José Mujica de guerrillero a presidente, es una primera imagen que aparece cuando se aborda la figura del legendario dirigente uruguayo fallecido a los 89 años (según el historiador Gerardo Caetano ya había cumplido nueve décadas); otra sería la del político austero; o quizá el filósofo estoico. O quizá, la menos idealista de un dirigente que de tomar el camino de la violencia se reconvirtió en un ferviente demócrata.
De todas maneras, a Pepe Mujica, seguramente se lo recordará mucho más por su liderazgo y prédica, que como jefe de Estado, aún cuando haber alcanzado la primera magistratura de su país marcó un jalón en su carrera política.
El reconocido periodista oriental, Leonardo Haberkorn, en el programa Desayunos Informales, describió a grosso modo tres vidas en el trayecto político de Mujica.
La primera, cuando tras su breve paso por la línea herrerista del Partido Nacional, y de acompañar en 1962 al diputado Enrique Erro en un movimiento Unidad Popular (ex de los blancos y socialistas) que tuvo un mal resultado electoral; descreyó de la democracia y tomó las armas, influenciado por los ecos de la revolución cubana (aunque el dos veces ex presidente Julio María Sanguinetti lo definió como un «Blanco que se fue a cuchillas«, resaltando la rebeldía propia de los entonces militantes del partido Nacional, más que un comunista ideologizado). En 1964 se sumó a la organización de Liberación Nacional Tupamaros.
La segunda vida -de acuerdo a la descripción de Haberkorn- fue los 12 años que sumó en prisión (en tramos ya que se fugó en un par de oportunidades de la cárcel de Punta Carrretas) etapa de la que evadió hablar «quizá para no comprometer a gente del MLN que cometieron crímenes», sostiene el mencionado periodista uruguayo.
En esa detención, Mujica -junto a Mauricio Rosencof y Fernández Huidobro– estuvieron en una especie de pozo como «rehenes» (preservando la vida a condición de que Tupamaros no cometan homicidios) quedando al borde de la locura.
Tras salir de prisión, es cuando en términos del Haberkorn inicia la tercera vida, y se inserta en el Frente Amplio, algo que no fue fácil ya que muchos frenteamplistas rechazaron incorporar a su estructura a los ex-tupamaros.


Un pleno a la democracia
Sanguinetti, memoraba ayer que cuando asumió su segunda presidencia, en 1995, siendo Mujica electo legislador, le dijo al pasar al lado y saludarlo: «Dr. Sanguinetti, estamos con Ud.«
Es de destacar que en 2010, Mujica sucedió en el Ejecutivo de Uruguay a Tabaré Vázquez (quien había llevado al gobierno al Frente Amplio por primera vez en la historia). A Fernández Huidobro -que había sostenido que llegó a la presidencia por haber sido Tupamaro-, Mujica le respondió que fue «a pesar de ello».
El balance sobre la gestión de Mujica depende del observador. De acuerdo a la mayoría de los analistas, hubo un notable crecimiento económico, según Caetano se transformó la matríz energética por energía eólica, y se alcanzó la soberanía energética; el historiador también apuntó que Mujica tomó una agenda que no era propia con la legalización del consumo y comercialización de cannabis, ya que antes pensaba diferente; se habilitó el matrimonio igualitario, y despenalizó el aborto, no se pudo concretar el puerto de aguas profundas, fracasó en resucitar Pluna -que terminó cerrando- y se comprometió a traer presos detenidos en Guantanamo.
Mujica había tenido la habilidad de integrar la fórmula con Danilo Astori un economista que de alguna manera moderó la imagen del primero, respecto a las dudas que parte del electorado y los empresarios tenían respecto del primero. «Tuvo como asesor en materia energética a (Alejandro) Bulgheroni y muy buen diálogo con la oposición» subraya Caetano.
El analista argentino Claudio Fantini ponderó que Mujica pudo superar la parte oscura de su pasado (actuación en Tupamaros, toma de Pando) para reconvertirse a la democracia, aportar a la cultura del diálogo, y dar muestras notables de sencillez y honradez.
Asimismo, Fantini deslizó que quizá un error de Mujica por ingenuidad, fue haber idealizado el proyecto de la Patria Grande que lo llevó a tener una posición indulgente respecto a líderes políticos cuestionables, aunque luego lo rectificó al tomar distancia por ejemplo del chavista (NIcolás) Maduro y de (Daniel) Ortega en Nicaragua.
Un sello distintivo de Mujica -destaca Haberkorn- fue su manera de comunicarse, no hablaba como los políticos, sino como la gente.
En definitiva, concluye el autor de Milicos y tupas, Mujica contribuyó a la calidad democrática y redobló la apuesta por el sistema.
Legado
Esa tercera vida con la defensa de la institucionalidad; o cuarta vida de acuerdo al enfoque del escritor argentino Martin Caparrós en la que operó como un «viejo sabio de la tribu» es la que permitió perfilar su legado.
Según Caparrós, Pepe Mujica deja como enseñanza el haber pasado por el poder sin aprovecharse de la situación, o el arrojar verdades tan simples como provocadoras: como que habría que trabajar para vivir, no vivir para trabajar.
En relación a tantos políticos, que con el disfraz de un discurso de izquierda se han enriquecido, Caparrós lamenta que el ejemplo de Mujica no deje más huella.
«Vivió como pensaba», sintetiza Caetano.

Julio María Sanguinetti, intelectual de fuste y máximo referente del Partido Colorado, de la misma generación de Mujica, con quienes fueron adversarios (Mujica era Tupamaro cuando Sanguinetti era ministro de Pacheco Areco) ponderó la actitudes de Mujica desde que se incorporó al juego democrático. Es inolvidable cuando ambos acordaron retirarse el mismo día del Senado y se estrecharon en un abrazo (ver foto arriba), luego publicaron -de la mano de dos periodistas- un libro juntos presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires.
El propio Sanguinetti recordó cuando el 27 de marzo pasado, invitó a Mujica a concurrir a la sede del Partido Colorado para conmemorar los 40 años de democracia. «No puso ningún pero, Don Julio ¡cómo no voy a ir!, me dijo». Allí estuvieron también el actual presidente Yamandú Orsi (por quien hizo campaña Pepe Mujica), Luis Lacalle Herrera y -de manera virtual- el reciente mandatario Luis Lacalle Pou.

En definitiva, el legado que dejó fue su austeridad, podría asemejarse a la figura del tandilense Facundo Cabral, pero en la política llama más la atención.
Paradojando el «no soy de aquí, ni soy de allá», Pepe Mujica no es solo de Uruguay, de alguna manera es universal.


