágico, sino que estuvo siempre presente el contexto político y social. «Para escribir novelas, siempre he necesitado tener un pie en la actualidad», señaló en diálogo con el diario El País.
Subrayemos algunos párrafos de su última Piedra de Toque. «…Los columnistas tienen una función distinta, con más libertad que la informativa, pero eso no implica que tengan menos responsabilidad a la hora de transmitir la verdad tal y como la entienden. Una vez que estén convencidos de haberla encontrado, los articulistas deben estar dispuestos a defenderla incluso contra la voluntad del periódico, si hace falta«.
Y continuaba indicando: «Nunca he dejado de decir mi verdad, en la que hay un margen de error, a veces grande, y que puede ir evolucionando… Cuando he publicado compilaciones de artículos como en “Contra viento y marea”, donde se puede seguir mi trayectoria del socialismo al liberalismo en textos de hace muchos años, he querido que mis lectores asistan, a través de esos artículos contradictorios y discrepantes entre sí, a mi propio aprendizaje moral y político».
Cerrando el artículo así: «El periodista de talento busca la verdad como una espada que se abre paso por doquier. Decir mentiras, manipular, es fácil, pero tarde o temprano queda en evidencia. El que dice la verdad y la defiende presta un servicio a sus lectores y a su tiempo. Eso es a lo que tímidamente he aspirado con el nombre, Piedra de toque».

Material de tesis
Quien escribe estas líneas, no puede dejar de evocar una experiencia personal. Durante años guardé en una caja de plástico todos los análisis de Vargas Llosa, sus comentarios, entrevistas o conversaciones con otros escritores que aparecían los periódicos (sobre todo en el diario La Nación). Aquel recipiente un día desbordó y hubo que armar otras.
Una jornada, hace casi tres décadas, me decidí a dedicarle a MVLl un capítulo de mi tesis de la Maestría de Ciencias Políticas (titulada La Crítica del Liberalismo al Nacionalismo en el siglo XX) para el cual recurrí al mencionado material (no encuadernado), así como a algunos de sus libros (El Pez en el Agua, el mencionado por el mismo Contra Viento y Marea, etc).
De esas ciento de columnas, recuerdo varias dedicadas al análisis de sus personajes, su amado Karl Popper, Raymond Aron, Ortega y Gasset, etc; pero lo que más se me fijó en la memoria son dos temas abordados de manera hasta obsesiva por el nacido en Arequipa en 1936: Por un lado su aversión al nacionalismo (solía llamarlo el último refugio de los canallas); y la crítica drástica dirigida a las utopías aplicadas a la política.
En cuanto al nacionalismo, su rechazo era a la utilización de ese término como ideología excluyente (no al cariño por la nación); y en cuanto a las utopías (a las que diferenciaba de tener ideales), el autor de La Ciudad y los Perros consideraba que (enriquecedoras en la ficción) utilizar a las personas como medios para concretar el «paraíso en la tierra», derivó en tremendos crímenes para la humanidad. «Las utopías en la literatura son imprescindibles, en política son muy peligrosas», reafirmó en entrevista reciente con el periódico La Razón de España.
Precisamente sus posiciones políticas lo enfrentaron en ciertas épocas a las corrientes ideológicas predominantes. No era extraño -y ello terminaría siendo una constante- que admiradores de su obra de ficción, discreparan con algunas de sus posturas sobre todo cuando resultaban provocadoras (como la del primer artículo de Piedra de Toque en El País que se trató sobre Margaret Thatcher).
De todos modos, Vargas Llosa siempre fue consecuente en su defensa de la democracia (siendo por ejemplo muy crítico de la dictadura de Augusto Pinochet), y su afinidad con la centro derecha no le impedía elogiar a gobernantes como Felipe González o Barack Obama.
«Lo importante para mí serán siempre las novelas y los ensayos, la cultura y las ideas liberales que llevo años defendiendo. La gente que tiene claras esas prioridades no hace caso a las tonterías que dice cierta prensa sobre mi vida, y que con frecuencia son inventadas», señaló Mario a la prensa el pasado octubre, al presentar su última novela Le dedico mi silencio («la historia de un hombre que soñó un país unido por la música y enloqueció queriendo escribir un libro perfecto», reza la reseña).
Por otra parte, el mismo Vargas Llosa comunicó que está trabajando en una especie de revisión sobre Jean Paul Sartre, a quien fustigó por su defensa del comunismo, pero con quien a la vez se identificó en la figura del intelectual comprometido y multifacético.
Sartre había iluminado al joven Vargas Llosa, a quienes sus compañeros lo llamaban El Sartrecillo Valiente.
Se adivina en MVLl una nostalgia sobre el existencialista francés; una nostalgia como la que ya sentimos los lectores que esperábamos cada semana sus columnas periodísticas.
C.R (de la redacción de Acreditado)

Bajo la consigna ¿Una última sorpresa? la revista mexicana Milenio, a través de Vicente Gutiérrez informa que el Centro Ricardo Salinas Pliego presentó MVLl: Una vida en palabras, autobiografía en la que el escritor tiene una conversación con su hijo Álvaro Vargas Llosa.
En el último capítulo, Álvaro dice: “Aunque disminuido por edad y un tratamiento que lleva tres años, mi padre sigue activo en lo que puede repartiendo su tiempo entre ambos lados del Atlántico, y entre Madrid y París, muy pendiente de la actualidad política cuyos vaivenes lo entusiasman o lo entristecen, según el caso». N de la R: Su última columna está fechada en Lima.
“Ya no escribirá más novelas -agrega Alvaro- porque entiende que el esfuerzo requerido supera sus actuales capacidades, y se concentra en un ensayo pero sigue leyendo vorazmente. Conociéndolo, seguirá desafiando el paso del tiempo y no es imposible que nos tenga nuevas sorpresas creativas”.
Cita la revista Mileno un estudio “Los periodistas de Mario Vargas Llosa” (Durán, A., Martínez, J. y Martínez, S) en el que se detalla como en sus novelas “aparecen de manera recurrente personajes con el perfil de periodistas. Si bien en ocasiones solo son parte del ambiente, en distintos momentos juegan un papel importante en el desarrollo de la obra, por ejemplo en Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977) y La guerra del fin del mundo (1981)”…(MVLl) Ha estado vinculado con el periodismo toda su vida, ya sea como redactor, jefe de información, columnista, articulista, incluso como entrevistador y conductor de un programa televisivo en Perú, por lo que no resulta extraño que por su narrativa desfilen personajes vinculados con los medios de comunicación”.
