Innovador, creativo; reunió estilo, ética y estética; Guillermo Vilas fue mucho más que el mejor tenista argentino de todos los tiempos. Convivió con la popularidad y el glamour, el zurdo que enamoró e hizo soñar a los argentinos con el mundo de las raquetas nació hace siete décadas en la Ciudad de Buenos Aires, pero a los 10 días se trasladó con su familia a Mar del Plata donde creció entre los remolinos de viento del club Náutico, pegandole horas a la pelota contra el frontón para empezar a competir; su piel se llenó de sol en los cientos de courts que pisó del universo, su fuego sagrado lo llevó a la cima de su amado deporte.
La vincha y la muñequera, el rito de soplarse los dedos antes de sacar, los entonces inéditos golpes con efecto que aprendió de la mano de su primer profe Felipe Loccicero (al que trajo desde Rosario, Roque Vilas, el padre de Willy y presidente del club marplatense del puerto) quien le transmitía los secretos del juego dando vueltas las páginas de un libro de Bill Tilden.

Esos fueron algunos de los cimientos del mejor tenista argentino de todos los tiempos, e incomparable porque una actividad que antes del boom de Vilas practicaban 50 mil personas pasaron a hacerlo a inicios de 1980 unas 3 millones de personas ; y la Argentina empezó a llenarse -como sostenía el periodista que lo seguía para la revista EL Gráfico, Lucho Hernandez- de gajos anaranjados. Por eso no hubo ni habrá otro igual que Guillermo Vilas.
Gigante en la cancha, ganador de 62 torneos ATP, 4 títulos de Grand Slam (Roland Garros, US Open y 2 Australia), finalista de Majors en otros cuatro oportunidades, y tres veces campeón del Grand Prix (semejante a la actual Carrera de Campeones) lo que prueba que fue quien más puntos sumó en tres temporadas. Y tantas más estadísticas; su look de los 70-80 jean deshilachados, los auriculares escuchando a Pescado Rabioso, el disco que produjo del Flaco Spinetta, sus libros de poemas, una película, Players, en la que «ganó» el Grande que le faltaba.

PROGRAMA ESPECIAL
En medio de la pandemia, el 17 de agosto de 2020, con el colega Hernán O Donnell hicimos un programa homenaje en el que intentamos pintar a Vilas de cuerpo entero: Sus comienzos, su carrera, los hitos, los diversos caminos… A continuación, el reconocimiento al inmenso Willy.


Si bien en 1975 obtuvo el Grand Prix y de haberse aplicado correctamente el ranking ATP debió ser el número 1 del mundo (cuestión a la que está dedicada la imperdible documental «Serás lo que debas ser» de Eduardo Puppo, por Netflix) sus logros en 1977 resultaron abrumadores: 16 títulos, 50 victorias seguidas (racha interrumpida por Illie Nastase (a quien derrotó en la definición del Masters 74) que uso una raqueta de doble encordado luego impugnada) y )una seguidilla de triunfos a posteriori para concluir una temporada fantástica con 130 triunfos.






Tras ese abrumador 77, Guillermo Vilas tuvo otras brillantes temporadas. En 1978 y 79 ganó el Open de Australia, en el 81 fue finalista de la Copa Davis junto a José Luis Clerc, en el 83 jugó uno de los partidos más espectaculares de su trayectoria en el Buenos Aires Lawn Tennis derrotando por la competencia de la Ensaladera a John Mc Enroe.
Como se señalaba en el video, Ion Tiriac como coach y Juan Carlos Belfonte (preparador físico) fueron dos personas medulares en la exitosa carrera del crack.






Desde hace alrededor de un lustro, Guillermo atraviesa un deterioro cognitivo, según los especialistas irreversible, aunque vive en Montecarlo con la asistencia y el calor de su familia ; Los miles de mensajes de aliento y cariño hacia Guillermo por estas horas hacen soñar con un milagro, o que al menos pueda recibir tantas palabras de agradecimiento por lo que le dio a tanta gente; momentos imborrables que quedan inscriptos para siempre.




