Milei, el nacionalista menos pensado

La apelación del presidente argentino al sentimiento patriótico de la sociedad, tiene varias lecturas: Intenta contrarrestar la idea de un «liberalismo cipayo»; proyecta a nivel internacional una imagen afín a la nueva derecha; y en lo local, con la reivindicación de las Fuerzas Armadas, busca marcar distancias respecto al kirchnerismo. ¿Hay convergencia ideológica en la dupla presidencial, o una disputa?

A propósito de la participación activa de Javier Milei en el desfile militar del 9 de Julio, Rosendo Fraga reflexionó en un reciente artículo acerca de si en el proyecto del presidente argentino convergen el liberalismo y el nacionalismo.

Dicha especulación es interesante, dado que en el pensamiento político se trata de dos doctrinas antagónicas.

La nota del politólogo («El desfile militar impactó más que el Pacto de Mayo en la población«), publicada en el diario Clarín, alude a la imagen del mandatario subido como un rock star, junto a la vicepresidenta Victoria Villaruel, al tanque TAM 2C, y a la repercusión opuesta que tuvo esa movida en la derecha y el progresismo.

¿Hay una reconversión de Milei hacia el nacionalismo posterior a asumir la primera magistratura?, se propone indagar Acreditado en estas líneas.

En principio, cabe señalar que Alberto Benegas Lynch, el mentor de Milei (quien lo define como «prócer de la libertad») es esencialmente un antinacionalista; se lo advierte desde el mismo título de uno de sus trabajos: Nacionalismo: Cultura de la Incultura.

En sus textos, el autor de Estados Unidos contra Estados Unidos prioriza a los individuos por sobre cualquier construcción colectiva, y considera que la existencia de las naciones solo se justifica a los efectos de evitar un gobierno mundial. Tal pensamiento está en línea con otros intelectuales liberales, como Mario Vargas Llosa (presidente de la Fundación Libertad) que ha desarrollado toda una teoría acerca de que todas las naciones, son en definitiva, una ficción. Tanto el Premio Nobel de Literatura como el economista de la escuela austriaca (a los que podríamos sumar a Fernando Savater, JF Revel, etc) han alertado en diversos escritos sobre los peligros del nacionalismo (que nada tiene que ver con el amor a la patria)

Teniendo en cuenta este posicionamiento del liberalismo en las antípodas del nacionalismo, sería incongruente encontrar alguna simetría del primer mandatario argentino con el nacionalismo.

Cuando en más de una oportunidad, Milei manifestó su admiración hacia la ex premier británica en tiempos de la Guerra de Malvinas, Margaret Thatcher, si bien lo hizo en su carácter de líder política, esa posición hubiera provocado urticarias en los oídos de un nacionalista; sin embargo, en el caso de Milei asumir esa posición no le hizo mella. Incluso, con gran habilidad, puso a los ex Combatientes en el Atlántico Sur al frente del desfile por el Día de la Independencia.

Sobre este punto, Mariano Pérez, dueño del blog oficialista Break Point, expresó su satisfacción hacia la actitud del jefe de Estado: “Estoy contento con que se recupere el sentir patriótico, mucho se dijo que los libertarios somos unos cipayos, unos vendepatrias«.

En tanto Rosendo Fraga, en el referido artículo, deslizaba: “Vincular a Milei con el término nacionalista, hubiera sido imposible (tiempo atrás) por su liberalismo extremo. Eso hoy ya no es así…”  

Rosendo Fraga observa una convergencia de liberalismo con nacionalismo en el gobierno de Milei

Remedando a Pascal, se podría decir que el nacionalismo tiene «razones» que la razón no entiende. Aunque detrás de esa movida existe un razonamiento.

Rosendo Fraga observa que «más allá de los matices entre líderes afines a Milei como Donald Trump y Jair Bolsonaro existe un punto en común:: la convergencia de la libre empresa con el nacionalismo, términos que fueron antagónicos en el cuarto de siglo posterior a la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. Su adscripción a esa corriente que algunos prefieren llamar populista, ultra extrema, radical, es un dato político central«.

O sea, si bien Milei tiene una cosmovisión favorable a una economía abierta al mundo, la denominada Nueva Derecha a la que adhiere, pone una especie de cerrojo. En ese discurso, los nacionalismos serían una especie de guarida contra la supuesta agenda universal que pretendería imponer el «progresismo» (enfoque que -dicho sea de paso- muchos liberales rechazan, un territorio en disputa).

Otra cuestión que no parece menor – volviendo a Fraga- es que la dupla presidencial configura una especie de junta entre el liberalismo del proyecto de Milei y el nacionalismo conservador, que por ideología y tradición se encarna en la vicepresidenta, Villaruel. En tal sentido -apunta el titular de Unión para la Nueva Mayoría- “el desfile no solo ha tenido por objetivo exaltar el espíritu patriótico, sino también manifestar esta simbiosis nacional-liberal«.

Especulaciones

Sin embargo, conociendo la naturaleza de la política: ¿sería demasiado especular con que en este contexto Milei no esté dispuesto a dejarse copar la parada del nacionalismo por la primera en la línea de sucesión?  

Por otra parte, la figura del jefe del Ejército le otorga al presidente un empoderamiento, y en sus movimientos se observa una constante inmantación con los atributos del mando y el poder propio de un estilo de ejercicio del presidencialismo. Una cuestión pedestre, pero que podría contribuir a explicar el perfil que va adquiriendo el personaje epicentro de este artículo como vértice del Estado.

Los desfiles militares tienen una tradición en la Argentina, y algunos de los más multitudinarios fueron los encabezados por Juan Domingo Perón, pero leído en clave contemporánea, desde el plano de la estrategia política, es obvio que el despliegue del unos 10 mil uniformados tuvo que ver con una confrontación con el kirchnerismo que ponía en el eje de las fechas patrias a otros actores sociales, no a las fuerzas armadas y de seguridad.

El evento desarrollado en la Avenida Libertador con destacada repercusión popular, puede interpretarse también en el marco de una respuesta al relato edulcorado de las administraciones kirchneristas respecto a los movimientos guerrilleros de los años 70, que saturó a parte de la opinión pública.

Ello no debería leerse como un giro de la sociedad respecto a lo que representó el Proceso militar con sus aberrantes métodos represivos .El aludido director del oficialista Break Point, Mariano Pérez, parece haber tomado nota. En relación al desfile y para hacer frente a las miradas desconfiadas, apuntó: «No entiendo la reacción de cierta gente contra la reivindicación de las Fuerzas Armadas, sus actuales integrantes nada tienen que ver con lo que fue la dictadura”.

Rosendo Fraga destacó la diversa repercusión internacional de la imágen

  

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