Los sesenta años son un quiebre en la vida; perdón la autorreferencia, pero me ocurrió hace menos de seis meses y puedo atestiguar que es así. Por esos días, pensé en escribir algo sustancioso-tal como lo hice justo hace una década- pero preferí que pase el tiempo para asimilar los sentimientos.
Dejo en suspenso mis ideas al respecto… Acabo de leer una entrevista (en Letras Libres) al escritor español Manuel Vilas sobre el significado que para él tuvo cumplir sesenta aniversarios como algo distintivo a todo lo anterior, al punto que lo motivó a emprender la escritura de un libro distinto, algo así como la necesidad urgente de realizar una obra totalizadora, cuestión que lo llevó a una reflexión no exenta de una dosis de humor e ironía (esto último se lo escuché en un par de entrevistas televisivas).
Pero, ¿cuál fue el drama de convertirse en un hombre de seis décadas?, pregunta el periodista de Letras Libres, y Manuel Vilas responde así: “Cuando tienes menos de esa edad sabes que tienes futuro. El número seis introducía en mi vida una certeza matemática irremediable, inapelable, que es que tenía más pasado que futuro. Entonces, ¿qué hace un escritor cuando le cae encima una china como esta? Pues eso, escribir un libro…”.
Apagar simbólicamente 60 velitas fue el leit motiv de Manuel Vilas para emprender la escritura de El mejor libro del mundo,a tal punto que el autor estuvo por titularlo Sesenta años con ustedes: “Es que yo pensé:: “¿Qué ha sido mi vida? Pues mi vida ha sido sesenta años con hombres y mujeres que han sido mis contemporáneos, viviendo con mi familia, con amigos, con la gente en general. Y ese fue el primer título. Luego ya el libro fue creciendo hacia otros sitios…”

En diálogo con Anton Castro, el autor, Premio Nadal (2023) por Nosotros, enfatiza en la sensación que lo sacudió cuando cumplió los 60, estando en Penticosa (Huesca) en julio del 2022 “Entonces sufro una crisis completa, porque me había llevado muy bien con el número cinco… A los cincuenta años, cincuenta y pico, un hombre o una mujer ya sabe qué es lo importante en la vida…que lo qu e sufrió cuando tenía veinticinco años por no sé qué, era una absoluta tontería. Lo que sufrió con treinta años también. Eso lo aprendes con cincuenta, cincuenta y uno, cincuenta y dos; pero -insiste Vilas- aún se impone la idea de futuro.
El cruce de la necesidad de escribir con la cuestión cronológíca lo inspiró para la reciente novela, pues el autor se sintió como liberado para escribir sin filtros. Para explicar tal circunstancia, Vilas recurre a una charla que tuvo almorzando con su par Juanjo Millas, con la dosis de humor negro que éste último le puso a la conversación acerca de cómo personas conocidas, entre los sesenta y setenta, “caen como moscas”. En ese momento -desliza- se convenció que era el momento de volcar todo sin tapujos.
‘El mejor libro del mundo’ -se cuenta en la nota publicada por Letras Libres- trata sobre la escritura y la familia, la vulnerabilidad, el dinero, y los fantasmas de la literatura, entre otros asuntos…”Siento un amor ya antiguo por la literatura. Son tantos años, desde los catorce, amando la literatura, enloquecido por la literatura, viviendo, intentando vivir todo. He empezado leyendo a Pío Baroja desde muy pronto. He estado leyendo siempre. Como a otros muchos me tocó esta especie de virus maravilloso de estar siempre en la literatura, pensando en la literatura, riéndonos desde la literatura, enamorándonos desde la literatura, viviéndolo todo, pensando en que lo que estoy viviendo también pasaba en tal novela, en tal poema, y me he pasado toda la vida literaturizando mi propia existencia. El mejor libro del mundo lo empiezo a escribir cuando de repente me veo con sesenta años”, dice el finalista del Premio Planeta con Alegría (2019).
Y ya que estamos con la faceta literaria, a la pregunta de qué tipo de escritor es Manuel Vilas, él mismo responde: “A mí no me interesa la literatura como un ente intelectual. A mí me interesan las emociones y la escritura como algo emocional. No como si fuese filosofía, inteligencia o teoría de lo que sea. O como un arte abstracto. Esa es la primera vulnerabilidad: que la vida te gana. Un amanecer es siempre mejor que una página tuya. Siempre. Siempre. Una comida maravillosa es mejor que una página tuya. El beso de alguien que te quiere es mejor que una página tuya. No puedes contra eso”.
Postergo una vez más mis reflexiones sobre los sesenta cumplidos (solo adelanto que comparto parcialmente las del autor en cuestión, que quizá sean una autojustificación de su última novela). Espero pronto leer el libro y cotejarlo con mis sentimientos
