Las ideas que avanzan, las que quedan en el camino, las que mueren. El tiempo, el azar y la ilusión

«Un gestito de ídea«, la divertida muletilla creada por Carlitos Balá venía acompañada del índice y el pulgar formando un círculo -como que había salido redonda-, y un guiño de ojo.

Se produce una alegría, aunque sea fugaz, cuando surge una idea: «se me prendió la lamparita»; en cambio, nada más frustante que decir de una persona que «no se le cae una idea».

Producto de un sueño, una chispa repentina, un deja vu que decanta; la incubación de las ideas muchas veces es misteriosa, las ideas suelen ser proteicas, van cambiando, aunque en ciertas ocasiones conviene no tocarlas -manteniendo el soplo de la inspiración-, sino puede pasar como los textos cuando se reforman constantemente: se notan los parches.

En cuanto a la metamorfosis, la idea puede permanecer en un soliloquio o multiplicar su potencialidad, por ejemplo en una tormenta de ideas ; quien participó de ese mecanismo (en el caso de quien escribe en las reuniones de redacción de un par de revistas), puede dar cuenta de la fascinación y el vértigo de ser parte activa de una brainstorming.

Platon aludía a ciertas Ideas innatas que -de acuerdo al concepto de reminiscencia- existían desde antes de nacer, sin depender de las imágenes que la rodean; en cambio David Hume, más pragmático, se refería a las impresiones como el grado anterior (no inferior) a las ideas, que en definitiva consisten en conectar las experiencias. Abrimos un asterisco para un próximo apunte sobre éste ítem tan interesante en sus derivaciones.

Un aspecto que aparece alrededor del tema en desarrollo es la originalidad; si se presta atención a los grandes nombres de las diversas manifestaciones artísticas parece que quedara poco por decir. Sin embargo, como sostienen los hermanos Coen -en el caso de ellos en referencia al cine, pero podría ser extendido a otros ámbitos- «la originalidad está muy sobrevalorada». Décadas antes, Jorge Luis Borges afirmaba algo parecido.

En definitiva se trata de miradas, abordajes distintos acerca de un puñado de cuestiones (el sentido de la vida, el amor, la felicidad, el humor, la traición, la muerte y algunos etcéteras); o descubrir una demanda que satisfacer en el caso de un emprendimiento comercial.

Ideas inmortales y muertas; encaminadas y las que quedan en el camino

¿Dónde va la gente cuando llueve?, se preguntaba poéticamente Miguel Cantilo en aquel tema de Pedro y Pablo. Hay varias respuestas previsibles, pero adivinar adonde van las ideas cuando mueren parece ser mas complejo. ¿Hay ideas que pueden darse por «muertas», o es que nada se pierde, todo se transforma, también en ese campo?

Entre paréntesis: Recién de curiosidad puse en google la frase» ideas muertas» y apareció una nota sobre la realidad de Cuba en contraste con lo que fue la revolución cubana, una idea que cautivó a muchos intelectuales cuando los «barbudos» se alzaron contra el dictador Batista. Pero ahí está la pantomina que es ahora dicho país caribeño, porque se trató de una idea cuyo fin (además de sus inconsistencias) se contaminó con los medios. Pasa así con las ideas que necesitan tomar a otras personas como rehénes o ejecutores. Más que ideas, ideologías.

Reza un refrán atribuido a Víctor Hugo, autor de Los Miserables: «No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento». Habría entonces como un timing para que una idea encuentre eco. Las ideas y sus circunstancias. Pasó con las ideas keynesianas en línea con el Estado de Bienestar a mediados del siglo XX, las liberales ortodoxas tras la caída del comunismo en los 90.

En un reciente programa del ciclo Los Siete Locos que conduce Cristina Mucci, el consagrado español Arturo Pérez Reverte, comentaba como El tango de la Guardia Vieja fue un libro escrito «antes de tiempo» porque le faltaba experiencia sobre ciertos temas; en cambio hubo otras cuestiones sobre las que pensaba escribir que ya no le interesan (y considera han perdido interés).

En ciertas instancias uno es capaz de proclamar que en tal idea o proyecto le va la vida…aunque valga solo como metáfora. Hay ideas que pueden valer la pena, pero no hay idea que valga la vida.

Una sola cosa estoy dispuesto a contar sobre mi primera novela en ciernes. Uno de los protagonistas, un periodista, está desesperado por terminar un texto que contiene datos sobre episodios y personajes que nadie más conoce de esa manera, secretos que quedarían silenciados si el cronista perece en el camino; pero el sujeto no consigue dar el tono o encontrar el tiempo para completar el trabajo.

Yendo a una experiencia vital mucho más trivial, quedó como espina clavada a quien escribe estas líneas el número cero de una revista de tenis con ideas innovadoras (iban mucho más allá de comentar partidos o entrevistar jugadores) que solo en parte pudieron ser llevadas a cabo en años posteriores en un programa radial, pero no fue lo mismo. Aparte, algunas de ellas fueron «robadas» por grupos que contaban con más dinero. Privado y oficial como suele darse en los emprendimientos mediáticos. Los mencionados conceptos de los hnos Coen, de Borges y el Eclesiastés (nada nuevo hay bajo el sol) oficiaron de consuelo.

La semana pasada Damián Szifrón se refirió a los vericuetos que tuvo que atravesar para que algunas de sus películas llegaran a la pantalla, los años que le llevó y -sobre todo- los guiones que quedaron en el camino porque los productores querían modificarlos; en tanto el autor de Fortuna, Hernán Díaz (ver artículo de la semana pasada de Acreditado) se refirió a la cantidad de notas que envió a diarios y revistas, una tras otras rechazadas. Continuamente escuchamos testimonios de escritores que trabajan de modo aletargado, o en el vértice opuesto, contra el tiempo.

Avanzar con una idea depende mucho, muchisimo del azar, en línea pareja con la confianza en sí mismo, la perseverancia, el riesgo.

Están también las ideas «olvidadas», las ideas que «murieron» por incomprensión, o no ser bien comunicadas, y aquellas que por una fatalidad ya no verán la luz. Por último, hay quienes se satisfacen viviendo «liviano», como dejando el tiempo pasar.

Podríamos abrir varias calles a partir de los diversos ítems planteados, un poco de eso se trata, utilizar estas reflexiones como un disparador; quizá es suficiente tener una idea, una ocurrencia por día, aunque sea pequeña; y una Idea de vida, un ideal.

Hoy me desperté temprano con la idea de escribir ésta nota; mañana, algo se me ocurrirá.

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