La ganadora del Oscar a la mejor película, expresa los traumas de la fragmentación en las sociedades actuales. Una familia pobre trata de subsistir insertándose en una familia rica, desplazando a otra que carece de todo. Engaños, desmesura y venganza en la tragicomedia coreana que sacudió al mundo del cine.
Sobre el capitalismo en esta realidad, sus huellas y los resquicios que deja el sistema para sobrevivir -con»astucia» y «malas artes» si es necesario- trata Parasite.
Los integrantes de una familia (padre, madre y dos hijos) que vive en una zona marginal de Corea del Sur, sin trabajo, desmotivada, apenas se contentan con «colgarse» a la señal de WFI lo que les permite mantenerse en contacto con algo más que el desagradable escenario que observan cada noche detrás de la ventana de la precaria vivienda.
Tras fracasar en el armado de cajas para pizzas, el muchacho de dicho grupo familiar acepta reemplazar a un amigo en la tarea de darle clases de inglés a una chica de familia adinerada.
Aprovechando cierta ingenuidad de la dueña de casa y apelando a la audacia, el engaño y la inescrupulosidad, los miembros de la familia pobre buscan insertarse en la otra de excelente pasar (también de cuatro miembros: matrimonio e hijos de distinto sexo). ¿Uno para cada cual?
Más allá de algún momento previsible, Parasite es una película que mantiene el suspenso y la tensión dentro de un argumento pleno de entrelíneas en campos que van desde la justicia, el cinismo, la hipocresía y hasta el uso despectivo de palabras o gestos lo que de hecho provocará un vendaval.
Aunque se marca un abismo entre dos clases sociales, aparece en la historia un tercer estadío a través de un personaje que está «muerto en vida» en un escondite (túnel que quedó de tiempos de la guerra con la otra Corea), acorralado por las deudas. Este hombre y su esposa están resignados ante la familia rica (gracias a la cual, directa o indirectamente subsistieron) y resentidos con la pobre (debido al cinismo de esta última del que fueron victimas y que han logrado emerger pese a ser más primitivos e incultos).
Vendaval
Un acontecimiento venido del cielo graficará de modo estremecedor el síndrome de un drama irresoluble que expone la película.
Sobre territorio coreano se abate una lluvia feroz y torrencial. Maná para unos, desgracia irremontable para otros, mientras el hijito de la familia millonaria se divierte dentro de una carpa, el agua inunda la vivienda y el barrio de la familia pobre parte de la cual (cierto que tras huir de una situación que habían provocado con su inconducta ética) tiene que refugiarse en un campamento comunitario.
En ese momento padre e hijo son convocados por el empresario de la familia rica con el objetivo que animen una fiestita para el niño. En medio de ese pandemonium aceptan el trabajo, disimulando que al mismo tiempo se va pulverizando lo poco que tenían.
No hay resentimiento de la familia pobre hacia la de fortuna por la riqueza (al contrario buscan sacar tajada), sino por el desprecio con que los observan en secreto (el chofer con «olor a pobre»); la única lucha social que aparece es la de «pobres contra pobres» o mejor dicho invisibles contra inexistentes«.
Acontecimientos provocados por las propias personas y la naturaleza harán desdecir al mayor de la familia pobre que le había confiado a su hijo tener «un plan» secreto para salir triunfantes… En la vida el plan es no tener un plan, admitirá el padre, antes que se desate como un tsunami la violencia que no dejará a ninguna «casta» sin castigo.
