La novelista Leila Silmani es la autora francófona más leída en el mundo. Nació en Rabat, capital de Marruecos, dentro de una familia de la elite del país africano. Cuando tenía ocho años su madre le dijo que iba a ser escritora «no puedes ser otra cosa», sentenció; en tanto la hermana pronosticó que sería abogada. «Desde chica sentía furia o pasión para luchar contra las injusticias, por ejemplo me hacía defensora de mis hermanas cuando no la dejaban salir (en relación a la desigualdad respecto a los hombres), o era la que tenía que negociar con mis padres».
Finalmente se decidió por la literatura, pero entiende que su rol es semejante a la de una letrada. «Reparar la injusticia, entender que nadie es tan monstruo como para no tener una defensa. Cuando se las hace con nobleza, ambas profesiones son parecidas».
La semana pasada Leila, que esta completando una trilogía con el título El País de los Otros (sobre el choque cultural tomando la historia de su familia desde que su abuela francesa se casó con un marroquí durante la Segunda Guerra Mundial) – mantuvo un exquisito diálogo en el marco del FILBA con Anne Sophie Vignolles.
En dicha conversación, se refirió a sus orígenes, como fue criada en una familia que hablaba francés y un dialecto popular dariya para comunicarse con la gente del lugar.
Hija de una médica, desde muy chica se conmovió con el destino de tantas mujeres que carecían medios de para cuidar a sus hijos o se dejaban morir porque no querían que su familia gaste dinero ante las escasas posibilidades de sobrevivir. «¿Porque estamos de «este lado» y no «del otro»?, es una pregunta que siempre la sacudió.
En lo personal padeció en carne propia cuando su padre (banquero, ministro de Finanzas) fue a prisión (entre los 13 y 22 años de Leila) acusado de malversación de fondos de lo que finalmente fue declarado inocente. En las visitas a la cárcel, la autora pudo observar situaciones de gente que carecía de todo sustento a diferencia de su familia que tenía capacidades para defenderse.

Desapego
«Aprendí a no apegarme a nada, ni a objetos ni a ninguna amistad (aparte de mis hijos y personas cercanas). No quiere decir que no confíe en las personas, ni que sea una agria; pero trato de aprovechar los momentos, siento que un día todo desaparecerá», expresó sobre su filosofía de vida.
Para resumir su concepción sobre la función de la literatura si es que tiene alguna, recurrió a una frase de Clarice Lispector:«Escribir es bendecir esas vidas que no fueron bendecidas«.
Que en En el jardín de los ogros haya escrito sobre la ninfomanía (se le ocurrió mientras seguía las noticias del affaire DSK, pero en la novela la «depredadora sexual» es una mujer); o en Canción Dulce acerca del infanticidio (la protagonista principal es una niñera asesina, relato basado en un caso ocurrido en Estados Unidos) no considera que se deba a la intención de ser transgresora. «Nunca pienso en el lector» Ante una inquietud de la interlocutora, Leila apuntó. «Hay que escribir sobre el lado B de las cosas (desde la incomodidad), del otro se conoce demasiado». Y en ese sentido añade: «La vida social tiene sus reglas de cortesía, la literatura permite explorar lo oculto, transparenta el interior del ser humano… El mejor momento es cuando encuentro las palabras para expresar la emoción de los personajes y que esas palabras no sean banales».
Entre paréntesis, en un reportaje con El Confidencial se mostró molesta con el exceso de corrección política. «Estoy harta de esos actores, actrices y escritores que son políticamente correctos, buenos, que tienen miedo de escribir o decir algo…En la vida la gente se enfada, eso no es nada del otro mundo. A mis hijos les digo que si alguna vez les dicen algo que no les gusta no hay que sufrir por ello. La vida es así, nos pueden decir cosas que no nos gustan«.
Sobre la ansiedad en tiempos de pandemia -uno de los ejes centrales de la edición del Filba 2021- Leila sostuvo que «es una pulsión de creatividad y destrucción que a menudo sienten los escritores a la que no es ajena y que es difícil de manejar. «Lamentablemente bebo», se reprochó. Y consideró que la pandemia no va a ser bien abordada desde la ficción hasta que pase cierto tiempo y se pueda tomar cierta distancia.
Sus influencias son de las más variadas. Entre las mujeres destacó a Virginia Wolf y Toni Morrison, Margarite Duras, dos rusas Svetlana Alixievich (Premio Nobel y que convina periodismo con ficción ) Ludmila Ulitskaya; de los autores de su país a Flaubert y Camus y entre los latinoamericanos ponderó al brasileño Jorge Amado y a los mexicanos Carlos Fuentes y Octavio Paz.
Un consejo para jóvenes escritores : «Nunca piensen que los van a leer».

Aquí la entrevista completa: