¿Por qué Navalny volvió a Rusia? El interrogante resurge, tras la muerte en una cárcel de Siberia, del dirigente puesto preso por el régimen de Putin.

Alexei Navalny había zafado de un intento de asesinato por envenenamiento durante un vuelo a Moscú, tras lo cual viajó a Alemania con su familia, siendo «protegido» allí por la entonces Canciller Angela Merkel: ¿Qué llevó al opositor más duro que tenía Vladimir Putin a regresar a su país, en el que horas después fue condenado a una prisión de Siberia, donde murió el viernes pasado a sus 47 años?

El experto en política internacional, Claudio Fantini, considera que Alexei Navalny tuvo la «mala idea de regresar a Rusia, seguramente porque pensaba que, tras los ataques mortales a los que había logrado sobreponerse- el régimen de Vladimir Putin -estando en el ojo de la tormenta- no se iba a animar a atentar contra su vida».

Ni bien aterrizó en Rusia, en enero de 2021, tras regresar de Alemania (donde había viajado, para recuperarse de un intento de envenenamiento en su contra en la propia Rusia con un agente neurotóxico Novichok), Navalny fue detenido apenas anunció que iba a ponerse al frente de una campaña contra la reelección del presidente ruso, que hacía dos décadas estaba en el poder. Acusado de «extremismo», «fraude» y «malversación de fondos», Navalny resultó condenado a 19 años de prisión.

En su primera manifestación ante el Tribunal, el preso político cerró su declaración, exclamando: ·«Vivir es arriesgarlo todo»

¿Qué llevó a Navalny a ponerse en la boca del lobo dejando en Alemania a su esposa y sus dos hijos? Esto respondió el personaje, en una entrevista que le concedió en 2020 a la periodista de CNN, Christiane Amanpour, a la pregunta sobre si temía por su seguridad: «No creo que esté seguro (sonrió), pero debo regresar. no quiero que este grupo de asesinos exista en mi país, que Putín sea el zar de Rusia. Tenemos 5 millones de personas viviendo bajo la línea de la pobreza, todo el sistema está degradado».

El pasado 17 de enero, según recabó Nell Mac Farquhar, periodista del The New York Times, Navalny escribió en la red social Facebook: «No puedo renunciar a mi país ni a mis creencias. No puedo traicionar ni al primero, ni a lo segundo. Si tus creencias valen algo, debes estar dispuesto a defenderlas. Y si es necesario, hacer algunos sacrificios».

Muchos observadores -desliza MacFarquhar- sitúan la reacción de Navalny en el marco de la tragedia griega. El héroe que se sabe condenado regresa a casa, si no regresa no sería un héroe.

Navalny, con su esposa y sus dos hijos, la viuda acusó a Putín

Consultado por dicho diario estadounidense, el exredactor de discursos del Kremlin Abbas Gallyamov, reflexionó:: «Para él (por Navalny) la política era acción, no solo democracia y teoría, como lo es para muchos en la oposición rusa que están muy contentos de quedarse en el extranjero, hablando y hablando».

El periodista Andrey Loshak, que había publicado un homenaje en una agencia independiente, dijo que quienes durante tres años sostenía que quienes se interrogan acerca de que clase de idiotez es este «sacrificio sin sentido», no conocieron (a Navalny) estaba en su naturaleza, y publicó una foto con al palabra Héroe

En los últimos tiempos, Navalny había convocado a las gente a participar de las elecciones del mes que viene (15 a 17 de marzo), como protesta silenciosa contra la guerra en Ucrania.

El ejemplo de Nelson Mandela venía preocupando a Putín, sostuvo el ex asesor del gobierno ruso, Kirill Rogov.

Fantini coincide con ésta última apreciación, más teniendo en cuenta que no hay opositores de Putin en el horizonte, después de recientes proscripciones.

El analista internacional John Müller, consultado por Radio Pauta de Chile, enfocó de la siguiente manera el retorno de Navalny a Rusia, pese al peligro que corría su libertad. “Siempre hay gente que hace este tipo de cosas. Lo hizo Bernardo Leighton cuando volvió en 1978 a Chile en medio del régimen militar que no solo lo había exiliado, lo había intentado a matar junto a su esposa”.

Hay artículos periodísticos en los que se sostiene que el interés que en Occidente tuvo la detención de Navalny. fue desplazado en su momento por la invasión de Rusia a Ucrania y el seguimiento de lo que ocurría dejó de estar en la primera plana de los diarios.

Empero, el caso de Navalny, entre las numerosas potenciales víctimas de la dictadura rusa (ver abajo) como ocurre en otros estados, refleja la impotencia del sistema internacional en la defensa de las libertades.

De hecho Putín parece estar revirtiendo a su favor la guerra con Ucrania, y se ha sacado de encima a sus enemigos (además a Yekaterina Duntsova no se le permitió participar de las elecciones y otro postulante no ha reunido las firmas necesarias).

Navalny murió en una cárcel (llamada Lobo Polar) ubicada en el círculo polar Ártico, a 2000 kilómetros de Moscú.

Su esposa, Yulia Navalnaya (de bajo perfil pero que se especula podría constituirse en activista política opositora) acusa a Putin, y la madre reclama frente a la prisión que devuelvan el cuerpo de su hijo. El gobierno ruso rechazó las acusaciones y dejó el seguimiento del asunto en el cuerpo médico de la prisión (según el informe oficial, Navalny dio un breve paseo en la colonia penal en la que estaba preso, dijo que se sentía mal, luego se desplomó y nunca recuperó el conocimiento).

El Kremlin asimismo había negado las imputaciones por aquel episodio por envenenamiento de Navalny en 2020, así como dos hechos similares contra ex personal de inteligencia.

En sus comienzos como político, Navalny (abogado de profesión) fue expulsado del partido liberal Yábloko por sus ideas nacionalistas, pero años después tuvo un viraje y se destacó por las denuncias contra la corrupción en la administración pública y de fraude desde una fundación anticorrupción (FBK),

Navalny fue uno de los tantos opositores y/o críticos de Putín, eliminados de manera cruenta. Entre los opositores políticos a Putín, figuran Boris Nestov (masacrado en 2015, mientras cruzaba el puente entre la Plaza Roja y el Kremlin), Sergei Magnitsky (fallecido en 2009 en prisión privado de los cuidados de un cáncer de páncreas); entre las periodistas Anna Politkovskaia (del diario opositor Novaia Gazeta acribillada en el hall de su casa en 2006) y Anastassia Baborova (asesinada a balazos en el corazón de Moscú en 2009, junto a un activista de derechos humanos Stanislav Markelov). La cantidad de víctimas (cronistas y dirigentes) es impresionante (ver nota de La Nación del 16 de febrero pasado.

El caso más reciente, alcanzó a un ex colaborador del propio Putin en el ataque a Ucrania, quien luego se sublevó, el jefe del grupo parapolicial Wagner (que reclutaba mercenarios), Yevgueni Prighozin, quien pereció en un extraño accidente aéreo el año pasado.

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