Alcanza con abrir el diario para percibir con claridad en que anda el universo en materia política.
Por ejemplo, la sección Internacional de «La Nación» de hoy nos permite vislumbrar con claridad -y alguna perplejidad- los tipos de gobierno que -excluyendo las dictaduras- hegemonizan la política en este tramo del siglo XXI.
Rápidamente se pueden advertir similitudes de Jair Bolsonaro con Donald Trump; de Manuel López Obrador con Cristina Kirchner o el ex mandatario ecuatoriano Rafael Correa; y de Emmanuel Macron respecto de Mauricio Macri.

Populismo de derecha: En Brasil, Jair Bolsonaro -impulsado por sus hijos- está en una pulseada con el vice-presidente, Hamilton Mourao (con un nombre de pila democrático -valga la humorada-, pero de origen militar como aquel).
El ideólogo de Bolsonaro, Olavo de Carvalho, se despachó contra los militares que rodean al vice jefe de Estado por querer «destruir a los políticos de derecha» y la nota -firmada por el corresponsal, Alberto Armendáriz- revela entre otras cosas que a Mourao se lo acusa por tener algunos gestos contemplativos con Lula y un «diputado exiliado por haber recibido amenazas por su orientación homosexual».
A Carvalho, le achaca Mourao ser un «astrólogo» (con ciertas reminiscencias, para los argentinos, a José López Rega).
Por si fuera poco, Bolsonaro se mete con la coyuntura argentina, tratando a Mauricio Macri de tibio (por no haber aplicado las reformas liberales pertinentes) y adjudicando la situación económica a un eventual regreso de Cristina Kirchner que pondría a otra Venezuela en Sudamérica.
En tanto, en EE.UU, el encargado de la Casa Blanca, Donald Trump tuitea -mostrando su «clase»- acerca de Joe Biden el ex vicepresidente que aspira a competir en la primaria del Partido Demócrata: «Bienvenido a la campaña electoral, Dormido Joe».
Populismo de izquierda: El presidente mexicano, Manuel López Obrador, le «declara la guerra a la prensa conservadora», titula el artículo de ANSA reproducido en el día de la fecha por «La Nación».
La acusación a los medios, en este caso, es «defender los derechos de la clase dominante» a la que L.O denomina «la mafia del poder», en tanto califica a esa prensa de «fifi», término que se refiere a la aristocracia del país.
Como Trump hizo respecto a The New York Times y The Washigton Post; Obrador identifica al diario «La Reforma» como su adversario (aunque también le aplica ese calificativo, entre otros a «El Universal», y a Uno TV del que es propietario el magnate Carlos Slim). «Trata de imponer la agenda y de frotarse las manos con mi fracaso», deslizó el residente de Los Pinos sobre el primer periódico azteca mencionado.
López Obrador suele alabar a los periodistas «prudentes», y hace unos días advirtió en conferencia de prensa «si ustedes se pasan, saben lo que sucede», en referencia a las «palizas» que sus seguidores suelen dar a través de los bogts digitales», cierra el texto de la agencia ANSA.
Denominador común
Ahora bien, si Trump se maneja en muchos tópicos de manera similar a Bolsonaro, ¿cómo se explica que se trace un paralelo entre el magnate estadounidense con López Obrador, verbigracia en la cuestión del vínculo con la prensa?
En que un «puente» que une a ambos populismos es arrogarse -de parte de quien ostenta el poder- encarnar los intereses del pueblo ante el cual el líder no tendría intermediarios, en esa cosmovisión los medios vendrían a exponer intereses distintos -y muchas veces enfrentados- a los de la comunidad.
Este tópico quizá merezca un desarrollo pormenorizado en una próxima entrega.

El centro, idas y vueltas: «Macron advirtió errores y prometió acelerar las reformas, pero solo despertó críticas», escribió la periodista Luisa Corradini desde París; agregando en la bajada que «tras la presión de los chalecos amarillos, (el premier francés) anunció rebaja de impuestos, aunque sin colmar las expectativas».
Macron sostuvo que aunque hubo yerros, «está en el método correcto, por lo que no habrá cambios». Y continuó: «Las transformaciones en marcha no pueden detenerse, no fueron lo suficientemente rápidas o radicales, pero responden a las aspiraciones de nuestros ciudadanos» Una posición en línea con la que suele asumir Mauricio Macri.
Con un tinte gradualista, Macron anunció una reducción moderada de los impuestos para la clase baja y las pymes, así como una indexación muy escalonada de las jubilaciones (medidas a las que desde el lado conservador le reprochó no saber como se va a financiar, mientras los progresistas las condenaron por insuficientes). Luego, el presidente galo manifestó que mantendrá por un tiempo un tributo que se aplica a las grandes fortunas, y que no cerrará ni escuelas ni hospitales», añadiendo que su intención es que haya más funcionarios en el terreno y menos en la administración central, reununciando a enunciados de campaña como la de suprimir 120.000 empleados públicos.
Es notable como se reflejan las tres tendencias marcadas en la entrevista (ver al lado en este diario digital) a José Luis Gargarella: El populismo de derecha expresado en el desprecio a las instituciones y posiciones discriminatorias del lado de Bolsonaro; mientras en un populismo de izquierda -todavía moderado como el de López Obrador- se vislumbra cierta intolerancia que se va radicalizando contra los medios tradicionales a través de las redes, agigantando la grieta social; finalmente Macron es atacado por el ala progresista que considera insuficientes las reformas frente al descontento social, o el segmento conservador que las condena por infinanciables o perjudiciales para la generación de riqueza.
Quizá el sistema político español, pese al sacudón a los partidos tradicionales, mantiene cierto equilibrio; a pesar de las desmesuras de Vox por un lado y de Podemos del otro. Queda abierto el paréntesis hasta las elecciones de pasado mañana.
Pero hay ideas y estilos políticos bien marcados; algunos que tambalean con un pie adentro y otro fuera de la democracia, en tanto otros intentan seguir navegando en un mar de incertidumbre.