A Mario Vargas Llosa le causaría gracia el mote de «inmortal» con el que se denomina a los nombrados en la Academia fundada por el cardenal Richalieu en 1635 ya que ha dicho que quiere escribir hasta el final y está más activo que nunca, como para que «la muerte llegue lo más tarde posible»; aunque seguramente es consciente que su obra sí está destinada a la eternidad, como la de -entre otros- sus admirados Victor Hugo o Gustave Flaubert.
Mucho se ha escrito en estos días sobre su designación y asunción como miembro de la Academia Francesa, siendo el primer autor que no escribe originalmente en francés en obtener semejante lauro.
Más allá de ello, pocos grandes literatos han rendido tantos tributos a la tradición francesa como deudores e intérpretes . Es sabida la devoción del autor de La Ciudad y los Perros por el creador de Madame Bobary (el día que llegó a París compró una edición de esa novela) ha comentado; así como el modo en que influyó en su obra «La Educación Sentimental». «Sin Flaubert nunca habría sido el escritor que soy, ni habría escrito lo que he escrito”, afirmó sobre el autor al que dedicó el libro La Orgía Perpetua.
Pero también MVLl mucho ha escrito y dicho sobre como lo marcaron en muy diversas épocas, desde muy joven: Victor Hugo, Alejandro Dumas, Baudelaire, Jean Paul Sartre, Andre Malraux y Albert Camus. Y en pensamiento político suele citar a manera de referentes a liberales como Raymond Aron y Jean F Revel
«En Paris me convertí en escritor, Francia es la capital cultural del mundo», sostuvo el autor de Conversación en la Catedral, al asumir como ocupante del asiento 18 de la Academia (en lugar del filósofo Michel Serres, fallecido en 2019)
Premio Nobel de Literatura, Premio Cervantes, miembro de la Academia Peruana de Letras y de la Real Academia Española, podría decirse que era el gran galardón que le faltaba.
El contenido de su discurso en la Cúpula de la Academia ha sido reproducido en numerosos medios «La novela salvará la democracia o naufragará con ella y desaparecerá», quedó como la frase principal de su alocución.
Vargas Llosa lució un uniforme azul marino con bordados de hilos dorados. Como parte de un rito recibió la espada como miembro de la institución entregada por la secretaria permanente, Hélène Carrère d’Encausse.
El periodista y escritor peruano Raúl Tola (muy cercano a Vargas Llosa) fue otro de los invitados, y en el medio Nativa confió sus impresiones sobre el acto y el consagrado autor:
Alrededor del evento, hubo una especie de reconciliación con su ex esposa, Patricia Llosa, quien se sumó a sus hijos para acompañar la ceremonia.
Tanto Alvaro como Morgana tuitearon numerosas fotos con las vivencias familiares de los últimos días.
Es una cuestión que pertenece a la privacidad, aunque imposible de obviar por la dimensión pública que tomó la separación del escritor con Patricia a partir de la pareja que conformó el Nobel con la modelo Isabel Presley, pero que concluyó.
Patricia fue durante muchos años no solo su esposa, sino también prácticamente su secretaria personal que le organizaba la vida, las entrevistas, los cronogramas de los seminarios.


El escritor invitó al rey emérito de España Juan Carlos I, en reconocimiento al papel que en su momento cumplió en el país Ibérico (algo que para parte de la opinión pública fue opacado por ciertas cuestiones que lo llevaron a abdicar de la Corona) y también en honor a la amistad de cuando Vargas Llosa frecuentaba el país Ibérico, donde vivió varios años en Barcelona.
«Gracias por lo que usted ha hecho por España. Nadie con un mínimo conocimiento del papel que ha jugado para que España sea una democracia liberal europea puede dejar de reconocérselo. El presiddente de Francia, (Emmanuele) Macron, que los ha invitado a ambos a cenar mañana junto con Javier Cercas, lo reconoce también», tuiteó Alvaro Vargas Llosa sobre Juan Carlos.

Lanzamiento
Como una celebración de su entrada a la Academia Francesa, se acaba de lanzar Un Bárbaro en París con una antología de ensayos sobre la cultura gala.
Parte del anuncio de la editorial, señala: «Los mitos literarios y el dinamismo intelectual en Francia sedujeron a Mario Vargas Llosa en los inicios de su carrera hasta el punto de que llegó a creer que sólo se convertiría en escritor si llegaba a París y lograba aclimatarse a un ambiente que concedía a las artes y al pensamiento un lugar privilegiado.
Las novelas de Dumas y Flaubert le abrieron la imaginación y lo inclinaron hacia el realismo, y las ideas de Sartre, Camus, Bataille, Aron y Revel le mostraron cómo debía ser un intelectual público».
