Spielberg, su infancia y juventud hecha película

Los Fabelman cuenta con siete nominaciones al Oscar.

El propio Steven Spilberg nos da la bienvenida desde la pantalla diciendo que estamos por ver su película más personal y que disfrutemos de la misma.

Este último objetivo será coronado dos horas y media después con aplausos (al menos así ocurrió en la sala a la que asistió este cronista y por lo que se sabe en varias).

Fabelman es el apellido que eligió Spielberg para ser representado en esta autobiografía novelada que comprende desde el año 1952 hasta el 64, niñez y adolescencia del consagrado director de películas como Tiburón, Jurassic Park, ET, Munich, entre tantos éxitos.

Todo comienza cuando Sammy Fabelman con sus 6 años aguarda junto a sus padres ansioso en la extensa fila para ingresar por primera vez al cine. Ante sus ojos desfilará la película El Espectáculo más grande del mundo de Cecil De Mille (ganadora del Oscar en 1953), y el pequeño Faberman (Mateo Zoryan) quedará deslumbrado por el espectáculo, las impactantes imágenes (un choque de trenes, los animales del circo escapando) y el clamor del público.


Sam, junto a sus padres, asiste por primera vez al cine

Ya en su casa recibe como regalo por la fiesta hebrea de Janucá un tren eléctrico y una filmadora con la que el niño buscará recrear la escena del cine; la filmadora será desde entonces como su tercer brazo con la que registrará por ejemplo a sus hermanas que hacen de actrices jugando y gritando en una pieza.

Los personajes de sus progenitores están bien definidos: El papá Burt (Paul Diano) es racional, ingeniero en computación, de carácter bonachón pero absorbido por progresar en su trabajo; la mamá Mitzi (Michelle Williams) es una eximia pianista que ha suprimido la música como profesión por la crianza de sus hijos.

La pasión de Sammy (representado por Gabriel LaBelle) que a medida que crece quiere que lo llamen Sam se plasmará en filmaciones caseras, mientras se avecinan conflictos familiares. Detrás de lo que aparenta ser una familia feliz y unida por las tradiciones, aparecen las turbulencias; la madre muy expresiva se muestra desbordada, aunque se siente querida y respetada por su esposo el vínculo se va apagando.

En una especie de campamento familiar, Mitzi canta, baila y todo parece ser alegría; poco después es atravesada por la amargura de la muerte de su madre. Por supuesto Sam había filmado aquella salida y el papá le pide que la edite (como un regalo a la mamá a manera de consuelo); el chico se queja porque estaba realizando lo propio con un ensayo de una película tipo cowboy (que había hecho con amigos boy scouts que se prestaron como personajes); pero pone manos a la obra y mientras gira la moviola se encuentra con escenas que reflejan el vínculo sentimental que une a su mamá con el amigo del padre Bennie (que siempre estaba con ellos y al que los chicos llamaban tío).

Es una escena simbólica crucial en la película, pues hace ver que Sam descubre la realidad a través de lo que filma; o dicho de manera metafórica la verdad está y se encuentra en el cine.

A partir de ese descubrimiento, Sam tiene un encontronazo con la madre, pero es notable el modo en que va evolucionando la relación a medida que el hijo va comprendiendo los sentimientos que la envuelven.

En medio del luto por el fallecimiento de la madre, llega Boris (Judd Hirsh) un tío abuelo de Sam que le habla al joven del arte y que pasa cuando se lleva en el corazón; a la vez que lo incita a poner la película que había ideado por encima de cualquier otra cosa.

Sam le muestra a su papá la metodología que utiliza pinchando la cinta para simular las explosiones; y se molestará cuando el padre tilda de «hobby» lo que el joven hace con la cámara.

Con el traslado de los Fabelman de Arizona al norte de California llegarán nuevos conflictos y vivencias que marcarán el destino de los protagonistas. Sam comienza sus estudios en un colegio secundario privado donde es víctima de bullyng centrado en el antisemitismo de varios chicos que se lo hacen notar con expresiones y una golpiza. Una tarde vuelve a su casa lastimado y conversa con los padres sobre el aislamiento que sienten al ser los únicos judíos del lugar.

En ese clima áspero, Sam encuentra amparo en una chica del grupo, cristiana muy creyente, con la que se genera un vínculo afectivo.

En tanto Mitzi (magnifica interpretación de Michelle Williams, el elenco es notable) no se habitúa al nuevo hogar, siente un vacío, trae un mono a la casa; la caída de su matrimonio por la pendiente parece difícil de evitar y las reacciones de los hijos serán diversas.

Sam se aferra a su vocación, es encargado de hacer una pequeña filmación de fin de curso que recibe el aplauso de los alumnos y profesores; y generará un diálogo interesante con el líder de la pandilla que lo había agraviado.

La primera filmadora de Spielberg en el museo judío de Filadelfia

Tras decirle a su padre que no quiere seguir estudiando, el adolescente recibe apenas una respuesta a las decenas de cartas que ha enviado. Consigue ser recibido un par de minutos por John Ford (David Lynch) -en un estudio de la CBS- quien con gestos despectivos le hace ver tres fotos con escenas de películas y le arroja una clave del oficio acerca de donde debe estar el horizonte para que una película no sea aburrida.

Cuando se retira de esa oficina, Sam Fabelman (o Steven Spielberg) bordeando los 18 años, puede vislumbrar el horizonte de su propia vida.

Spielberg junto a quienes encarnan a su familia como los Fabelman
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