Tenis, juego de efectos y erotismo en una novela sobre los malentendidos de la literatura

A manera de precalentamiento comenzamos con una lectura lateral de la reciente novela de Guillermo Martínez (en lo que tiene que ver con el tenis), para derivar en el eje del texto (lo maleable de la verdad y de las interpretaciones; el enigma sobre las claves del éxito y el fracaso) de desenlace imprevisible.

Aunque el juego de las raquetas no es el epicentro de La Ultima Vez, la obra presenta varias aristas relacionadas con el deporte preferido por nuestros lectores.

Merton, uno de los personajes principales de la novela de Guillermo Martínez, es un crítico literario que a los 15 años -como alternativa a la “dictadura de los libros” que le habían impuesto sus padres- comenzó a trabajar como cuidador de una cancha de tenis en un club universitario, situación que aprovechaba para practicar en el frontón con una raqueta que le prestaba uno de los socios. Alguien le vió condiciones y así consiguió una beca para tomar clases. De allí saltó a torneos juveniles (“a una edad algo tardía” señala el texto, teniendo en cuenta que los jugadores que aspiran al profesionalismo suelen destacarse en la etapa pre adolescente, aunque hay excepciones) y a disputar el circuito europeo, pero «a medida que se extinguía su rebelión juvenil en las ásperas competencias de las canchas, volvió al redil de los libros».

En tanto Mavi, hija del matrimonio que recibe a Merton como huésped para una misión en España, es una adolescente que se ha destacado en su país llegando a número 2 del ranking junior europeo, pero que recientemente ha declinado ser tenista profesional.     

Muchas cosas han sucedido en la trama de la novela hasta que ambos se encuentran para un intercambio tenístico en la cancha de la casa de la ciudad de Barcelona a la que había viajado Merton para intentar resolver un enigma sobre la obra literaria de A, un renombrado escritor que yace postrado en una cama (padece una enfermedad terminal) por lo que la cancha es utilizada algo por su esposa Morgana, pero sobre todo por la hija de ambos, Mavi.   

El encuentro en el court se desarrolla en medio de una lid de seducción entre madre e hija respecto de Merton. Por ello la joven le pide a este último que se apure en llegar a la cancha para que no los vea su mamá (que había ido al centro y no volvería hasta el mediodía).

La relación no parece simétrica, Merton se siente más vinculado a Morgana por una cuestión de edad (además se conocieron años atrás y quedó cierta atracción), pero esta última, pese a que no existe casi relación con su marido intenta prima facie mantener hacia él cierta lealtad al menos desde lo declamativo, a la vez que no abandona las insinuaciones al analista literario.

Mientras los días transcurren en esa ambiguedad, Mavi se comportará en una cena que comparten los tres como una chica caprichosa en disputa con su madre. En esa ocasión, Mavi desliza que el tenis es un ítem en el que puede sacarle ventaja a su mamá. Y advierte que Merton puede ser un buen contendiente cuando él le cuenta que fue sparring de un jugador español de Copa Davis que había sido el primer entrenador de la joven.

El relato del cruce tenistico entre el crítico y la chica es muy extenso. Se abre con la descripción de la imagen de Mavi con visera verde fluo y sus movimientos como la práctica del servicio que Merton observa mientras camina hacia la cancha. Llega y elige la raqueta de acuerdo a la tensión del encordado.

Una síntesis de ese tramo (las cursivas son mías): “Empezó un peloteo largo, tendido, al principio cruzado. La derecha de Mavi se abría en un semicírculo alto y su mano izquierda se estiraba para apuntar la pelota, antes del latigazo controlado con el que devolvía cada golpe, todavía a media potencia. Merton aumentó de a poco la velocidad y sin que cambiaran una palabra ella se acopló al nuevo ritmo, como en la primera figura de una danza fácil en el que los dos estuvieran perfectamente coordinados. Las pelotas de ella le llegaban ahora rápidas en parábolas de top spin cada vez más rasantes… Le indicó con un gesto el revés y en un cambio de paso pronto estaban otra vez absortos en un cruce acompasado y parejo…El revés de Mavi era a dos manos y al avanzar la rodilla para afirmarse él podía ver la pierna desnuda hacia el muslo, su musculatura nítida, el relumbre de sus ojos verdes sobre el filo de la raqueta y la pequeña explosión de su pelo en cada impacto…Finalmente (ella) logró perforarlo con un revés paralelo que tomó con un salto de anticipación casi acrobático y estrelló contra la línea. Merton la vio respirar agitada, orgullosa de sí misma, con el pecho que le latía fuertemente…”

Ella propone jugar un set… Continúa el narrador: “Merton hubiera preferido que este momento no llegara, que simplemente hubieran seguido peloteando de esa manera muda y concertada, como dos pianistas profesionales que ya desde el primer encuentro, sin haberse visto nunca, pueden ejecutar a cuatro manos toda la partitura”.

Y hace un paralelismo entre ver los movimientos del otro lado de la red y la lectura: “Merton, que estaba tan habituado por sus dos trabajos a detectar sobre todo el error, la incongruencia, el exceso o la falta, podía descansar los ojos en ella y solo admirarla, como en las ocasiones cada vez más raras cedían a la maestría de una novela y volvía a leer en estado de contemplación, con el deslumbramiento y el rapto silencioso de la adolescencia….»

Durante el comentario del partido se deslizan algunos conceptos específicos; por ejemplo: “Merton había tomado buena nota en sus inicios de uno de los primeros consejos que había recibido: el saque era el único golpe que dependía enteramente de uno mismo y el único, también, que podía perfeccionarse a solas”; y se reflejan gestos habituales en nuestro deporte: “A medida que avanzaba el set, Mavi se hundía en un espiral de irritación, de recriminaciones a sí misma, de gritos en voz alta y golpeaba cada tanto la raqueta contra el suelo. Merton no podía al verla, dejar de verse a si mismo en los torneos junior, enredado en sus propias rabietas y madejas de nervios…”

Hay momentos en que el erotismo cobra más intensidad, como el siguiente (aunque no es el único): «Merton la vio sentarse por primera vez en el banco y dejar la raqueta a un lado. Se secó la cara con una toalla, resopló con fuerza bajo el rayo del sol y como si estuviera molesta con su ropa, pasó una mano por dentro del escote de su vestido y en un solo movimiento hábil se quitó por atrás el top antes de volver a empuñar la raqueta. Sus pechos desarrollados, enhiestos, quedaron en buena parte al descubierto por el escote del vestido ¿Lo había hecho a propósito? » (N de la R: En realidad se trata del movimiento natural de una jugadora, pero son las actitudes previas reflejadas en la novela las que llevan a la duda acerca de la intención).

Sigue una breve alusión a una novela de Gombrowicz, con la especulación acerca de «si no había acaso un patrón deliberado en la nueva estrategia de Mavi».

Como nota al margen, para un hombre pelotear con una mujer con un poco más de nivel (compensando la fuerza con la técnica) es una experiencia de entrenamiento interesante.

Finalmente Merton gana el duelo y llega la reacción de ella:

-Debo aprender a devolverte ese condenado saque que tienes –dijo- Pero creo que ya sé como jugarte la próxima vez.

La charla deriva a una cuestión por la que atraviesan todos los aspirantes a tenistas rentados, el momento en que se decide hasta donde llevar la vocación: «Merton le preguntó como había llegado a la decisión de abandonar los torneos. Mavi por primera vez se puso seria e hizo una mueca mortificada, como si todavía le doliera volver sobre aquello… El que también había pasado por esa ordalía privada, se sintió otra vez, como al verla gritar en la cancha, extrañamente cercano: creía poder adivinar cada una de las estaciones que ella había atravesado. Le contó algo de su propia decisión, de su propio desgarramiento al abandonar y la vio asentir al reconocer parte de su historia».

En su carácter de intérprete literario, Merton esboza como regla que toda obra merece ser leída hasta la página veinte para darse cuenta de su valía, y si consigue -entre otras cosas- sobrevivir a la «lucha contra los lugares comunes»

Si se aplicara a éste artículo un criterio proporcional, pongo a consideración del lector si amerita que se lo siga leyendo. En caso de aprobado: ¡Adelante!: .

El enigma

La trama de La Ultima Vez, gira alrededor del escritor argentino más famoso de ese momento -al que en la novela se lo denomina A– que consciente de no tener mucha vida por delante escribe un libro a la manera de broche de su carrera. 

Autor de libros que se venden como best sellers, A está obsesionado por descubrir porque los lectores que lo consagran comprando sus ejemplares no lo comprenden, porque no captan el verdadero sentido de su obra.

¿No será que su éxito se debe a que no es bien interpretado por los lectores?

Para satisfacer ese enigma que desvela a A, su agente literario le contrata a un crítico que pasó por el suplemento cultural del diario de mayor venta en la Argentina (en la época en que las críticas en los periódicos marcaban tendencia), que era reconocido por su exigencia e imparcialidad, «temido» por los autores, y que por su accionar transparente ha caído en desgracia.

A tal fín es fundamental la tarea de Núria Monclús (arma la agenda del critico en Barcelona), personaje que toma las características de quien fuera Carmen Balcells (agente literaria de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y del propio Guillermo Martínez entre otros).

A través de Monclús el libro expone con anécdotas el modo en que se manejaba Balcells, la habilidad para posicionar a sus representados con los editores y olfatear los condimentos del éxito (demostración patente de las respectivas habilidades es el contenido de una charla en un restaurant, y cerca del final de la trama cuando ocurre un desenlace imprevisto y cargado de significación).  

Paradoja

Para explicar la paradoja que lo angustia, A recurre a la cita de un párrafo de La próxima vez de Henry James, que consiste en lo siguiente: Una señora Highsmore no puede dejar de tener éxito con cada uno de sus libros, y un escritor oscuro, Limbert, de un genio no reconocido, acumula fracaso tras fracaso. Cada uno quisiera algo del otro. La primera sospecha algo de su éxito infalible, en tanto Limbert apaleado por sus fracasos se propone escribir peor para alcanzar algún día un éxito como la señora Highsmore.                                                                

…La ironía de la historia es que solo están al alcance de Limbert las obras maestras: por más que lo intente y se esfuerce en degradarse y se prometa que la próxima vez lo hará peor, lo único que sale de él son obras geniales e incomprendidas.

A le confiesa a Merton que desde que ganó un premio importante cree ser al mismo tiempo Limbert y Higshmore. Entonces el crítico contratado le pregunta a aquel si considera que escribe como Limbert pero es leído como Higshmore.

«Lo que importa es que en definitiva alguien entienda lo que quise decir”, concluye A. Como consuelo a lo difícil de resolver el planteo; se desliza que Chesterton, en lo que quería decir, jamás llegará a ser leído.                             

La novela refleja como en el proceso de su obra póstuma, A va describiendo en clave de ficción la situación que atraviesa, su vínculo con la enfermera y la kinesióloga; por otra parte se dilucida el alcance de la relación de Merton respecto a Morgana y a su hija, mientras con frecuencia una perrita deambula por la casa. Hasta cerca del final no se sabrá si la misión del crítico será cumplida, y si verdaderamente valía la pena. Es que una fuerte noticia internacional irrumpirá para replantear las cosas.

C.R

Tenis literario: El otrora llamado deporte blanco (aspecto que se mantiene solo en Wimbledon) tiene una presencia recurrente en la obra de ficción de Guillermo Martínez ( por casos la novela Crímenes Imperceptibles, o el cuento La felicidad repulsiva de la familia M).

En La Ultima Vez aparecen aspectos que dan cuenta que el autor conoce los vericuetos de la actividad, así como la trayectoria y los dilemas propios de sus protagonistas: las formas comunes de iniciarse; la etapa de la competencia; opciones como la enseñanza, los interclubes en Europa, las becas (hace tiempo se sumó el tenis universitario en EEUU como alternativa); y finalmente la decisión acerca de ser o no un tenista profesional (determinación condicionada a veces por los resultados y en otras por un proyecto de vida).

Anécdota sobre Balcels: Existen numerosos testimonios sobre la personalidad de Carmen Balcels. La semana pasada, en un programa de radio, el escritor Marcelo Bijmajer -de quien también Balcels era agente literaria- comentó que en su último viaje a Barcelona ella se mostraba apenada por la separación de Vargas Llosa de su esposa Patricia (era amiga de ambos) y le dijo a Bijmajer»¿Cómo Mario puedo hacer eso? (ponerse en pareja con Isabel Presley de quien se distanció recientemente) a manera de un reto maternal hacia el autor de La Ciudad y Los Perros y por la consideración que le tenía a Patricia quien manejaba la agenda y prácticamente organizaba la vida del Premio Nobel de Literatura.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.