Mallea y su exploración a la contradictoria Argentina que «descendió de los barcos»

Existe un relato sobre los comienzos del siglo XX de una patria dorada, con una prosperidad infinita; pero esa visión -según la óptica del autor al que se dedica esta nota- contrastaba con la de otra argentina profunda, silenciosa, ignorada.

En HISTORIA de una PASION ARGENTINA (escrita en 1937) su obra más conocida, Eduardo Mallea, explora aquella metrópoli a la que observaba en constante movimiento pero superficial; poblada de gente ingeniosa, pero absorbida por lo material; contrapuesta -según su punto de vista- al olvidado hombre del interior (que no tiene meramente que ver con lo geográfico).

El texto de Mallea nos aproxima a esa «argentina europea» repleta de inmigrantes de los tiempos del pre-peronismo, de espaldas a la «argentina profunda» que expresaba -siguiendo al autor- la «exaltación severa de la vida». ¿Era aquel el país real o una idealización?, ¿una interpretación correcta de la Argentina, o signada por un moralismo utópico?

El presente artículo concluye con unas líneas sobre Mallea y la expreriencia justicialista, además de una reflexión muy actual sobre una sociedad dividida; «Dos países» fracturados por la incomprensión y el desprecio hacia las concepciones políticas y valoraciones del «otro lado».

Mallea describe la Buenos Aires materialmente»pujante», pero espiritualment «vacía»

Comienzo con unos apuntes biográficos de Mallea -incluidos en dicho libro-, porque pone en contexto su extracción social y los tiempos de la belle epoque, así como sus ambiciones y sueños (abrevié algunos párrafos, sin modificar ninguna palabra del autor). Vale la pena leerlos para acceder a la fabulosa escritura de un autor sobre quien Jorge Luis Borges aseveró: «Prescindir de su obra, es renunciar a una de las felicidades más altas que nuestras letras pueden darnos.» (1)

Infancia en Bahía Blanca: «Yo casi no tuve infancia metropolitana. Vi la luz en una bahía argentina del atlántico…Mi padre era un cirujano de hospital, mi madre una mujer suave. Los dos honestos y tan laboriosos, que en ellos vi salvarse siempre algo del general naufragio humano Mi primer amigo fue el viento que venía del océano». Luego cuenta que su papá era pariente de Domingo Faustino Sarmiento -quien dedicó a los Mallea un capítulo de Recuerdos de Provincia-; y desliza que un día su progenitor se levantó indignado del Concejo Comunal porque querían forzarlo a votar de determinada manera, dejando un puesto que tenía de funcionario. Y que la última disputa partidaria del padre fue en el único partido de su vida, la Unión Cívica Nacional (conducida por Bartolomé Mitre) donde «por el jefe-amigo Udaondo habría dado gustoso sangre de sus venas». Cierra el capítulo con sus experiencias como alumno en un colegio británico y luego en el Nacional.

La época de la inocencia: Ya instalado en la metrópoli, escribe como observa a Buenos Aires en 1916, a la edad de 13 años: «Todo me parece grande, extraordinario. Vivo en la urbe horas de admiración ante el espectáculo de una Babilonia… con su acre pujanza y su riqueza casi brutal. Los hombres me parecen fuertes; las mujeres hermosas… Hurgo en las librerías, vago por las calles; me detengo ante cada escaparate como ante el mundo féerico de las joyas, los mobiliarios, los vapores, las rotiserias, los bazares… entro en la oscuridad de los cinematógrafos; me paro a ver las multitudes, estoy en la plenitud, soy feliz. Algún día la ciudad leerá lo que yo escriba. Pero, ¿es que lee ahora lo que yo leo? No quiero preguntarme nada; mi gozo es demasiado grande ante la ciudad de más de dos millones de destinos que pueden contarse como una historia».  

Mallea, de traje claro, al lado Borges, con anteojos Victoria Ocampo

Vocación literaria; el cine y el boxeo: Mi vocación literaria comenzó a manifestarse en la necesidad de crear mitos cuya sensible belleza fuera similar a la que producía en mi tan grande efecto. Comencé a escribir relatos y, a escondidas de todos, enviarlos a algunas revistas infantiles que leía. El día en que los vi publicados me sentí caminar por las calles en el aura de una alucinación dichosa: «¡Escribir!, pensaba. Y leía con un espíritu de emulación muy vivo las biografías de Hugo y León Tolstoi.

«Tenía entonces 14 años. El cinematógrafo, que contaba entonces casi mi edad crecía conmigo -¡y que colaboración, la de ese arte, para una naturaleza imaginativa!- Horas y horas en la oscuridad, pendiente de la aventura reflejada por medio de un halo lechoso en la pantalla plateada. Mi padre quería que nos educáramos también físicamente y entré en un club donde se enseñaba boxeo, esa palabra era a la sazón maldita en Buenos Aires… Diariamente, en el ring debí aprender a perder sin protestar, a no ostentar ampulosamente esa fuerza para la que cada día pueda obtener contraste. a no esperar nada sino de la potencia que pudiera cultivar en mi».

El único «prejuicio«: «En esos años comencé a desear la proximidad de aquellas gentes de quienes se pudiera realizar el aprendizaje de la inteligencia. Después, con el tiempo, esa hambre se transformó en otra más profunda, menos incógnita, la de buscar dialogo de amor con mujeres inteligentes, diálogo de amistad con hombres inteligentes; en no concebir ya edificios humanos que no se alzaran sobre la roca de una constante sensibilidad reflexiva. Si hubo alguna vez para mí un prejuicio de clase este lo fue y encendido».

(foto: lanueva.com)

Nada de inteligencias infalibles: me interesaban los seres llenos de noche que solían hallar su alba y seguir adelante…La vida no tiene más que dos alimentos y el de la mía no era precisamente la acción. Cuando la acción no nutre la existencia de un hombre lo hace la pasión en mi caso en el sentido de un ánimo agitado por un apetito terrible de perduración y de unidad. ¿Podría de algún modo lograr que mi pensamiento perdurara,?.. Me echaba a andar por los museos, me arrinconaba en los salones de conferencias, iba a escuchar todas las lecciones públicas cuyos títulos atraían mi fiebre de incorporarme a aquellos conocimientos. Osado e impaciente en el fondo de una inhibitoria timidez; andaba así como un curioso apremiado que todo lo que quiere buscar, indicar, asir; y regresaba a mi cuarto lleno de amarga ansiedad por tantas cosas que no encontraba. Taciturno me sentaba a comer tarde con mi familia.»

Construcción y desconstrucción de las Ideas:: En los años de la guerra (N del editor: Primera Guerra Mundial), mi amor era el de Francia e Inglaterra, estaba del lado de ellas, pero mi padecimiento era universal. En las mesas de los cafés vociferábamos el otro insurrecto y yo -¿te acuerdas Luis Saslavsky? contra los guardianes de la tradición y su empaque ceremonioso; pronto, el director de la revista (2) abandonó a la mayoría bien pensante de los redactores y se unió a nuestro espíritu. de revuelta; entonces pusimos abiertamente la proa de la revista hacia el mar de quien sabe cuantas vagamente aclamadas renovaciones.

Mi vida se extendía entre las mañanas de libros, las tardes de los cinematógrafos, los crepúsculos de las discusiones y el comentario de las obras, y las noches que participaban de cierto errar onírico y recogimiento, cuando la imaginación se recrea a sí misma».

La Argentina Visible

A partir de la descripción que hace el autor de Historia de una Pasión Argentina sobre su vida en la Buenos Aires de mediados del 30, podría decirse que se trata de una ciudad donde la expansión de la individualidad no encuentra fronteras.

Pero al mismo tiempo; Mallea advierte en el porteño la tendencia a satisfacerse solo con el bien individual o familiar, sin importar el alrededor. «una prosperidad que parece más apariencia y engaño; una representación de la vida, más que la vida vivida… Eso es empobrecerse, creyendo que se está enriqueciendo».

En el fondo, Mallea expresa una visión personal sobre el hombre y de las instituciones como farsa, sin afecto social, predispuesta a un «sálvese quien pueda» llegado el momento de las vacas flacas. Asimismo, hay que recordar que todavía es la argentina formalmente democrática pero también del fraude electoral (gobierno de Agustín P Justo). En tal sentido, destaca el bahiense: «Lo primer que miré no fue el estado o el gobierno, sino el hombre; porque aquello es producto de este…E identificaba en el argentino de la metrópoli rasgos como la «ansiedad de dominio y de poder constante», e» ignorancia vestida de información«.

Es notable la influencia en el ensayista y novelista argentino de dos autores españoles: Miguel de Unamuno («cuanto más soy de mi mismo, más soy de los demás» cita Mallea), y de José Ortega y Gasset a punto que hay una alusión en el libro que abordamos a la argentina invertebrada.

Con W Frank, María Oliver, y V Ocampo (Fundación Sur)

«Exaltación severa de la vida»

En la segunda parte de «Historia…» hay una referencia a dos inmigrantes (que no distingue con precisión) una primera ola que se sentía ante un nuevo amanecer «llenos de sentimientos, esperanzas, que hablaban de cosas argentinas, de los viejos hombres tutelares, del discurso de Avellaneda cuando llegaron los restos de San Martín»; y otra posterior inquieta más que nada por su propio bienestar y que a medida que escala se considera más culto que un labriego o un indio azteca».

Un tanto desilusionado por la superficialidad que encuentra a su alrededor, Mallea emprende un viaje por el interior del país y descubre un territorio ignorado, con ciudades abandonadas, escuelas, plazas e iglesias precarias; a la vez que observa cualidades en esas personas de mayor laboriosidad, humildad, amabilidad y no absorbida por lo extravagante. En realidad, la división que hace en el ensayo no divide al hombre según la zona geográfica, sino entre los centros urbanos y los pueblos rurales o las periferias de las provincias; el hombre de hinderland y el de tierra adentro.

De todos modos, -como coinciden analistas de su obra- no profundiza en las causas de la pobreza de muchas provincias, en las malas administraciones y tradiciones resistentes al cambio; en el caudillismo y el clientelismo.

Por otra parte, trasunta una visión reactiva al capitalismo, en aparente contradicción con una ciudad que lo magnetiza por su diversidad cultural y vitalidad.

En un trabajo para la Universidad de La Plata, Héctor Ghiretti define a la cosmovisión de Mallea como la de un liberalismo antropológico. Es decir, desde una visión no materialista y contraria al egoísmo, es un férreo defensor de la individualidad y de la libertad de pensamiento y expresión.

Y si bien se despacha contra la argentina frívola, también descalifica ideas entonces en boga como el nacionalismo («sus gestos, sus arrebatos, sus exacerbadas ignorancias y muertes) que separa del sano patriotismo

Como admirador de la cultura europea, viaja a Italia y Francia, y regresa horrorizado al ver una noche en Roma señales del ascenso de Mussolini al poder. «Me sentí asqueado y cercado por la presión que los tiranos de Estado pretenden llevar con su gesto de arbitrariedad soberanamente estúpida… Entonces, miré con otros ojos aquella América…».

Al concluir el libro -especula Ghiretti- uno se podría preguntar: ¿qué reacción le causaría «el peronismo, esa fuerza popular, masiva, turbulenta, aluvional, que mezcló para siempre esos dos países que Mallea supo distinguir dentro de los confines del territorio argentino? (3)

La respuesta la dio el propio Mallea en unas notas que escribió en 1970 a Ernes Lewald «En las épocas de dictadura totalitaria los hombres libres, aunque no estén físicamente presos, viven presos; yo no estuve preso entre 1943 y el 55, pero no fui libre. Y cuenta las constantes amenazas que sufrió en esa etapa el diario La Nación donde ejercía como director del Suplemento Cultural.

En esos escritos, Mallea narraba que cuando concluyó la «dictadura» (así denomina el autor al período del primer peronismo) la Revolución (llamada Libertadora) le ofreció ser embajador en Uruguay, propuesta que declinó, aunque luego «decidido a prestar mi empeño en el país liberado» aceptaría «la representación ante ante la UNESCO que me fue confiada». (4)

Más allá de coincidir o no con la concepción de Mallea, resuena una frase de Historia de una Pasión Argentina: «Si la Argentina tiene un ritmo, ese ritmo es el acompasado oscilar interior de su profunda aspiración incumplida«.

por Segundo Figarillo

(1) . Entre las obras de Mallea, Borges subrayaba especialmente la novela Cháves, y algunos de los cuentos.

(2) Se trataba de La Revista de América, dirigida por Enrique De Vedia, completando el equipo su hermano Leonardo de Vedia y Carlos Erro (nota de Ernest Lewald). Mallea recordaba de su paso por esa publicación que escribió un cuento Cynthia que lo hizo famoso.

(3) Héctor Ghiretti: Pasión o sentimiento: El pensamiento liberal en Eduardo Malea y Víctor Masshu.

(4) Algunos datos interesantes de la vida de Mallea para quien quiera seguir leyendo, extraídos de los apuntes dejados a Lewald. Mientras escribía en La Revista de América, también colaboraba en publicaciones de Proa y Martín Fierro.

Un día memoraba Mallea que (acompañado de Ernesto Palacio) le llevó unos cuentos a Leopoldo Lugones, que a éste último «le encantaron, sobre todo la adjetivación; el autor de La Guerra Gaucha le sugirió que cambie el título «Cuentos para una Inglesa Desesperada» por «Pedazos de Espejo», pero no le hizo caso». En un reportaje, -subraya Mallea- Alberto Gerchunoff calificó ese libro como un «verdadero mérito a la prosa».

También es atrapante, conocer como llegó Mallea al periodismo. Lo comenta así: En 1927 le confió a su padre que no quería ser abogado, sino que quería trabajar como redactor el diario La Nación como Lugones De Vedia, Becher; que era «la casa intelectual por excelencia». Su padre -que había admirado mucho al fundador,, le envió una carta a Luis Mitre. Al año siguiente, viajaría al Viejo Mundo y cubriría como corresponsal los Juegos Olímpicos de Amsterdam.

A su regreso dirigió el Suplemento Cultural del diario de los Mitre, donde trabajaba de 15 a 20 horas; por la mañana y algunas noches trabajaba en un libro Simbad.

Siguió viviendo con sus padres hasta que en 1944 se casó con Hilda Muñoz Larreta. De sus viajes a Europa mantuvo amistad con Juan Ramón Jímenez,Ortega y Gasset y Unamuno en España; en Francia con Roger Caillois y Andre Maurois, conoció a Paul Valery y en su primer viaje a Italia a Luigi Pirandello. Tuvo dos hermanos, falleció en Buenos Aires en 1982.

Dejó varios consejos para jóvenes escritores, y esta auto-descripción: «Mi único orgullo consistió en ser tolerante ante todas las ideas y no haber rechazado u ofendido a nadie por sus creencias… Solo me rebelo ante las formas sociales o políticas basadas en una idea negativa de la persona humana como libre ejercicio de sus preferencias públicas o de sus convicciones ideales o privadas. No he elegido a mis amigos por sus preferencias de partido, sino por la calidad de lo que yo llamaría su corazón mental.

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