«Si alguien decide alejarse de tu vida sin que le hayas dado motivo, está regalándote el milagro del adiós», decía Joel Osteen, citado por Ismael Cala en la autobiografía de este último «El Poder de Escuchar».
Dicha afirmación está relacionada con la autoestima y el influjo que algunas personas pueden tener en nosotros. «Cuando oí aquella frase-agregaba Cala- me quedé más tranquilo. Entendí que hay gente y cosas que nos acompañan eternamente y otras que llegan, se quedan un tiempo, y luego siguen sus propias rutas«.
Más allá de la postura de cada uno respecto a los pensamientos llamados de autoayuda -como los del predicador estadounidense y el animador cubano, radicado en Miami, respectivamente-, es cierto que en estos tiempos de relaciones humanas «líquidas» no está mal reflexionar sobre que pasa en el terreno del desarrollo individual y los vínculos sociales (después de todo lo que hace bien, suele estar bien).
Por otra parte, tales elucubraciones están en la génesis de la filosofía (más que en el Génesis bíblico). «Humano soy y nada de lo humano me es ajeno», expresaba el griego Terencio.
Tomar distancia
A lo largo de la existencia -en la infancia, la adolescencia, universidad, clubes, o ámbitos laborales- se traban diversas relaciones interpersonales.
Las llamadas amistades «virtuales» suelen ser superficiales, aunque puedan dar lugar a algo más intenso (en este caso la tecnología oficia como un medio o instrumento de acercamiento).
A lo que precisamente alude el texto inicial, es a aquellas amistades que capaz funcionan en determinada etapa de la vida, pero que con el tiempo trastocan en una especie de tensión dejando la sensación que están siempre puestas «a prueba».
Hay personas que «necesitan» amoldar a los demás a como son ellos y terminan «asfixiando» e incluso anulando al otro (Cala hace referencia al bullying del que fue víctima siendo joven en ese modo de relacionarse).
En definitiva, cuando alguien con semejante personalidad manifiesta -por indiferencia, desprecio, desilusión o dudas- interés en cortar lazos contigo, aunque parezca lo contrario te está enriqueciendo, porque la amistad no incluye ese tipo de sentimientos (en las antípodas de quien intenta acercar un consejo producto de la experiencia).
Su reacción -que se expresa en «escapar» de nosotros- lejos de provocar un vacío nos deja las puertas abiertas a la soledad constructiva o a nuevas amistades.
Como contrapunto, hay amigos de toda la vida que están en la percepción mucho más allá de lo circunstancial. Uno advierte a poco de conocerse que está ante esa clase de personas.
Las amistades profundas y estimulantes poco tienen que ver con las identidades políticas o ideológicas (a veces por el contrario la diversidad es enriquecedora), más bien están atadas a valores como la lealtad, la honestidad, la confianza y sobre todo el no juzgar… Y juega mucho más lo emocional que la «racionalidad».
El verdadero amigo o amiga, es una especie de faro que brilla y nos hace brillar.