Exponer al nazismo desde el humor, un riesgo que vale la pena

Desde su estreno, en febrero, la película Jojo Rabbit reavivó la polémica sobre si es aceptable parodiar a un personaje como Hitler.

El núcleo de la trama es un chico de las juventudes hitlerianas que toma al dictador alemán como «amigo imaginario»; a la vez, su madre tiene escondida en la casa a una adolescente judía con la cual el niño conversa habitualmente al regresar a su hogar.

Quizá choca alguna escena como una de las primeras en la que un tema de The Beatles suena como trasfondo en un campamento nazí -a la manera de un concierto de rock-, o la propia personificación del jefe del Tercer Reich.

Pero pronto desde la ironía van quedando en evidencia los extravíos del régimen y adonde va llevando la inoculación del odio.

En el chico se expone de entrada, la pugna entre los sentimientos naturales y el adoctrinamiento que busca deshumanizarlo (como cuando a poco de comenzar el film se lo quiere obligar al niño a matar a un conejo, o luego a denunciar a la chica, junto a quien va descubriendo la estupidez del discurso antisemita con que lo han contaminado).

¿Se puede hacer una parodia sobre Hitler? Un debate reavivado a partir de este film

El contrapunto entre lo que el chico observa en la figura de su madre (el padre también se ha escapado para sumarse a la Resistencia, sin que el niño lo sepa) y la propaganda del régimen, es otro detalle saliente, así como actitudes que permiten descubrir que aún en un sistema perverso hay cierto margen para la dignidad (encarnada en un oficial que hace «trampa» para salvar a la muchacha refugiada).

Hay lugar también para la ironía, como cuando cerca del final de la guerra un amigo le dice al protagonista principal que el único aliado que le queda a los nazis -los japoneses- tienen un semblante que no se compatibiliza demasiado con el de la raza aria.

Un aspecto a tener en cuenta es que la película no se queda en la caricatura de Hitler, también expone -en clave de comedia negra- el discurso irracional que por convicción, indolencia o temor siguió tanta gente.

Entre lo sarcástico que da lugar a alguna risa, y lo trágico que dispara lágrimas -en la línea de «La Vida es Bella»-, Jojo Rabbit tiene argumentos como para estar en carrera entre las nueve películas que compiten por el Oscar (*).

Un relato paródico puede ser más instructivo que una solemne crónica histórica.

Scarlett Johanson, como madre del chico adoctrinado en las juventudes hitleristas,según nuestro criterio fue merecedora al Oscar a la mejor actriz de reparto.

(*) El comentario es de la semana anterior a la de la entrega de las estatuillas. Finalmente JoJo Rabbit obtuvo el Oscar al mejor guión adaptado, trabajo memorable del director neozelandés, Taka Waititi.

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