A veces, segundas partes pueden ser mejores.

Por, Alejandro Sala (El Analista Indiscreto)

Hay razones consistentes para esperar que un segundo mandato de Mauricio Macri sea bastante mejor que el primero. La principal -pero no la única- de esas razones es que la posición desde la que arrancaría sería bastante más favorable -o menos adversa- que la que encontró en 2015. La causa principal de esa diferencia está situada en los efectos de las políticas que el propio Macri desarrolló durante estos cuatro años.

En 2015, el país estaba en una situación largamente más vulnerable que ahora. El gobierno encabezado por Macri, en consecuencia, se dedicó a trabajar para corregir esos desequilibrios. Pero se encontró con el problema -que los miembros del gobierno cometieron el error de no haber previsto- de que el conjunto de la población no percibía que estuviéramos en una situación tan difícil como la que estábamos atravesando. Por lo tanto, no había predisposición, de parte de la sociedad, para acompañar una política que requería cuotas importantes de sacrificio.

A la vez -acá es donde se presenta el espacio para la crítica- los propios miembros del gobierno tendían a minimizar los obstáculos. Sería falsa la afirmación de que negaban por completo que la situación fuera difícil. Pero no se mostraban dispuestos a admitir que las soluciones requerían pasar por un proceso que, necesariamente, tendría que ser doloroso. Tenían un motivo válido para adoptar esta posición: como la población no admitía la gravedad del problema, si ellos hubieran transmitido un mensaje que intentara explicar la peligrosidad de la situación, no hubiera sido creído. Pero lo cierto es que los dirigentes macristas fueron los primeros que creyeron genuinamente -lo cual fue, obviamente, un error muy grande- que podrían encauzar la economía con menos dificultades que las que realmente debían afrontar.

La experiencia de estos años no ha pasado en vano. Ni los dirigentes macristas ni la sociedad son los mismos que los de 2015. Tampoco la situación objetiva es igual. Buena parte del ajuste que había que hacer se ha hecho. Aún quedan muchas “tuercas” por ajustar, pero no se puede desconocer que, en diversos sentidos, se ha avanzado. Esto prefigura un escenario al menos más estabilizado para un segundo mandato de Macri. La consolidación de la estabilidad, a su vez, será un incentivo para que algún moderado flujo de inversiones en la economía real empiece a aparecer y, así, se genere más trabajo, más producción, el poder adquisitivo del salario ascienda algo y se reactive el consumo. Por lo demás, una victoria en las elecciones le daría al gobierno un mayor margen de maniobra, a la vez que una derrota neutralizaría mucho a la oposición, de modo que habría margen político para motorizar, no todas, pero sí algunas de las reformas -laboral, previsional, impositiva, etc.- que serían necesarias para apoyar ese relativo “despegue” del proceso económico. Todo eso, a su vez, haría sinergia con la mayor estabilidad para incentivar, siempre dentro de alcances no demasiado amplios, una mayor corriente de inversiones.

Hay segmentos de la sociedad, a los que se identifica como como los “desencantados con Macri”, que están buscando otras alternativas electorales porque consideran que el fracaso del actual gobierno es irreversible. Quienes así piensan, en la mayor parte de los casos, actúan de un modo muy impulsivo, guiados por emociones superficiales y un fuerte sentimiento de frustración. Se habían formado la idea de que bajo la gestión de Macri la situación mejoraría rápidamente y la aparición de todos los obstáculos sobrevenidos les hace experimentar una fuerte decepción. Por ende, creen que es necesario buscar otras alternativas.

Es una reacción lógica, pero demasiado superficial, basada en expectativas desmedidamente elevadas respecto de cuál sería el resultado de la gestión 2015-19 de Macri, y una deducción excesivamente lineal de qué es lo que podría esperarse para el período 2019-23. El análisis frío, racional y objetivo de la situación en la que estamos y el contexto en el que cabe esperar que el próximo período de gobierno ocurra, lleva a suponer que, si Macri ganara, su gestión sería bastante mejor que la del lapso próximo a finalizar. Hay muchos que seguramente duden de la validez de este análisis, pero tal vez, si proyectaran una mirada hacia adelante, más basada en la observación contextualizada de los hechos que en un abordaje meramente apasionado, encuentren que los argumentos aquí presentados puedan tener fundamentos más sólidos que los aparentes a simple vista.

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