De operador de Néstor Kirchner, pasó a ser acérrimo rival de Cristina, para luego integrar con ella la dupla presidencial que gobernó entre 2019 y el año pasado. De los «años dorados» del poder al ocaso.
El ex presidente Alberto Fernández (acuciado ahora por las denuncias de su ex pareja, Fabiola Yañez y por la cuestión de la corrupción de seguros estatales), es uno de los mayores exponentes en la política de la impostura.
Sin embargo, conociendo la opinión pública muchos de sus antecedentes, en 2019 fue votado por cerca del 50 % de la sociedad argentina lo que le posibilitó obtener la presidencia en primera vuelta.
La parte más conocida de su carrera en la función pública la comenzó como superintendente de Seguros (vaya la paradoja, ahora está en la mira por un ilícito vinculado con ese rubro ) de la mano del ministro de Hacienda de Carlos Menem, el economista, Domingo Cavallo.
En función de jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, (en realidad desde la campaña presidencial) Alberto Fernández se posicionó como crítico del menemismo.
Se podría decir que Alberto F fue uno de los principales operadores de N Kirchner; en la relación con la prensa es recordado por haber señalado en un Congreso de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) que el gobierno no debe tener intermediarios con la pueblo en un tiro por elevación contra la prensa independiente.
Poco después, él autor de estas lineas fue testigo -durante la cobertura de un congreso de IDEA en Mar del Plata- de como el hombre fuerte del primer kirchnerismo menospreciaba públicamente a los críticos , aunque al mismo tiempo, brindaba numerosos off the récord con periodistas, incluso de los medios que los K calificaban de «hegemónicos».

Ya en la administración de Cristina Kirchner, cuando escaló el conflicto de los Kirchner con el campo, AF se puso del lado de este último hasta llegar a un enfrentamiento que parecía irreconciliable con Cristina. Y cuando se impulsó la estatización de YPF, se acusó a aquel de ser lobbista de la petrolera Repsol.
Pero el punto más crítico de ese choque, ocurrió cuando AF acusó a Cristina Kirchner, a partir del memorándum con Irán de ser nada menos que de ser encubridora del atentado a la AMIA.
En aquellos tiempos, muchos periodistas se hicieron interlocutores privilegiados de Alberto Fernández.
Tras la muerte de Alberto Nisman (que estaba al día siguiente por hacer una denuncia en el Senado que incluía a la propia presidenta) el ex jefe de Gabinete de Néstor (que había estado muy cercano a Nisman) protagonizó el acto para pedir el esclarecimiento del episodio, sobre el que deslizó que se trató de un asesinato. «Será el silencio el que descubra la magnitud de la tragedia vivida. La misma tragedia que Cristina sólo podrá negar hasta que el silencio la aturda«, espetó por entonces.
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Más su visión cambió repentinamente cuando se convirtió en candidato presidencial por el Frente de Todos ungido en un tweet por C K.
Con Cristina no alcanza, sin ella no se puede» fue la consigna K en busca de unir el voto antimacrista. Pero la gente estaba al tanto de todo; de que había pasado de feroz enemigo de Cristina a compartir la dupla presidencial y de su giro en relación al trágico final de Nisman.
Al asumir la primera magistratura, Alberto F hizo trascender que vivía en Puerto Madero, en un departamento prestado por el publicista K, José Albistur.
Sube-baja y tobogán
En esa cadena de marchas y contramarchas, después de un pico de popularidad al inicio de la pandemia quedó en primer orden la llamada fiesta de Olivos en plena cuarentena.
Ese escándalo, más el vacunatorio VIP fue el comienzo del derrumbe de su imagen.
En su gestión, además de promover el Ministerio de la Mujer, rodeó sus acciones de un discurso feminista; en tal sentido las agresiones a Fabiola Yañez (de lo físico a lo psícológico) son otra paradoja, no menos evidente que el escándalo de Nación Seguros, después de jactarse poco antes de irse del gobierno que era un mandatario que se retiraba sin acusaciones de corrupción en su contra.
Una cadena interminable de imposturas sobre la que muchos protagonistas de la vida política hicieron la vista gorda .
C.R

Punto aparte, y final
Más allá de las contradicciones a las que nos tienen acostumbrados los políticos, era inimaginable que pueda tener coherencia o sea confiable alguien que acusó de delitos a su compañera de fórmula.
Se advierte en diversas conversaciones, la desilusión entre quienes votaron a los Fernandez, no desde el kirchnerismo duro, sino más bien como el «mal menor» por rechazo al macrismo.
En tal sentido, es notable lo difícil que le resulta a ese segmento progresista generar una alternativa ajena al peronismo.
