Evocando a Joseph Nye, creador del término poder blando: “Restaurar lo que Trump ha destruido no será imposible, pero sí costoso»

Nye falleció el pasado 6 de mayo a los 88 años. Promovió la cooperación y la difusión de los valores culturales por sobre la fuerza militar como herramientas para conseguir aliados. Un recorrido por sus ideas.

Hace alrededor de dos décadas, cursando la maestría de Ciencias Políticas, accedí por primera vez a los textos de Joseph Nye. Fue el diplomático Carlos Pérez Llana, que en la materia Relaciones Internacionales lo enseñaba como uno de los autores más importantes del mundo en esa especialidad.

La teoría de Nye del soft power, el «poder blando», como un elemento superador del puro poder militar, me fascinó.

Transcurría el primer lustro de los noventa y todavía estaba caliente el fin de la Guerra Fría, aparecía la tesis de Francis Fukuyama, El Fin de la Historia, y para muchos observadores occidentales parecía que los estados liberales democráticos marcarían el punto más alto e insuperable de las organizaciones nacionales en la era de la globalización.

Pronto esas ilusiones se desvanecerían, pero la teoría de Nye, en esencia se mantendría dentro de un mundo en constante mutación.

¿A que se refería J. Nye con «poder suave»?

Pensando en el liderazgo norteamericano (aunque el autor extendió el alcance de la teoría a otras aplicaciones) se trataba de ejercer el mismo no mediante la coacción, mediante el poder militar y el financiero (o no exclusivamente, se verá), sino a través de la difusión de valores culturales, del espectáculo, la tecnología, e incluso de personalidades influyentes.

Yendo al país del Norte, es evidente que tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (como integrante de los Aliados) y al caer el telón de la Guerra Fría la imagen de EEUU salió fortalecida; asimismo, por ejemplo con sus universidades, institutos tecnológicos, la NASA, Hollywood como meca del cine, e incluso Silicon Valley, Norteamérica estaba en mejores condiciones de conseguir adhesiones (de acuerdo a la óptica de Nye) que por la sola hegemonía militar.

La postura de Nye, definida como liberal en política internacional, se contrapone a la realista (uno de cuyos exponentes es Samuel Huntington) que destaca la importancia del poder sobre todo militar de los estados para consolidar la soberanía e imponerse en un sistema anárquico (que carece de un poder central) como el internacional. Para el realismo, la competencia entre las naciones es mucho más natural que la cooperación.

Nye junto con Robert Keohane, fueron coautores de un clásico de la escuela neoliberal «Poder e interdependencia» en el que exponían la teoría de la Interdependencia compleja, consistente en señalar que lo coercitivo debía ser secundario detrás de temas como la seguridad, medioambiente, economía, más propicios para alcanzar acuerdos de cooperación internacional.

Nye y Kehoane se enrolan en la vertiente neoliberal institucionalista que coincide con la neoliberal a secas en que ambas defienden la superioridad del libre mercado, pero los primeros enfatizan en la importancia que tienen las instituciones en el crecimiento económico y el bienestar, aceptando algunas regulaciones y orientada a la cooperación.

El itinerario del autor de Do Morals Matter? estaba «tan repleto de compromisos como el de cualquier estrella de rock con una autobiografía que vender», escribió el periodista Matt Schudel en extensa nota necrológica sobre Nye en The Washington Post (citando un comentario aparecido en The Independent.) Y agregó una frase del biografiado que define su pensamiento: “No se trata sólo de qué ejército gana, sino también de qué historia gana”.

El personaje central de este artículo era un defensor del multiculturalismo. «Estados Unidos -decía- pese a ser el país más fuerte, no puede actuar solo; necesita aliados e instituciones internacionales y, para ello, necesita “poder blando”.

Hace unos días Proyect Sindicate, el medio para el que Nye escribía periódicamente sus columnas, publicó un último artículo en el que el politólogo desliza la columna vertebral de su pensamiento y explica porque sus temores ante la segunda presidencia de Donald Trump.

Se titula: «El futuro del poder blando estadounidense» y en sus partes más salientes, dice:

«El poder es la capacidad de conseguir que los demás hagan lo que uno quiere. Esto se puede lograr con la coerción («palo»), el pago («zanahoria») y la atracción («miel»). Los dos primeros métodos son formas de poder duro, mientras que la atracción es poder blando. El poder blando surge de la cultura, los valores políticos y la política exterior de los países. En lo inmediato lo habitual es que el poder duro se imponga sobre el poder blando. Pero a largo plazo, suele ocurrir lo contrario. Iósíf Stalin se burló del papa, preguntando cuántas divisiones de tanques tenía. Pero el papado continúa, mientras que la Unión Soviética de Stalin ya no existe hace mucho tiempo.

Quien tiene poder de atracción puede ahorrarse zanahorias y palos. Si los aliados lo ven como un actor benévolo y fiable, es más probable que se dejen persuadir y sigan su ejemplo. Pero si lo ven como un matón indigno de confianza, lo más probable es que no colaboren y procuren reducir la interdependencia tanto como puedan. Un buen ejemplo lo da la Europa de la Guerra Fría. Un historiador noruego describió a Europa como dividida en un imperio soviético y otro estadounidense. Pero había una diferencia crucial: el lado estadounidense era «un imperio por invitación». Esto quedó claro cuando los soviéticos tuvieron que desplegar tropas en Budapest en 1956 y en Praga en 1968. En cambio, la OTAN no solo ha sobrevivido, sino que ha aumentado voluntariamente su número de miembros.

Nye fue decano de la escuela de Gobierno de Harvard, presidente del Consejo de Inteligencia y subsecretario de Defensa

Una idea adecuada del poder debe tener en cuenta no sólo el aspecto duro, sino también el aspecto blando. Aunque Maquiavelo dijo que para un príncipe es preferible ser temido más que amado, lo mejor es tener ambas cosas… El Muro de Berlín no cayó ante una descarga de artillería; lo derribaron con martillos y excavadoras personas que habían perdido la fe en el comunismo y se sentían atraídas hacia los valores occidentales.

Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU intentó consagrar sus valores en lo que se conocería como el «orden internacional liberal»…Es verdad que no siempre estuvo a la altura de sus valores liberales, limitando su alcance por la bipolaridad de la Guerra Fría. Pero el sistema de posguerra habría sido muy diferente si las potencias del Eje hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial e impuesto sus valores.

Algunos presidentes estadounidenses anteriores han violado aspectos del orden liberal, pero Donald Trump es el primero en rechazar la idea de que el poder blando tenga algún valor en política exterior.

Los efectos de que un gobierno estadounidense renuncie al poder blando son fáciles de predecir (da varios ejemplos sobre organismos internacionales y continúa) Usar la coerción contra democracias aliadas (como Dinamarca o Canadá) debilita la fe en nuestras alianzas. Amenazar a Panamá reaviva el temor al imperialismo en toda América Latina...Imponer aranceles a países amigos nos hace parecer menos fiables. Tratar de limitar la libertad de expresión en casa nos resta credibilidad. Y la lista podría continuar...

Nye exponiendo en un panel sobre energía nuclear

China viene intentando generar poder blando; sin embargo, el gigante asiático enfrenta dos viejos obstáculos en este sentido. En primer lugar, sus disputas territoriales con varios vecinos. En segundo lugar, la insistencia del PCCh en mantener un control férreo de la sociedad civil y estas políticas hacen que un país no resulte atractivo, mas vaya a saber que ocurrirá si Trump sigue debilitando al poder blando.

Es verdad que dicho poder blando ha tenido sus altibajos con los años. Estados Unidos generó rechazo en muchos países durante las guerras de Vietnam e Irak. Pero el poder blando no depende solamente de las acciones de los gobiernos, sino también de la sociedad y la cultura de un país. Incluso durante la guerra de Vietnam, cuando multitudes marchaban en todo el mundo contra las políticas de Estados Unidos, coreaban un himno de los derechos civiles estadounidense We Shall Overcome

Es probable que la democracia estadounidense sobreviva a cuatro años de Trump. La cultura política de los Estados Unidos es resiliente, y su constitución federal pone frenos al poder de los gobernantes. Hay una probabilidad razonable de que los demócratas recuperen el control de la Cámara de Representantes en las elecciones de 2026. Además, la sociedad civil sigue siendo fuerte y la independencia de los tribunales se mantiene. Muchas organizaciones han iniciado demandas legales contra las acciones de Trump, y los mercados han expresado insatisfacción con sus políticas económicas.

Y concluye: El poder blando estadounidense padeció con las guerras de Vietnam e Irak y con el primer mandato de Trump, pero en ambos casos se recuperó. Sin embargo, cuando la confianza se pierde es difícil recuperarla. Rusia perdió la mayor parte de su poder blando tras la invasión de Ucrania, pero China está trabajando para llenar cualquier vacío que deje Trump. Según el presidente chino Xi Jinping, Oriente está en ascenso sobre Occidente. Si Trump cree que puede competir con China al mismo tiempo que debilita la confianza de los aliados de Estados Unidos, proclama aspiraciones imperiales, destruye la USAID, silencia la Voz de América, desafía las leyes de su país y lo retira de los organismos de la ONU, es probable que fracase. Restaurar lo que ha destruido no será imposible, pero sí costoso», concluye el texto.

 Joseph Nye con G Bush en 1998; con H. Kissinger 2004; primer ministro de Vietnam Nguyen Tan Dung en 2010 y Bill Clinton en 2001.
Ambos autores de Poder e Interdependencia

«El poder es como el amor, dijo el profesor Nye en su libro Poder blando, es más fácil de experimentar que de definir o de medir, pero eso no hace que sea menos real» destacan Estanislao Molina y Santiago Leiva en una nota homenaje a Joseph Nye a quien definen como un campeón en relaciones internacionales.

A su teoría base, Nye agregó la importancia que fueron tomando en política internacional actores hasta entonces periféricos—como actores no estatales, corporaciones tecnológicas e incluso individuos influyentes— que compiten y desplazan a los Estados-nación tradicionales en la disputa por la influencia.

Un punto aparte en cuanto al influjo que tuvieron los presidentes de los EE.UU más allá de sus fronteras (Nye lo desliza aunque no lo desarrolla): Por ejemplo que una figura como Barack Obama, de descendencia afroamericana, haya alcanzado la presidencia del país más poderoso del mundo era una imagen cargada de sentido (acompañado de una personalidad como su esposa Michelle (ambos incurrieron en iniciativas como documentales en Netflix), como en su momento el matrimonio Bill y Hillary Clinton, exponentes de la generación de los baby boomers, influyente incluso en la moda (se puede ver en la serie sobre la revista Vogue el impacto en esos años de la figura de Hillary) , o antes John Kennedy con su glamour; algo no privativo de los demócratas, por ejemplo la llegada de Ronald Reagan, un ex actor de California, a la Casa Blanca, también hizo lo suyo con su defensa de los valores occidentales como la libertad de prensa.

Otro concepto que agrega Nye al soft power es el del smart power (poder inteligente) en cierta forma una combinación estratégica de hard y soft power.

En la práctica, La administración Obama (2008–2016) plasmó la doctrina de smart power combinando acciones militares selectivas (v.gr el caso de Ben Laden) con el uso del poder blando a través de la diplomacia y la promoción de valores democráticos (discurso de El Cairo). También aparecen como aplicación de esa teoría: la campaña en Afganistán, las negociaciones con Irán (de inspecciones al desarrollo nuclear), y cierta distención en la relación diplomática con Cuba.

Nye mantuvo conversaciones con funcionarios de diversos países -incluso asiáticos y africanos- sobre como incrementar el soft power.

Los vientos que corren -no solo en EEUU- parecen ir por otra dirección que la del poder suave. Y como si fuera poco, la casa de Estudios (Harvard) donde Nye desarrolló su actividad está bajo asedio del actual poder ejecutivo estadounidense.

Sobre el Américan First de Trump, señaló Nye que las políticas del actual mandatario estadounidense sugieren que «no está pensando primero en Estados Unidos, sino solo en Estados Unidos”.

Fotos de la Harvard Kennedy Society. Nye hablando en una convención de la HKS en 1997; foro de mujeres líderes y en un evento de servicio público 2003 y dando clase en1980.

Biografía (extracto del Washington Post)

Joseph Samuel Nye Jr. nació en South Orange, Nueva Jersey, el 19 de enero de 1937, tercero de cuatro hijos. Su padre era corredor de bonos de Wall Street y su madre había sido secretaria antes de casarse.

Cuando el Dr. Nye era niño, su familia se mudó a una granja de 40 hectáreas cerca del pueblo de New Vernon, Nueva Jersey. El Dr. Nye recogía manzanas, cuidaba animales y desarrolló una pasión por la jardinería que perduró toda su vida.

En la Universidad de Princeton, consideró brevemente estudiar para el ministerio hasta que leyó la Biblia de principio a fin y se convirtió en un agnóstico de por vida. Pasó un verano fuera del campus haciendo autostop por Norteamérica y trabajando en un campamento minero en la frontera entre Alaska y Columbia Británica.

El Dr. Nye centró sus estudios en economía, historia y política, graduándose en 1958. Luego recibió una beca Rhodes para estudiar en la Universidad de Oxford, donde formó parte de los equipos de remo y rugby y conoció a estudiantes de África, lo que le ayudó a reorientar sus intereses hacia los movimientos democráticos poscoloniales y las relaciones internacionales.

Tras obtener una segunda licenciatura en 1960, se matriculó en la escuela de posgrado de Harvard, donde entre sus profesores se encontraba John Kenneth Galbraith, cuya trayectoria abarcó el mundo académico y diplomático. El Dr. Nye se doctoró en 1964, se incorporó al profesorado de Harvard y dos años más tarde inició una colaboración de casi seis décadas con la Escuela Kennedy de dicha universidad.

A finales de la década de 1970, Nye fue subsecretario de Estado adjunto durante la administración Carter. De 1989 a 1993, dirigió el actual Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de Harvard, donde colaboró ​​en la dirección de estudios sobre los peligros de las llamadas «armas nucleares sueltas», o arsenales nucleares mal vigilados en la antigua Unión Soviética.

Posteriormente, el Dr. Nye supervisó las iniciativas de no proliferación nuclear durante la administración Clinton y fue subsecretario de Defensa para Asuntos Internacionales. Se le atribuyó el fortalecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Japón, como contrapeso al creciente protagonismo de China.

El Dr. Nye vivía en Lexington, Massachusetts, y era propietario de una granja en New Hampshire, donde escribió gran parte de su obra. Su autobiografía, «Una vida en el siglo americano», se publicó el año pasado. Fue miembro del comité ejecutivo de la Comisión Trilateral, que busca fomentar la cooperación internacional, y miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias.

El fallecimiento de Joseph Nye, el 6 de mayo pasado en un hospital de Cambridge, Massachusetts, a los 88 años fue confirmado por su hijo Daniel, quien no especificó la causa. El Dr. Nye tenía previsto participar en reuniones profesionales en Washington e Inglaterra a finales de esa semana.

Su esposa durante 63 años, Molly Harding, falleció en diciembre. Le sobreviven tres hijos, John, Benjamin y Daniel Nye; y nueve nietos.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.