Lealtad al poder, valor excluyente que puso a Pichetto como escolta de Macri.

Verticalismo a toda prueba, habilidad para sacar leyes, pragmatismo y flexibilidad para «comprender los cambios en política internacional», una ideología que al tiempo que detesta el garantismo, defiende el estado laico y el aborto no punible; no ser «políticamente correcto» es una de sus características; su amistad con el juez Bonadìo; todos elementos para tener en cuenta en Miguel Pichetto, algo así como el «Talleyrand criollo».

La elección de Mauricio Macri para que Miguel Pichetto lo acompañe en la fórmula, ostenta como elemento central la «lealtad» a toda prueba que el senador peronista garantiza a la institución presidencial, cualquiera sea quien ocupe el sillón de Rivadavia.

El recorrido de Pichetto por la política nacional, permite atribuirle la categoría de un «Talleyrand argentino» (el legendario Charles Maurice de Talleyrand transitó como funcionario de primer nivel la Revolución Francesa, la etapa napoleónica, la restauración monarquica y el reinado de Luis Felipe).

La lealtad a quien le toque mandar es consustancial a la trayectoria de Pichetto, quien fuera un hombre clave del peronismo en las diversas vertientes del justicialismo: menemismo (cuando rescató a jueces como Norberto Oyarbide); duhaldismo (al haber sido el puntal para que los medios consiguieran el mecanismo de cram down que los salvó de la extranjerización tras la crisis del 2001); y el kirchnerismo, etapa en la cual -como jefe de bancada en la Cámara alta- fue una máquina infalible de «sacar» leyes (salvo la 125, aunque su esfuerzo fue titánico).

A tal punto llegó la fidelidad de Pichetto a Cristina, que pese a que aquella norma de cram down tuvo a Clarín como principal beneficiario, años después se debió «tragar el sapo» de la feroz pelea de su jefa con el multimedio.

Pero la ofensa que más le costó digerir al senador por Río Negro, mientras el kirchnerismo ocupó la Casa Rosada, fue la falta de respaldo que sintió en sus frustrados intentos de alcanzar la gobernación de dicha provincia -el verdadero karma de Pichetto-, primero ante el radical K Miguel Saíz (tiempos de la «Concertacion Plural») y a mediados de 2015 frente a Alberto Weretilenck.

Sin embargo, incluso en este último trance Pichetto despegó a CFK de su derrota -que luego achacaría a la situación económica- no mostrando atisbos de rebeldía hasta el agotamiento de esa etapa, cuando Macri se impuso a Daniel Scioli.

Talleyrand, también trascendió todos los gobiernos en el siglo XVIII y XIX: De la Revolución Francesa a la Restauración, pasando por Napoleón Bonaparte

Factor Pichetto
Más allá de la obvia intención de ampliar la coalición gobernante, la designación de Pichetto como vice no cabe duda que responde a la poca confianza de Macri en tener a un radical a sus espaldas. Sabe que el rionegrino por adopción (criado en Banfield) nunca pondría en duda su autoridad, ni cuestionaría ninguna de las iniciativas políticas. El no sentir una sombra, o la posibilidad de una traición, es algo que no lo dejaba dormir a Macri desde que se empezó a difundir la hipótesis del Plan V, o un sector de la UCR le exigía competir en las PASO.

Concretamente, y en el plano de los hechos, en una eventual reelección de Macri podría Pichetto ser un puntal para sacar normas como la reforma laboral, previsional, o el endurecimiento de las penas. Jamás le pondría un «pero» a nada como haría un radical culposo.

Un dato relevante va a ser la cuestión del manejo de los fueros de Menem y Cristina en el Senado; todo indica que la postura de MP en la materia pasará a ser «política de Estado».

Es más, probablemente -siempre en la hipótesis de otro mandato de Macri- se avanzaría en el cierre definitivo de las causas a militares encarcelados por juicios relacionados con los «derechos humanos» en el marco de la lucha antiterrorista de los 80. Pichetto viene dando pistas en ese sentido, al insistir en que las fuerzas armadas están consustanciadas con la democracia y hay que dejar atrás cuestiones del pasado.

Otro condimento de la personalidad del hombre en cuestión es el decisionismo (la determinación en política para asumir decisiones de acuerdo al rol por cumplir), su repudio a los «tibios» que lo hizo alejarse del peronismo federal, con durísimos reproches a Roberto Lavagna; o en su momento condenar la actitud de Cobos cuando como vicepresidente votó «no positivo» en el tema de las retenciones móviles (ver al final de la nota).

¿Conservador «progre»?

Es cierto que en materia de seguridad o política inmigratoria, Pichetto adhiere a lo que podría llamarse una ideología nacionalista o conservadora.

Muy contrario a las banderas del «garantismo», quienes lo frecuentaron ya en los años del menemismo lo escuchaban aborrecer al ex cortesano Eugenio Zaffaroni; aunque al mismo tiempo protegía a Oyarbide, o mantenía una estrecha relación con el juez Claudio Bonadío de los tiempos en que este último fue operador de Carlos Corach.

Esta buena llegada a Bonadío, la suele extender Pichetto a la justicia federal, clave en los juicios anticorrupción.

Pero en áreas relacionadas con las decisiones individuales, quizá por su formación libresca o la influencia del ámbiente rionegrino; Pichetto es defensor de la separación de la Iglesia y el Estado, así como del aborto no punible.

En este plano, como en otros, una característica de Pichetto que es no ser «demagógico» al integrar convicciones que dentro del «perfil» de su electorado podrían no favorecerlo. Si no ser «políticamente correcto» es una virtud, Pichetto la tiene.

En primera persona

En aquel memorable debate, cuando Pichetto -jefe del entonces bloque oficialista del Frente para la Victoria- (cuyo desenlace aparece abajo), votó a favor de la 125 e instaba a Julio Cobos a «no ser un Judas» y hacerlo de la misma manera; Miguel Pichetto le hizo a este cronista (entonces corresponsal en Buenos Aires del diario «Río Negro» el elogio que se escucha en el vídeo. 
«Como buen periodista que es», aludía a una entrevista que yo le había realizado en el Congreso un par de días antes, en la que me dijo que «si Cobos votaba en contra (de las retenciones móviles) tendría que irse del gobierno».
Me acuerdo que cuando iba escuchando aquel cierre de debate (serían las 3,30 de la madrugada), y empezó a hablar de mí (porque el relato venía de antes) sintiendo esa extraña sensación de haber dado una primicia (mi teléfono celular no dejaba de sonar) tan fuerte como efímera.

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