Echeverría es una biografía novelada de Martín Caparrós sobre el «fundador» de la literatura nacional y el intelectual que armó el proyecto de país democrático que no pudo ver.
«Unas leguas de tierra, caballos, cien mil almas no son una nación… se puede desmembrar un país en lo que canta un gallo sino está unido por una idea común, una cultura» (Esteban Echeverría).
Esteban Echeverría se impone una misión: Nada menos que sentar las bases de una literatura nacional.
Hasta Echeverría prácticamente todos los escritores, así como gobernantes, revolucionarios de mayo, fueron abogados, militares, sacerdotes; Echeverría -nos dice Caparrós- «intentaría inventar otra cosa, algo que no era otra cosa, que era solamente lo que era, un escritor«.
Pero el autor de «La Cautiva» y «El Matadero» (textos que muchos conocimos en el colegio), es más que eso; con él surge una nueva figura hasta entonces desconocida: el intelectual.
Intelectual tomado como alguien que aparte de profundizar en el pensamiento, aprovecha un renombre para intervenir en lo social y político.
Ahora bien, Caparrós en este caso no se limita a reflejar vida y obra de su biografiado, sino que traza paralelos con la actualidad. No puede dejar de reflejarse en Juan Manuel de Rosas a Juan Perón; o en Encarnación Ezcurra a Eva Perón, y en los manejos del poder que hace El Restaurador de las Leyes costumbres que utilizará -de otra manera- el reciente peronismo populista (de Carlos Menem al kirchnerismo). «No me interesa usar el pasado como un presente, sino el presente como pasado», dispara Caparrços
El mismo alterna en una narración amena y plena de tensión aspectos cronológicos de Echeverría como una relación amorosa traumática siendo muy jóven que marcará sus relaciones sentimentales posteriores, la pérdida de su madre, la publicación de sus primeros poemas, su misantropía, la descripción física con su barba en U, el vínculo privado con la hija de una esclava, su participación en tertulias y reuniones que lo harán líder de los intelectuales perseguidos por Rosas etc; intercalándolos con reflexiones propias del narrador en apartados que cierran cada uno de los capítulos.
Estevan (con v corta aparece en el libro) Echeverría nace en 1805, tras un breve paso por el Colegio de Ciencias Morales, en el 25 viaja a París donde permanece un lustro como representante de una empresa, al regresar un diario le publica las primeras poesías en forma anónima; en Buenos Aires, que es aún una «aldea», se empieza a construir una personalidad, a ser reconocido.

Ser Argentino
Echeverría indaga en la identidad del idioma y en el campo de las ideas, teniendo en cuenta que ninguna revolución como la de Mayo de 1810 se sintió tan anticolonial como la Argentina. La concepción del nacionalismo del prócer está imbricada la universalidad: «Las ideas son universales como las nubes: los personajes, los temas, los paisajes son nacionales».
En términos ideológicos Echeverría formó parte de la corriente romanticista, pero inserta en lo mundial: «Tendremos siempre un ojo clavado en el progreso de las naciones y otro en las entrañas de la realidad», dirá en una disertación, y se convertirá en uno de los lemas de la Joven Argentina, intelectuales disidentes del rosismo.
Echeverría jugó un rol central en la Generación del 37, junto a Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, Miguel Cané, entre los más conocidos, quienes se reunían en la biblioteca de Marcos Sastre.
El libro los expone en roles diferenciados; mientras Alberdi es al comienzo comprensivo y pragmático respecto de Rosas (dirige una revista «La Moda» sostenida por Corvalán edecán del caudillo), Echeverría no tiene contemplaciones pues nada se puede esperar de una tiranía, en tanto Gutiérrez se muestra en un rol contemporizador.
Antes de recibir las Facultades Extraordinarias, ya Rosas había realizado una campaña contra los indios que resultó sangrienta (tal como la describió en sus notas Darwin).
Y a partir que le otorgan la suma del Poder Público, Rosas pone en marcha un mecanismo de terror a partir de dos polos la Sociedad Restauradora (compuesta por conservadores como Anchorena, Unsue Iraola etc) y la Mazorca (los ejecutores, especie de bandas populares).
Gente del pueblo es tentada para llevar a cabo esas persecuciones y asesinatos del que son víctimas desde un sobrino de Moreno, un hijo de Castelli, los Mazza (padre -y funcionario rosista- e hijo) entre muchísimos disidentes.
A la vez, el gobierno federal (aunque unitario en los hechos) adoctrina a gente sin recursos en la delación, en el culto al líder protector, a cambio de ser tenidos en cuenta (pasa con los indios a pesar de las crueldades, con algunos negros (pese a que se restableció la esclavitud) y con los pobres (un día Echeverría encuentra a su pareja Candela -hija de una esclava- junto a unos mazorqueros que lo salva de una redada, y cuando le pregunta como es que estaba allí ella el dice que por lo menos con Rosas «son tenidos en cuenta». A la muerte de Encarnación Ezcurra se impone el duelo obligatorio (las reminiscencias con Eva Duarte, son inevitables) y a Rosas le ofrecen poner su nombre a Choele-Choel, así como se redoblan los controles en el uso de la divisa punzó (paralelismo ineludible con Juan Perón)
En principio, la Generación del 37 se muestra distante tanto de los «viejos unitarios» (rivadavianos a los que notan utópicos y aporteñados) como de los caudillos que en realidad envidian a Rosas porque quieren ocupar su lugar.
Más luego la violencia desatada por el rosismo hace que conformen una sociedad secreta (Asociación de Mayo) inspirada en los italianos Mazzini y Garibaldi, en la casa de Rodríguez Peña.
Las persecuciones se vuelvan implacables y las amenazas cunden sobre ellos. Alberdi le pide perdón a Echeverría (por su moderada, incluso cómplice actitud inicial) y parte al exilio; lo propio hará Gutiérrez y casi todo el grupo. Echeverría intenta evitarlo.

Esperanza y Desesperación
Echeverría se había desplazado a San Andrés de Giles (lindante con un territorio paradójicamente recuperado al indio) a una terreno de su hermano. Empieza a garabatear El Matadero (metáfora de lo que ocurre en el país).
Allí el autor de La Cautiva es advertido que está en la mira y parte hacia a Montevideo, su compañera Candela, embarazada de Echeverría va hacia Buenos Aires.
El tramo final de la vida de Echeverría es agridulce. Se siente abandonado y de alguna manera traicionado. Casi sin recursos vende su biblioteca, intenta alistarse como soldado con la resistencia uruguaya mas no puede. Descubre que Pedro Esnaola -adherente al rosismo- toca en Buenos Aires las canciones que había compuesto con él y medita que distinta sería su suerte si hubiera compuesto las paces con el dictador, a la vez recibe las diatribas por «tibio» de Rivera Indarte ex rosista que se había vuelto furibundo opositor (los conversos cuando se dan vuelta son los más feroces, medita Echeverría).
En su rancho de la capital de Uruguay, Echeverría recibe la visita de Domingo Faustino Sarmiento quien lo describe como el «poeta de la desesperación» y cerca del final es informado por Gutiérrez que existen contactos con Justo José de Urquiza para ponerle punto final a la dictadura de Rosas, y le augura que podrá participar de manera sustancial en la nueva etapa.
El autor de El Matadero se decide a darle cuerpo a lo que había tramado aquella generación de jóvenes en un texto llamado El Dogma Socialista en el que la Joven Argentina pasará a llamarse Asociación de Mayo, y en el que pondrá las palabras emblema y desarrollará los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad como las bases de una nación.
Echeverría había instado en su momento: «Hay que preparar las ideas que se harán necesarias cuando la tiranía por fin caiga». Es lo que viene a cristalizar en un papel poco antes que lo encuentre la muerte en 1851.
Su hija perecerá viuda, sin herederos. Pero el legado del pensamiento de Echeverría perdura.

Echeverría, la vida novelada de un personaje clave de la historia argentina, con notable vigencia