De sus simpatías con la izquierda y el primer peronismo Juan Jose Sebrelli pasó a volverse un duro crítico del justicialismo; con el regreso a la democracia respaldó activamente las candidaturas presidenciales del radical Raúl Alfonsín en 1983,, y veinte años después la del liberal, Ricardo López Murphy.
Hace una semana falleció Juan José Sebrelli (1930-2024) y se escribieron cientos de páginas sobre su trayectoria e ideas políticas.
En estas líneas se intenta hacer referencia a un costado de dicho renombrado intelectual argentino: Su implicancia directa especialmente en dos campañas presidenciales, después del último regreso a la democracia.
Sebrelli fue un pensador liberal, racionalista, defensor del laicismo, contrario al colectivismo, al populismo y al «nacionalismo cultural».
En su juventud participó en publicaciones y espacios culturales de izquierda, y luego se acercó al peronismo, a mediados de los 60 dedicó un texto bastante comprensivo con la figura de Eva Perón.
Sin embargo, fue tomando distancia, alejándose en forma definitiva del peronismo con el auge de la violencia armada en los 70.
A partir de allí empezó una revisión sobre el peronismo, del cual se fue haciendo cada vez más crítico.
En democracia
En las elecciones del 83, Sebrelli apoyó de modo activo y entusiasta la candidatura de Raúl Alfonsín; poco antes publicó Los Deseos Imaginarios del Peronismo, y al año siguiente El Riesgo de Pensar.
De esa época se recuerdan sus participaciones en programas radiales como Haciendo Camino de Carlos Rodari, conductor afín al alfonsinismo quien dialogaba con los oyentes y solía realizar extensas charlas con personajes de la cultura.
Por aquellos tiempos, Sebrelli apuntaba especialmente contra el aspecto corporativo del peronismo (se hablaba por entonces del pacto sindical-militar). Asemejaba el peronismo a una especie de fascismo. Asimismo, era muy crítico de la izquierda local y las simpatías de la misma hacia el comunismo soviético, cuando los países bajo la Cortina de Hierro estaban sometidos al totalitarismo.

En un recorrido histórico, consideraba que el peronismo había perdido una enorme oportunidad histórica en 1943-45, cuando la Argentina tenía una situación brillante con una economía entre las primeras del mundo, pero en lugar de vincularse con los países centrales se aisló.
Sebrelli advertía que la situación económica en los 80 iba a ser muy difícil de manejar, sobre todo por el endeudamiento al que estaba sometido el país, en tanto defendía la postura de Alfonsín sobre todo en como encaró el tema derechos humanos.
Al cumplirse el primer año de la gestión de Alfonsín, Sebrelli le manifestaba textualmente a Rodari: «Se trata del primer gobierno desde 1930 que se anima a combatir a la sociedad corporativa militar, eclesiástica y sindical, aunque con ésta última hasta el momento sin éxito; algo que no quiso hacer (Arturo) Frondizi, sino por el contrario; y para lo cual (Arturo) Illia no tenía fuerza de intentar nada».
«Argentina tras la locura de Malvinas estaba al borde del abismo -agregaba Sebrelli- parece que hay un instinto de conservación en la sociedad argentina, pero hasta que punto es un cambio profundo de convicción democrática, está por verse».
En la etapa menemista, el autor de Asedio a la Modernidad se mostró opositor sobre todo a la frivolidad y la corrupción de los 90.
Aunque no era afecto a concurrir a eventos multitudinarios, se lo recuerda por ejemplo participando de una masiva manifestación por el esclarecimiento del atentado a la AMIA en 1994. Tras el final del gobierno de Carlos Menem, tuvo pocas expectativas con la Alianza De la Rúa- Chacho Alvarez, evaluando luego su fracaso en que el ex presidente tuvo en 2001 el rechazo de la conducción de su propio partido, y que el vicepresidente demostró ser un «mal político».
Pero en 2003, Sebrelli salió al ruedo para apoyar con énfasis -en apariciones públicas y a través de reportajes- la postulación a la presidencia de Ricardo López Murphy, economista y político liberal que había sido ministro de Defensa y muy fugazmente de Economía con De la Rúa, quien no lo mantuvo en el cargo cediendo a las presiones del sindicalismo, movimientos estudiantiles y el mismo partido radical.

Sebrelli consideraba que López Murphy, desde el Poder Ejecutivo, podría realizar un gobierno austero, con funcionarios idóneos, una política internacional alineada a occidente, y volver a la estabilidad tras el gobierno de emergencia de Eduardo Duhalde.
En la concepción del personaje central de la presente nota, el populismo (aunque no se lo conocía con ese nombre, sino más bien como caudillismo) no era privativo del peronismo, el radicalismo lo había tenido con Hipólito Yrigoyen, en cambio no en Marcelo T de Alvear exponente de una línea republicana que entroncaba con López Murphy.
Pese a que López Murphy hizo una muy buena elección en 2003, quedó tercero, no pudiendo llegar al ballotage para el que quedaron habilitados Néstor Kirchner y Carlos Menem quien finalmente se bajó antes de la segunda vuelta.
De entrada Sebrelli fue un acérrimo opositor al kirchnerismo, muy a contra- corriente en el primer gobierno de Néstor y el primero de Cristina Kirchner, cuando ambos tenían un elevado nivel de popularidad.
Tras el período de Mauricio Macri, se enfrentó a la administración de Alberto Fernández, contra quien cargó duramente por la política oficial frente a la pandemia.
En la última elección, el autor de El Malestar de la Política respaldó a Patricia Bullrich en primera vuelta y a Javier Milei en el ballotage, pero más por ser una opción frente a Sergio Massa que por simpatías con el anarco-capitalismo.
Sebrelli se definía como un liberal de izquierda, reconocía la importancia del mercado, pero discrepaba con el economicismo (hacer de la economía el centro del pensamiento), acordaba con un estado eficiente en políticas sociales, en ciencias y educación, era defensor del laicismo y de una plena libertad para elegir el modo de vida.
El populismo y los liderazgos carismáticos fueron sus definitivos y últimos enemigos.
