El tema racial, la «caza» de inmigrantes, el uso excesivo de armas de fuego; asuntos muy actuales en la convulsionada Norteamérica, son llevados al límite en el thriller Una batalla tras otra.
La violencia es en definitiva el eje de la película en cuestión, más allá que la relación de amor entre el padre Bob (Leonardo DiCaprio) y Willa (Chase Infiniti) está presente casi desde el comienzo de la trama.
El film empieza cuando un grupo revolucionario en el oeste norteamericano genera caos, asaltando bancos, arrojando bombas, o liberando inmigrantes de centros de detención.
Una de las lideres de los agitadores, Perfidia (rol de la actriz Teyana Taylor) en pareja con Bob, huye y lo deja a él con una beba recién nacida, a la vez que provoca y mantiene una relación fugaz con un militar obsesionado sexualmente por esa mujer negra, a la vez que pertenece a una organización supramasista (el papel lo protagoniza Sean Penn).
Este último encabeza años después una persecución contra personas que participaron de aquel movimiento anarquista y de otras personas bajo sospecha, pero su mente apunta especialmente a encontrar a Bob y la hija de quien duda si no es producto de aquella eventual relación que tuvo con Perfidia, lo que lo pondría en complicaciones con los jefes de esa agrupación supramasista que integra, pues sería una chica mestiza.
Bob se vuelve protector de la nena que crece a su lado hasta que tienen que escapar.
El vive escondido, fumando marihuana, declinando comportamientos que van quedando lejanos en el pasado. Vive para su hija ya adolescente a la que cuida y controla. Una noche en la que ella estaba en un baile con amigos es rescatada y llevada a un escondite ante el peligro de ser atrapada.
Bob la busca desesperadamente, pero pronto tendrá que huir del asecho de los agentes de seguridad, a la vez que se realizan diversas razias contra sospechosos, sobre todo inmigrantes latinos.

Hasta que llega el tramo más espectacular del film, las persecuciones en la ruta, hay momentos de antología.
El suspenso se mantiene de principio a fin.
DiCaprio cumple un desempeño brillante, también se destacan en sus roles Sean Pean (en lo gestual como alguien vengativo e hipócrita) y Taylor (en la piel de la chica que hereda el carácter de la madre que no conoció).
El argumento da para diversas interpretaciones, en ciertos momentos parece algo forzado.
Basada en una novela de Thomas Pynchon (Vineland, 1990), en Una batalla tras otra se intenta exponer tanto la violencia de grupos radicalizados, como la delación y los apremios (aunque estos no se ven) a los que recurren los organismos encargados de reprimir.
Para el espectador de 2025, es inevitable buscar analogías con el actual EE.UU gobernado por Donald Trump.

El británico The Guardian describió a la película dirigida por Paul Thomas Anderson como “un thriller de acción bizarro, impulsado por la energía del cómic pulp y una indignación política transformada, manteniendo siempre el pie en el acelerador”. Según WMagazín -que cita a ese diario londinense- se trata de un thriller-comedia-parodia de acción.
W Magazín define a Anderson (1970) como un «creador de universos cinematográficos que se apropió del mundo de Pynchon para expandirlo… Aunque (a la película) le sobra metraje, y le falta afinación, se confirma su maestría técnica y de dominio de diferentes géneros cinematográficos», adaptando una literatura con «personajes extravagantes que terminan metidos en problemas inverosímiles, propio de un Kafka posmodermo».

