En las elecciones para congresistas nacionales del pasado 12 de septiembre, los candidatos de centroderecha Javier Milei y Ricardo López Murphy sumaron el 25 % de los votos en la Capital Federal ¿Se puede decir -como hicieron algunos analistas- que el liberalismo ortodoxo otra vez está «de moda»? (por Figarillo II)
El reciente resultado electoral puede ser interpretado como el rechazo de parte de la sociedad a un Estado sobredimensionado; el hartazgo frente a una clase política que parece lejana a los problemas del hombre común, mientras la actividad privada se va achicando.
Excéntrico y con lenguaje combativo, Milei -novato en la política- parece ser depositario de parte de esas expectativas; mientras López Murphy -con basta trayectoria a partir de su origen en la Unión Cívica Radical- recibe la adhesión de gente que valora la institucionalidad del sistema.
Ambos postulantes al Congreso (que competirán en noviembre por el voto de un espectro similar) suelen hacer referencia a la influencia de la escuela austríaca, uno de cuyas columnas vertebrales es el pensamiento de Friedrich August Hayek (1899-1992).
Milei lo evoca alternando el contenido con un tono agresivo de campaña, mientras López Murphy, ex ministro de Economía y Defensa, lo hace desde otro abordaje. Con menos convocatoria en las primarias -en su caso en territorio bonaerense-,a José Luis Espert se lo puede ubicar en la misma línea. Los tres coinciden en la prédica contra el desbordante gasto público en el nivel nacional, provincial y municipal.
Las ideas ultra-liberales tienen su tradición en la argentina. A inicios de los 80 la escuela austríaca alcanzó gran difusión a través de las cátedras de Alberto Benegas Lynch (h) y sus seguidores, desde usinas como ESEADE, centros de estudios privados y en cursos de Economía Política en la Universidad de Buenos Aires.
En esencia, esa doctrina pregona un estado mínimo, con la única función de garantizar que no se afecten los derechos individuales (la vida y la propiedad como extensión de la persona) reconocidos en las constituciones liberales.
Otro principio es que el «orden espontáneo» (decisión de cada uno de los emprendedores y consumidores en el mercado) genera mayor bienestar que la intervención de los burócratas.

La tarea de aquellos docentes en la Argentina fue ardua, primero teniendo que despejar el vox populi acerca de que José Alfredo Martínez de Hoz (ministro de Economía del presidente de facto Jorge Rafael Videla) fue liberal; y luego, por tener que plantarse ante una audiencia en esos tiempos volcada en general hacia posiciones de izquierda.
Dicha prédica en el ámbito universitario fue exitosa a través de UPAU. algo así como la rama universitaria de la Unión de Centro Democrático liderada por Alvaro Alsogaray.
La escuela austríaca nace con Menger y su teoría subjetiva del valor, y se sistematiza a partir de Von Mises, pero se podría decir que FA Hayek fue quien mejor expresó la simbiosis de la economía con la política.
A fines de los 50, invitado por Benegas Lynch padre, Hayek estuvo por primera vez en la Argentina; aún era poco conocido fuera del ámbito académico; el profesor Meir Zylberberg, testigo de esa visita, memoraba así aquel evento en el Plaza: «A mi me cambió la cabeza, empezando por su explicación acerca de que lo que provocó la llegada de Hitler al poder fue el fracaso del socialismo que se había cristalizado en la Constitución de Weimar, el nazismo aprovechó que la democracia alemana estaba destruida».
En discrepancia, algunos historiadores sostienen que fueron los nacionalistas quienes tumbaron el proyecto social demócrata por odio al comunismo y ello abrió las puertas a las tendencias xenófobas y racistas que estaban arraigadas en tiempo de Prusia y el Imperio Austro-Húngaro; y que a los capitalistas no les importó hasta que fue demasiado tarde, porque en principio la propiedad privada no iba a ser afectada como en la Unión Soviética. Desde una visión de centro-izquierda, se le critica a Hayek que los «meta en la misma bolsa» que a la ultraizquierda; o que la radicalización sea el destino inexorable de un reformismo moderado.
Libertad o Servidumbre, sin tercera vía:
Pero precisamente, el meollo de Camino de Servidumbre -el libro de divulgación más famoso de FH, de una claridad meridiana- pasaba por afirmar que una vez que el gobierno interviene en la economía, ello necesariamente va a llevar a que el Estado pueda intervenir en el resto de los órdenes de la vida. Sea por decisiones del Ejecutivo, o por la «omnipotencia de la ley» (dictada formalmente, pero contraria en su espíritu a los derechos individuales) la persona queda así sometida a la arbitariedad del poder.
«Primero se intervienen los factores de producción, luego la distribución, la comercialización, se restringen las fronteras, de a poco se llega a la estatización total y completa», destaca el filósofo Gabriel Zanotti, especialista en los pensadores de la escuela austríaca.
En sentido similar, el liberal chileno Axel Keiser explicaba en una reciente nota en «La Nación» que Hayek era contrario a aplicar la «justicia social» porque el estado no tendría límites en la redistribución, aunque sí aceptaba la asistencia focalizada hacia gente que quedó fuera del mercado.
Keiser reconoce que la igualdad no es una preocupación de los liberales a esa usanza. «Lo que importa no es la desigualdad, sino la pobreza». Se suele ejemplificar en esta aspecto que un pobre en un país de alto PBI vive mejor que un rico en un país decapitalizado (salvo que pertenezca a un sector privilegiado)
Evitando una lectura maniquea, el profesor de Teoría del Estado, José Luis Gargarella sostiene que»es de necio o mal intencionado no reconocer que el capitalismo generó un océano de riqueza como nunca en la historia; pero no deja de impactar el contraste que genera observar al mismo tiempo a tanta gente sumergida en la más absoluta pobreza».
En tanto Juan Cruz Salazar matiza la ausencia completa del Estado en Hayek. citando un párrafo de Camino de Servidumbre: «El sistema de competencia no es excluyente con ciertos servicios sociales en áreas como la infraestructura y la salud«; asimismo, el austríaco consideraba que si el Estado asiste alimentariamente a quienes están privados de la libertad, con más razón debería hacerlo con quienes atraviesan un estado de necesidad.
Habría en este punto marcadas diferencias con anarco-capitalistas tipo Murray Rothbard (como Hayek discípulo de Mises) que no admiten directamente la existencia del Estado; algo que Milei también suele exaltar. Rothbard, espetaba cosas como éstas: «El Estado es la más vasta y formidable organización criminal de todos los tiempos, más «eficaz» que cualquier mafia en la historia». Afirmaciones como éstas no entrarían en la concepción de López Murphy, en tal caso el Estado se puede reducir, hacerlo eficiente en sus funciones; además, de resultar electos diputados tanto Milei, como López Murphy como Espert formarían parte de uno de los poderes del Estado.

Sobre Keynes y Friedman:
«Al final, Keynes fue antikeynesiano«
A partir de la crisis del 30 solía decirse que de alguna manera «todos somos keynesianos». El tremendo crack financiero que derivó en La Gran Depresión llevó a que la prioridad entonces sea combatir el desempleo que había llevado a un nivel de vida paupérrimo de mucha gente. Se graficaba el involucramiento de Estado en que Keynes proponía que los obreros excaven y tapen un pozo antes que seguir desocupados. Tras la segunda Guerra Mundial rigió especialmente en Europa el Estado de Bienestar que dado el gasto público excesivo que se fue generando terminó desalentando la inversión y la iniciativa privada, incrementando el peso de la burocracia.
Una lectura podría dar cuenta de que existe una especie de clima de época ante las diversas realidades. En una entrevista con el recordado Germán Sopeña realizada en Friburgo (1983), Hayek hizo una curiosa afirmación sobre quien es considerado su archienemigo en el campo de las ideas económicas. «Así como se ha dicho muchas veces, que si Marx viviera no sería marxista, estoy seguro que Keynes no sería keynesiano, ya no lo era en los últimos meses de su vida».
Y precisaba que en varias conversaciones que mantuvo con Keynes, éste último la manifestó su preocupación por la «propaganda inflacionista» que había ganado a muchos de sus alumnos. Un día dijo «Están locos, no toman en cuenta que mis teorías fueron pensadas para combatir períodos de deflación«.

Friedman y el desempleo
Hayek se diferenciaba del exponente de la Escuela de Chicago, en que Friedman proponía detener la inflación de manera gradual. «Considero que debe ser combatida de forma abrupta y veloz por una cuestión que hemos verificado: el descenso lento y gradual provoca un desempleo masivo porque las empresas se van readecuando gradualmente al proceso recesivo. Si se aplica una política radical contra la inflación también habrá desempleo inmediato, pero el restablecimiento de condiciones más sanas permitiría un rápido equilibrio en la situación de empleo. En términos políticos es posible aguantar seis meses con un 20 % de desempleo, mientras es muy difícil aguantar cuatro años con 10 % de desempleo permanente»:.
Quizá Hayek le imputaría al ex presidente Mauricio Macri no haber aplicado una política dura contra la inflación, sobre todo al comienzo de su mandato, aunque de todas maneras las condiciones políticas locales hacían complicado salirse del gradualismo. En este punto, Milei propone liquidar el Banco Central, lo cual para López Murphy sería impracticable, mejor sería limitarse a incrementar el ingreso de divisas genuinas para frenar la emisión de dinero.
Sobre la influencia de Hayek en su formación, López Murphy recordaba que cuando descubrió Camino de Servidumbre fue una especie de shock pues «uno de joven creer que puede planificar e ir ajustando todo a sus deseos; fui comprendiendo lo patológico de querer implantar controles de todo; también un gran mérito del Premio Nobel de Economía 1974 fue desarrollar como se resuelven complejas situaciones a través de mecanismos decentralizados del mercado».
El ex candidato presidencial por Recrear también subrayó que (en «La Fatal Arrogancia») Hayek alertaba contra la creencia que el burócrata sabe más y puede ser más eficaz que el orden espontáneo.
Zylberberg, autor de «Las Raíces Totalitarias del fracaso argentino» adaptaba principios de Hayek a la realidad argentina, ejemplificando con el control de cambios en 1931, o el impuesto a los réditos creado en el 32 y después establecido con diversos nombres. «Casi todos los gravámenes comienzan siendo de emergencia y se quedan para siempre».

La Nueva Derecha y el Populismo
Además de su rechazo al intervencionismo estatal y de afirmar que nadie tiene derecho a ser solidario -a la fuerza- con los bienes ajenos; Hayek fue un férreo defensor del estado de derecho con lo que conlleva: división de poderes, respeto irrestricto a la libertad de prensa. En definitiva, un liberal todo terreno.
En tal sentido, cuesta encontrar afinidades de Hayek con la llamada «nueva derecha».
¿En qué sentido es populista?
Cuando Milei propone «hacer m…» a la casta política, liderando «a leones y no corderos», más allá de que lo haga como slogan está recurriendo a un «nosotros» y «ellos», situándose en la anti-política.
En algún sentido tiene razón de ser el repudio que genera la corrupción y el enriquecimiento injustificado de políticos de diversas tendencias, pero el discurso se torna complejo cuando recurre a proclamas nacionalistas y se plantan como luchadores contra las elites y un supuesto orden mundial, algo que contaría con el rechazo de Hayek, y políticamente los acercaría a personajes como Donald Trump o Jair Bolsonaro, ex presidente de Estados Unidos y actual de Brasil, respectivamente.

Milei combina liberalismo clásico con slogans de los libertarios y la nueva derecha
La reconstrucción alemana… Reagan y Pinochet
La concepción sobre el mundo de Hayek fue central en la acción de Ludwig Erhard, ministro de Hacienda de Konrad Adenauer en la reconstrucción de Alemania Occidental tras la derrota del nazismo. En la década del 80, tanto Ronald Reagan como Margaret Thatcher tuvieron muy en cuenta el pensamiento de Hayek en lo económico.
Más polémica suelen generar las visitas de este último a Chile en 1977 y en el 81. Si se recurre al tratamiento periodístico de esas visitas auspiciadas por casas de estudios y un think tank (en la primera mantuvo un encuentro de 20 minutos con Augusto Pinochet a instancias de los organizadores), se puede advertir que Hayek expresó su sorpresa por el progreso de la economía chilena a partir de las recetas del libre mercado; también es cierto que en un paper sostenía que sería bueno para Chile que entre en la normalización democrática manteniendo la política económica.
Esos acontecimientos se dieron en el contexto de la Guerra Fría, en 1973 Pinochet había encabezado un trágico golpe de Estado en el país trasandino que desplazó al presidente de extrema izquierda Salvador Allende ungido por el voto popular y quien pretendía instalar un gobierno comunista en el país trasandino.
De alguna manera se pueden vincular Reagan a Pinochet en el siguiente sentido. Es Estados Unidos estaba en boga -sobre todo impulsada a inicios de los 70 por Henry Kissinger como secretario de Estado de Richard Nixon– que en Latinoamérica era preferible una autocracia militar de derecha (de economía abierta) que un totalitarismo comunista.
Es interesante observar como Kaiser apunta que más allá de esa coyuntura, para el liberalismo de esa clase la democracia a secas es insuficiente. Hayek condenaba la omnipotencia de la soberanía popular.
En tal sentido, J.L Gargarella desliza que siempre existió una especie de tensión o ambiguedad en esta retórica del liberalismo en relación a la democracia; prueba de ello en la Argentina fue la presencia de Alsogaray -entre tantos- en gobiernos democráticos como en dictaduras.
Históricamente hubo un conflicto entre los liberales en economía y el voto popular cuando el pueblo consagraba gobiernos que aquellos interpretaban como avasallantes respecto a los derechos de las minorías.
Salvo casos puntuales, nuestro continente parece haber superado el flagelo de las dictaduras, aunque haya otros.
Liberalismo y democracia pueden ir de la mano en un sistema republicano. Convivencia que como sostenía Norberto Bobbio no es nada fácil, pero posible.

«Si el sentimiento de opresión en los países totalitarios es menor de lo que se imagina en los países liberales; es porque los gobiernos de aquellos consiguen que la gente piense como ellos desean que lo hagan». (Friedrich Hayek: Camino de Servidumbre).