Un corazón grande como el estadio.

El court central del USOpen, el de mayor dimensión del mundo en cantidad de espectadores para ver tenis, lleva el nombre de una verdadera leyenda: Arthur Ashe.

Ello se debe no solo a que fue el primer campeón del torneo en la era Abierta (1968), sino también por su historia del vida; en un deporte que estuvo marcado por la segregación racial, Ashe empleó su éxito en el mundo de las raquetas (nunca un afroamericano había conseguido un Major, ni integrado el equipo norteamericano de Copa Davis) para luchar contra el racismo con gestos concretos y un discurso pacífico.

Como tenista, Ashe fue un fenómeno; viendo filmaciones de sus partidos o recurriendo a testimonios de quienes compitieron con él resalta la calidad y estilo de su juego.

Espigado, disponía de un gran servicio, velocidad de piernas y espectaculares voleas. Entre los campeonatos más importantes, obtuvo también el de Australia en 1971 y en el 75 el de Wimbledon (en memorable definición ante Jimmy Connors).

También ganó dos veces la Davis (siendo luego capitán); estuvo en la Argentina exponiendo su tenis. Ya retirado, cubrió varios torneos como comentarista.

Recuerdo de la final en la que Arthur Ashe se consagró campeón del USOpen ante el holandés Tom Okker

El personaje de esta nota nació en Richmond, Virginia el 10 de julio de 1943, quedó huérfano de madre apenas nació su hermano, por lo que fueron criados por el padre, un trabajador del departamento de Deportes de dicha ciudad.

Descubierto por un «cazador de talentos» fue becado para representar a la Universidad de Los Angeles.

Modesto Tito Vázquez -de la camada de Guillermo Vilas, ex capitán argentino de Copa Davis y contratado muchos años por la Federación de Tenis de Inglaterra y que en representó también a la UCLA-, dio su testimonio sobre Ashe en una reciente entrevista con el colega Sebastián Torok del diario «La Nación». «Cuando estuve en la UCLA él ya había terminado, pero venía de vez en cuando a entrenarse. Lo admiré: era elegante, ágil, jugaba con anteojos, tenía un saque muy rápido, muy buen revés. Pero más allá de eso, se involucró en los problemas raciales; en esa época estaban fuertes las Panteras Negras (movimiento que defendía los derechos de los negros), pero él no militaba. Siempre iba a países pobres, a África, colaboraba mucho. Descubre a Yannick Noah en Camerún, en uno de los tours que hacía para promover el tenis. Fue una suerte de embajador. Era culto, estudioso, leído. Tuvo momentos de felicidad, se enamoró de una mujer que era una fotógrafa conocida (Jeanne Moutoussamy)», ilustra Vázquez, que en 1975 vio en vivo, en el All England, la victoria de Ashe sobre Connors por 6-1, 6-1, 5-7 y 6-4. «El triunfo contra Connors fue una especie de combate. Jimmy había nacido en una zona bastante racista de Estados Unidos (en East St. Louis, Illinois). Él no era racista pero había vivido esa niñez en la que se odiaba a los negros y había pica. Ese triunfo fue importante».

Momentos de la final entre Jimmy Conors y Ashe en Wimbledon 1975.

En una entrevista que pude hacerle en Buenos Aires a James Blake (ex N 5 del mundo, notable jugador de la generación de Andy Roddick, Andre Agassi y Pete Sampras) me comentó lo que simbolizó para los afroamericanos el legado de Ashe.

Muy valorado por los defensores de los Derechos Civiles en tiempos de Martin Luther King, sin embargo fue cuestionado por los sectores más duros – como los Panteras Negras-que le pedían un mayor compromiso; pero Ashe no era un activista, sino un constructor de puentes.

Su fallecimiento fue una verdadera tragedia, al ser producto de un error médico. Una transfusión de sangre -en un by pass- le produjo el VIH cuando la enfermedad no tenía aún difusión y no se contaba con medicina para combatirla.

Poco antes de su muerte, ocurrida en 1993 como consecuencia de una neumonía, uno de sus admiradores le escribió en tono desesperado una carta como preguntando a Dios como le pudo ocurrir algo así a su ídolo.

En un conmovedor mensaje grabado, Ashe le contestó: «En el mundo 50 millones de niños comienzan a jugar al tenis; 5 millones aprenden a jugarlo, medio millón llega a profesionales; 50.000 ingresan al circuito, 5000 llegan a un Grand Slam, 50 a Wimbledon, 4 a semifinales y 2 a la final, uno de ellos fui yo. Cuando levanté la Copa, nunca le pregunté a Dios porque a mí».

Remera que adquirí en el Abierto de EE.UU de la Arthur Ashe Learning Center.

Vista desde arriba del estadio Arthur Ashe con capacidad para 23.800 personas.

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