Cuando Vilas pensó en dejar el tenis, tras alcanzar la gloria.

«Me estoy cansando de esta vida», decía Guillermo Vilas en abril del 78 tras ganar la temporada anterior dos Grand Slam y 50 partidos seguidos. Se contactó con el Flaco Spinetta para grabar un disco; con Manucho Mujica Lainez para que le corrija una autobiografía; y con Jack Nicholson para filmar una película.

Sin embargo tales iniciativas eran una vía de escape para evitar la saturación, porque a la vez entrenaba siete horas por día. Su coach Ion Tiriac le consiguió un atleta norteamericano para perfeccionar su movilidad y velocidad, a la vez que trabajaba en cambiar el saque, así como en la concentración. Un ejemplo de superación de una de la máximas glorias de la historia del deporte argentino.

La nota base de este artículo (N 3056 de El Gráfico) reflejaba como se reconstruye un campeón y es un homenaje a su autor, Lucho Hernández, con quien este cronista tuvo la suerte de compartir dos años un programa en radio Belgrano.

Vilas´s Breakfast: Un desayuno con Lucho Hernández en Virginia Beach en el que el gran Willy abrió su corazón.

HISTORIAS ESPECIALES (ACREDITADO)

Hacía apenas unos meses, el mejor jugador argentino de todos los tiempos había cerrado un año inolvidable. En 1977 Guillermo Vilas consiguió 16 títulos, entre ellos dos Majors: Roland Garros y el US Open (en este último venciendo en la final a Jimmy Connors); estaba en la cumbre del tenis mundial.

El mismo era consiente de lo que había hecho: «Le apuesto a cualquiera que en 20 años no superan mi récord del 77… Y todavía discutían quien era el mejor» (esta última afirmación denotaba su dolor por la falta de reconocimiento como N 1 del mundo, tema en el que hace eje el documental de Eduardo Puppo, «Serás lo que debas ser»).

Hay que tener en cuenta que después de la referida racha de 50 partidos -interrumpidos por un match en el que Illie Nastase jugó con una raqueta luego prohibida de doble encordado- Vilas se impuso en 28 matches consecutivos.

Mas suele pasar que tras tocar el cielo con las manos sobreviene un impacto anímico; un replanteo acerca de que objetivos ponerse, o como mantener la motivación.

Al menos eso le ocurrió al gran Willy en el arranque del 78, perdió unos pocos partidos y empezó a escarbar en su interior que hacer con su carrera, con su vida.

Entonces buscó refugio en Virginia Beach junto a su entrenador Ion Tiriac quien llevó como colaborador a Henry Hines, experto en salto en largo al que una lesión no le había permitido participar de las Olimpiadas de Munich 72 para las que era favorito.

En un desayuno y una conversación en el hotel con el hombre de la vincha, Luis Hernández llegó a lo más profundo de su ser. Lucho fue el especialista de tenis de la revista El Gráfico y prácticamente co-autor de la biografía de Vilas: «Quien soy y como juego«.

Vilas iba a comprar su comida a un supermercado de Virginia Beach

«Estoy empezando a cansarme de esta vida. Si no repunto me dedico a otra cosa… El libreto de cine está casi concluido, debo ver a un productor de Los Angeles y encontrarme con el actor Jack Nicholson al que le gusta el cine y puede ser intérprete. La música sería del Flaco Spinetta. voy a publicar un libro autobiográfico que incluya tácticas de tenis, y uno de poesías. Pienso mandárselo a Mujica Lainez con quien tuve contactos para que los corrija… pero ahora tengo que vivir en función del tenis».

Vilas revelaba que si bien su pasión era el deporte de las raquetas, su espíritu estaba abierto a muchas inquietudes (de hecho en el 79 produjo y grabó un disco con Spinetta y publicó varios libros de poesía) y quizá era eso lo que lo templaba mejor para la solitaria competencia.

En Virginia Beach (costa este norteamericana) Guillermo había conseguido un título hacía un año (abril del 77) derrotando en la final a Nastase. Allí durante la segunda quincena de abril y primera de mayo, alquiló una habitación «inundada de incienso hindú» en la que compartió unos mates con el periodista, le mostró una filmadora que había adquirido en Japón, e hizo play en un grabador del que salió música de Chick Corea, John Coltrane, Herbie Hancock, Jefferson Starship y Santa Esmeralda.

GV se puso bajo las órdenes de Tiriac y Hines; entrenando cuatro horas por la mañana, tres a la tarde; parando cada par de horas para tomar una gaseosa de un tubo de pelotas repleto de hielo.

De sus declaraciones trasuntaba que Vilas no estaba preocupado por los resultados circunstanciales (derrotas ante Bjorn Borg en el Masters de New York -aunque antes había superado a Manuel Orantes y a Connors en uno de sus mejores partidos-, Colin Dowdeswell en Johannesburgo, y Raúl Ramírez en Montecarlo): «No le tengo miedo a perder, con todo lo que me gusta ganar, porque es el momento en que más aprendés. A la gente le puede preocupar que pierda con Borg, pero a mi no porque saco conclusiones. El problema mío es la concentración, estoy arrastrando el esfuerzo del año pasado. Estamos trabajando en piernas, potencia y velocidad; ademas estoy utilizando raquetas sin el plomo que les ponía en la cabeza, lo que me quita algo de potencia pero me da más velocidad en la volea… en la volea no es tanto el problema pegarle a la pelota, sino la llegada; el saque lo cambié nuevamente porque nunca fue bueno y peor no va a quedar».

Como vemos el zurdo marplatense formado por Felipe Loccicero en el Náutico Mar del Plata extremaba la autocrítica y manifestaba sus ansias de perfección.

De alguna manera Tiriac, quien llevó a Vilas a la cima del tenis profesional, le insuflaba esa manera de pensar. «No puede todavía acoplar la técnica con la táctica, se equivoca con la táctica por falta de concentración; hay un solo secreto trabajar», afirmaba el rumano de anchos bigotes.

A las seis y veinte de la tarde así terminaba el grupo un dia de trabajo. Hasta el reloj que marca a hora es una raqueta

En tanto, el nombre de Hines se había divulgado por el «Quick Tennis» sistema que apuntaba a incrementar rapidez de desplazamientos en el court y movimiento de piernas (método que utilizaron Arthur Ashe, Roscoe Tanner, Billie Jean King y Vitas Gerulaitis). «Encontré varias cosas (en Vilas) que se pueden pulir -espetaba Hines- Las fundamentales: No utiliza los brazos para correr y ello le resta velocidad; además se apoya en los muslos en lugar de hacerlo sobre las rodillas que es la manera más indicada para girar rápidamente, tiene muchísima potencia pero le cuesta llegar sobre las puntas y esa el la ventaja que le lleva Borg».

– Para mejorar velocidad y traslación nada mejor que un especialista – apuntaba Tiriac. Después veremos si sigue con el quick tenis. (Heines) cobraría 7500 dólares puede ser una excelente inversión.

Inconformista: Vilas no tenía mal saque, pero siempre buscó mejorarlo
Quick Tennis el aporte de Hines a Vilas
Tres horas de físico a la mañana con Hines, cuatro a la tarde de táctica con Tiriac

El artículo en cuestión, contenía aspectos de color como el desayuno de Vilas: Café, revuelto de huevo, tostadas, waffles y mermelada; y aludía a la comida que compraba en el supermarket para cocinarse en el hotel.

Y concluía, así: Adentro de la pieza 210 de Marjac Apartaments seguía creciendo un nuevo Vilas, tan grande como el anterior. Sólo faltaba que el hombre y el tenista volvieran a encontrarse.

Vilas conseguiría muchos más títulos en su carrera; ya al mes siguiente los de Hamburgo y Munich, y su tercera final en Roland Garros; otros dos Grand Slam (Australia a finales de ese 78 y en el 79); y tendría jornadas épicas en la Copa Davis como el partido que le ganó a John Mc. Enroe en 1983 en el Buenos Aires Lawn Tennis; así hasta su último de los 62 ATP en singles en Kitzbuhel.

Lucho Hernández obviamente todavía no lo sabía; pero en el cierre de su texto lo insinuaba.

La tapa del número que incluye la nota de referencia.

s.

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