Violeta Chamorro, primera presidenta electa en Latinoamérica; recordada por dos grandes escritores de su país

Violeta Chamorro, fallecida a los 95 años en el exilio en Costa Rica fue la esperanza de una Nicaragua democrática. Gobernó el país centroamericano entre 1990 y 1997 impidiendo el primer intento de reelección de Daniel Ortega que había llegado al poder producto de la revolución sandinista.

Era inédito que un gobierno revolucionario entregara el poder, lo que alentó ciertas esperanzas de democratización en el país centroamericano.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) había recibido el respaldo de la socialdemocracia con la expectativa de que represente una izquierda moderada, no comunista, que encare reformas sociales, algunas de las cuales -de acuerdo a algunos informes de la época- alcanzó a concretar.

La entrega del poder a Chamorro marcaba una distinción con el comunismo y una desmentida a los «contras» respaldados por Estados Unidos que consideraban aquello inviable.

Lo que vendría después provocaría una profunda desilusión entre los demócratas del mundo.

De la prensa a la política

El padre de Violeta, Pedro Joaquín Chamorro, dueño del diario La Prensa de Nicaragua, había sido asesinado durante la feroz dictadura de Somoza, a la que el periódico siguió oponiéndose en manos de su hija que en 1979 formó parte de la primera Junta de Gobierno, de la que luego se alejó para volver a dedicarse a la dirección periodística.

Fue sobre fines de la década del 80 que encabezó un movimiento opositor que en 1990 ganó las elecciones.

El pase de la presidencia de Daniel Ortega a Violeta Chamorro

A Violeta Barrios de Chamorro la sucedió Arnoldo Alemán cuyo gobierno estuvo manchado por escándalos de corrupción y pactos que pavimentaron el regreso al poder de Daniel Ortega que ejerce el mando desde 2006, es decir hace casi 20 años.

Desde hace dos décadas Ortega encabeza una tiranía bicéfala junto a su pareja Rosario Murillo, en las última elecciones se obligó a los candidatos no oficialistas a declinar sus candidaturas o marcharse de Nicaragua, más allá de las recurrentes denuncias por persecuciones y numerosos presos políticos.

Chamorro se exilió en Costa Rica, así como tres de sus cuatro hijos. Ortega se había convertido en Somoza.

CR

V.Chamorro junto al ex premier español Felipe González

Recuerdos y relatos: Sergio Ramírez y Gioconda Belli

Ambos son intelectuales de fuste; los dos adhirieron a la revolución sandinista (Ramírez fue nada menos que vicepresidente del primer Ortega, Belli militante y dirigente del FSLN), los dos viven lejos de su patria y en algunas de sus obras han retratado la pendiente de Nicaragua hacia a dictadura y la añoranza por la tierra de nacimiento.

Giaconda Belli publicó en El Confidencial, un artículo titulado Un poder con ternura, con un copete que dice: «Doña Violeta fue y sigue siendo nuestra presidenta, la original, la de un período que más brilla mientras más pasa el tiempo»

Algunos de los párrafos más salientes de la nota:

«Entre los recuerdos de mi infancia, Doña Violeta aparece una noche golpeando las puertas de mi casa en la Colonia Mántica, llamando a sus vecinos, mis padres: “Humberto, Gloria, se llevaron a Pedro”.

Sucedió la noche en que Rigoberto López Pérez le disparó a Somoza en León, el 21 de septiembre de 1956. Yo tenía ocho años y desde la escalera vi y oí a Doña Violeta hasta que me mandaron a acostar.

El director del diario La Prensa era objeto del odio somocista... Mientras no lo censuraban, era una voz inequívoca de la resistencia moral contra la dictadura somocista…

Como sandinista que era yo, no puedo decir que celebré cuando ganó las elecciones. No lo celebré, pero lo entendí cada vez mejor a medida que pasó el tiempo y que la ambición y la acción de Daniel Ortega y lo que quedó del FSLN, se fue revelando hasta exacerbarse y llevar a Nicaragua a otra tiranía.

Durante su mandato no se le vio como adversaria y por eso se fue ganando a muchos y empezamos a quererla y a creer que sí podríamos vivir en paz y hacer un país diferente donde nos escucháramos y dejáramos de perseguirnos y matarnos.

Doña Violeta no era el modelo de esa utopía femenina que escribí en mi novela El País de las Mujeres, pero ella sí me inspiró la idea de un poder diferente…Fui a su casa y la entrevisté para la novela. Nos sentamos en el estudio lleno de fotos de ella, Pedro Joaquín y sus hijos. Me mostró la camisa ensangrentada de Pedro, me habló de responder a un llamado de amor al país cuando aceptó ser candidata. Nos reímos con varias de sus anécdotas (N de la R: cuenta sobre una tensa conversación con dirigentes guerrilleros salvadoreños, a uno de los cuales le terminó cosiendo un botón)…Luego me llevó a un cuarto donde guardaba souvenirs de su presidencia. Y aquí revelaré un secreto que ahora es tan poderoso y simbólico: “El día de la toma de posesión, yo no le puse a Alemán la banda presidencial mía, mandé hacer otra y me quedé con la original” —me dijo con una sonrisa pícara.

Y así fue y pasará a la historia. Ella fue y sigue siendo nuestra presidenta, la original, la de un período que más brilla mientras más pasa el tiempo…»

Gioconda Belli y Sergio Ramírez

El escrito de Ramírez, Una Mujer en la Historia, publicado en La Nación de Argentina y El País de España, sostiene en la parte medular:

«En la historia contemporánea de Nicaragua, signada por la opresión y la violencia, los presidentes civiles, respetuosos de las leyes y de la Constitución, son más que escasos, mientras abundan los tiranos que se enquistan en el poder decididos a sostenerse a cualquier costo, aun el de la sangre, y a heredarlo a sus hijos como se si tratara de un patrimonio personal. Triste historia repetida que ha atravesado la frontera del siglo XXI.

Doña Violeta ha sido una de esas excepciones, y la más notable de todas.–

Asumió la presidencia en medio de una feroz polarización que alcanzaba aun las filas de la coalición opositora que la llevó como candidata; acalló las voces que pedían venganza contra los derrotados, y consiguió en cambio la reconciliación, logró el desarme de los miles de combatientes de las fuerzas de la contra, sacó adelante la profesionalización del ejército, que hasta entonces era una fuerza militar del partido de gobierno, sanó una economía en números rojos, marcada por la inflación y la escasez, devolvió su papel constitucional a las instituciones del Estado, y pudo imponerse ante los designios de Daniel Ortega, el candidato perdedor, que buscaba hacerle la vida imposible instigando huelgas y asonadas».

Luego el autor de Castigo Divino se refiere al voto oculto (que favoreció a Violeta Chamorro) con creces (en la elección del 90 contra el movimiento encabezado por Ortega) porque no es lo mismo llenar plazas de gente que llenar de votos las urnas, y continúa: «Fue de esos presidentes austeros que ya poco se ven…Cuando las cenizas de doña Violeta vuelvan a su patria, será porque las sombras que hoy oscurecen al país se habrán disipado, y entonces su retorno será una celebración de la democracia y de la libertad, y la prueba de que Nicaragua ha vuelto a ser república, como quería Pedro Joaquín y lo quiso ella».

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