Jimmy Carter, fallecido en la víspera a la edad de 100 años, llegó a la presidencia de Estados Unidos a manera de una reparación ética tras el escándalo de Watergate que había hundido a Richard Nixon y lo había llevado a tener que dejar el gobierno en manos de su vicepresidente Gerald Ford.
Carter, al ser consagrado candidato por el Partido Demócrata, no era conocido en los cabildeos de la política de Washington, estaba dedicado a una plantación de maní en Georgia, su designación de alguna manera resultó sorpresiva.
Sobre su gestión, puede subrayarse como hito histórico el acuerdo de Camp David (así se llama la residencia presidencial veraniega en el estado de Maryland), en cambio fue muy criticado por el fracaso en la negociación por el rescate de los rehenes tomados en la embajada norteamericana en Irán (tras haberle soltado la mano al Sha de Persia) lo que derivó en la asunción al poder de los ayatholas. En ese período también ocurrió la invasión soviética a Afganistán.
El pacto de Camp David representó el sello de la paz entre Israel y Egipto que habían sido encarnizados rivales en el pasado.
Israel retiraba sus tropas de la península del Sinaí (que había sido tomado durante la Guerra de los Seis Días) en tanto Egipto pasó a ser el primer país árabe en reconocer al Estado de Israel.
La foto icónica de la firma del acuerdo en la Casa Blanca, el 17 de septiembre de 1978, lo tiene a Carter en el centro de la escena, con Anwuar El Sadat, el mandatario egipcio de un lado, y Menahem Beguin del otro; los tres sonrientes y como tomando un relax tras una negociación que cronistas e historiadores describen cargada de tensiones.
Un primer gesto concreto de acercamiento había sido la visita de Sadat al estado hebreo en noviembre de 1977.
El compromiso suscrito por los mandatarios se terminaría de plasmar en su concreción definitiva en marzo de 1979
Beguin era un «duro», de un partido de derecha, quizá por eso -suele decirse- tuvo espaldas para hacer tal concesión; por su parte Sadat recibió acusaciones de traición del resto del mundo árabe por solo centrarse en el tema egipcio, aunque había obtenido el reconocimiento Norteamericano como aliado en la región. Sadat pagaría con su vida, al ser asesinado por un comando fundamentalista en medio de un desfile militar en El Cairo en octubre de 1981.
En cuanto a la cuestión ética, puede decirse que Carter fue un gobernante honesto, sus críticos lo consideraban demasiado flexible en la relación con los régimenes comunistas en el contexto de la Guerra Fría. Fue uno de los primeros en alertar sobre la necesidad de tomar ciertas medidas en relación al cambio climático (predica que continuaría Al Gore, vicepresidente de Bill Clinton.
La figura de Carter (que se involucró como observador de la transparencia electoral en numerosas contiendas) fue ponderada especialmente por Barack Obama y su esposa Michelle, quienes expresaron un caluroso saludo de despedida rescatando el legado de Carter.
En tanto la relación de la administración de éste último con la Argentina, que estaba bajo un régimen de dictadura militar, merece un capítulo aparte.

El caso argentino: Expectativa y ruptura
En el cuadro de relaciones con los países latinoamericanos, Carter mantenía expectativas de que se rencause la cuestión de los Derechos Humanos en la Argentina.
En septiembre de 1977 Carter recibió a Videla en la Casa Blanca. El presidente de facto argentino (desde marzo de 1976) había sido invitado a Washington, junto a todos los jefes de Estado de las Américas para la firma del Tratado Torrijos-Carter, por el cual Estados Unidos devolvería el canal de Panamá.
En la reunión bilateral, Carter le planteó a Videla sobre todo la cuestión de los Derechos Humanos en la Argentina y el tema nuclear.
La televisión nacional cubrió este último evento mediante el enviado especial Sergio Villaruel. El periodista le hace una breve entrevista a Carter que responde en español y se muestra confiado en que se rencause la cuestión (incluso se refiere a Videla en buenos términos), Según artículos de la época, Videla habría reconocido «excesos» de militares fuera de control (más adelante cambió esa posición), comprometido a esclarecer la situación de los detenidos y terminar con la represión para fines del 77, lo que no ocurrió.

Cobertura de la televisión argentina
Pronto la relación se tensaría ante la falta de respuestas a las crecientes denuncias de desaparición de personas, tema por el cual haría reclamos y gestiones la entonces subsecretaria de la gestión Carter, Patricia Derián.
Esta última había viajado a Buenos Aires y enfrentado al jefe de la Armada, Emilio Massera en la propia ESMA (que fue utilizada como centro de detenciones candestinas y torturas).
Al inicio de la era Carter había dos criterios acerca de como manejarse con las dictaduras latinoamericanas. Una línea -que venía de antes- la expresaban Henry Kissinger, Samuel Huntington y dentro de la gestión Carter, Zbigniew Brzezinski que se inclinaban por la doctrina de hacer concesiones a la autocracias militares como «mal menor» frente al comunismo; mientras que la opuesta y que empezó pronto a ganar preponderancia fue la sostenida por Mark Schneider (asesor del senador Ted Kennedy) y sobre todo la subsecretaria Derián que defendía la intervención de Estados Unidos poniendo presión contra las autocracias que violaran los derechos humanos con torturas y detenciones sin procesos.
La situación escalaría con la visita de la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos en 1979 que revelaría los alcances de la represión. Estados Unidos sancionaría a la Argentina restringiendo el comercio entre ambos países, cortado los préstamos y trabado la venta de armamentos hasta el final de la administración Carter.

