Un candidato de ultra derecha, José Antonio Kast, enfrentará en la segunda vuelta al postulante por la extrema izquierda Gabriel Boric. El orden marcial, el conservadorismo social y la lupa sobre la inmigración por un lado; el intervencionismo estatal, la abolición del sistema de pensiones, la flexibilidad frente a las protestas sociales por otro; son las dos visiones que se enfrentarán en el ballotage. La apuesta republicana es que las otras fuerzas con las que tendrán que negociar ambos, moderen el escenario de cara al decisivo 19 de diciembre.

La sociedad prefiere someterse a un dictador, que padecer cientos de dictadores; sostenía Tomas Hobbes (1588-1679) en su concepción que cualquier cosa es más tolerable que la anarquía.
De acuerdo al autor de la frase homo homini lupus (el hombre es el lobo del hombre) para superar el estado de naturaleza los individuos le entregaban todo el poder político a un soberano (gobernante) cuyo objetivo excluyente era garantizar la seguridad de los individuos.
Para Karl Marx (1818-83 ) el capitalismo deriva indefectiblemente en desigualdad provocada por la explotación de la burguesía sobre la masa trabajadora. En la teoría del nacido en Tréveris son las relaciones económicas las que condicionan todas las actividades e instituciones, realidad que el político debe transformar.
¿Pueden encontrarse analogías entre el Leviatán de Hobbes con el ideario filosófico-político de Kast; así como del autor de La Sagrada Familia respecto al barbado y joven antagonista de solo 35 años, Boric?
Viaje trasandino: Del centro a los extremos
Cuando en 2019 el caos invadió Chile, el mundo entero asistió a lo que parecía el derrumbe de un modelo que había asombrado por los elevados niveles de crecimiento (generando un verdadero boom económico) y un sistema político exitoso a partir de la Concertación (unión de socialistas y demócratas cristianos con fragmentos más de izquierda) que gobernó entre 1990 y 2010; completado por la derecha republicana que con la llegada de Sebastián Piñera a la Moneda que consolidó el espíritu de alternancia en lo que parecía ser una democracia plena.
A fine de los 80 Chile había dejado atrás el trauma de Augusto Pinochet quien había asaltado el Palacio de gobierno para desalojar al electo Salvador Allende, quien buscaba implementar el sistema comunista en tiempos de la Guerra Fría.
La gestión del golpista Pinochet combinó una dictadura sangrienta con políticas económicas de libre mercado que fomentaron las exportaciones, importaciones y las inversiones.
Tras el fin del gobierno militar, la transición comenzó con el mandato de de Patricio Aylwin (se realizaron algunos «juicios por la verdad», aunque Pinochet continuaba como jefe de las Fuerzas Armadas), seguido por el de Eduardo Frei (hijo del antecesor de Allende), ambos de la Democracia Cristiana; y una segunda etapa liderada por los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
La Concertación combinaba la moderación del social cristianismo con la más «progresista» social democracia. Esas administraciones tuvieron la habilidad de preservar las recetas del crecimiento económico, demostrando que se podían concretar en democracia, la cual de alguna manera se «completó» con el triunfo de Piñera exponente de un centro derecha liberal modernizado.
Mientras la coalición de centro izquierda excluía las posturas extremas propias del comunismo, la de centro derecha -especialmente el sector de Piñera- rehuía de Pinochet como parte del pasado.

Del boom a la explosión
Pese a que los números de la economía parecían cristalizar el boom chileno, reforzado por el alto valor de las materias primas, el crecimiento no se reflejaba en los niveles de vida de amplios segmentos y el malestar social se incrementaba. Ya en la segunda administración de Bachelet, se multiplicaron las demandas que se venían acelerando años anteriores por la educación gratuita y el abaratamiento del transporte, pero el gobierno salió muy golpeado lo cual derivó en una nueva victoria de Piñera.
También aparecía en la opinión pública la idea de una elite política que iba rotando en el poder dejando fuera de participación a la mujer y el hombre común.
Estudiantes universitarios y gremios incrementaron su presencia en manifestaciones (demandando educación, salud pública y mejoras laborales) desplazando de alguna manera a los partidos políticos. Algo que aparecía muy fuerte era la falta de reflejos de lo macro en la vida diaria de los sectores medios y bajos.
Un observador veía «dos Chiles» el de los shopping, y negocios con marcas que estaban fuera del resto de Sudamérica, alto nivel de consumo, y a la vez filas y filas de viviendas precarias por ejemplo en el camino de Santiago a Valparaíso.
Como gota que desbordó el vaso, hace dos años el hastío social se reflejó en las manifestaciones de protesta en Santiago y muchas comunas, mezcladas con actos de saqueos y atentados organizados por grupos vandálicos.
De ese escenario dantesco desatado en las jornadas previas a la pandemia, parecía que la izquierda iba a salir fortalecida a partir del accionar de jóvenes dispuestos a luchar por cambiar el sistema, siguiendo la senda abierta en su momento por la universitaria Camila Vallejo, luego electa diputada. Uno de los emergentes de estas nuevas protestas desde la política fue Boric.
Como para descomprimir Piñera se comprometió a convocar una consulta popular para convocar a una constituyente que reformara la Constitución de Pinochet del 80.
Con el transcurrir de los meses aparecerían las dudas sobre el destino que suelen tener estas movidas caóticas si no encuentran una conducción adecuada.

Por derecha
La cuestión es que Piñera quedó en medio del fuego cruzado; aunque privilegió el orden (e incluso fue criticado por algunos procedimientos de los carabineros) los continuos atentados contra comerciantes que perdían la mercadería y los locales, lo hizo aparecer como blando.
Aunque la mayoría respaldó la convocatoria a la Constituyente; la transformación de Chile en un país capitalista con un comercio privilegiado con los países del Asia Pacífico y una relación especial con EE.UU, es algo que la burguesía chilena no quiere perder.
Finalmente, en las elecciones del domingo pasado, el candidato de Piñera quedó relegado al cuarto lugar (muy cerca del tercero) ya que muchos de sus votos recayeron en Kast, jefe del Partido Conservador que en la anterior compulsa electoral había tenido muy poco respaldo popular.
Kast, quien nunca ocultó su admiración por Pinochet, volvió a elogiar su legado; entre otras cosas destacó que es partidario de eliminar los eximientes de punibilidad del aborto (tales como la violación o peligro de la vida de la madre), así como enfatizó su rechazo a una norma que habilite el matrimonio entre personas del mismo sexo.
También se comprometió a aplicar mano dura, inclusive con la intervención con «carta blanca» al Ejército contra el accionar de los Mapuches, por lo que recibió el amplio respaldo electoral en esas zonas fronterizas. En definitiva, se mostró como el candidato del orden dispuesto a recuperar las tradiciones familiares de la sociedad chilena.
¿Cómo una sociedad reformista puede volverse reaccionaria en poco tiempo?
Salvando las distancias, los ejemplos históricos se multiplicaron en boca de varios historiadores, con episodios como cuando la revolución francesa fue «cerrada» por Napoleón consagrado emperador; o como colofón de las revueltas del mayo francés del 68, emergió la presidencia del gaullista, Georges Pompedeu; o cuando pese a las críticas internas a las intervenciones de Estados Unidos en Corea y Vietnam fue elegido Richard Nixon a cargo de la Casa Blanca.
Por izquierda
Los vientos de cambio que se venían produciendo en la sociedad chilena, alentaron a la izquierda a radicalizarse.
A tal punto que el Partido Comunista de Chile pasó a ser parte central de la estructura que encabeza Boric y que llegó a la segunda vuelta.
Pese a la resistencia de los legisladores de derecha, el Congreso consagró una ley habilitó a la población a sacar un porcentaje de los fondos de pensión depositados, ahorro personal que en la concepción ortodoxa era intocable.
La popularidad de la medida llevó a que una de las propuestas de Boric sea terminar con las AJP, cuando se trató de una de las creaciones más elogiadas del capitalismo chileno.
Cuando Nicolás Maduro fue electo presidente (como sucesor de Hugo Chávez) Boric le envió una salutación; sin embargo, el candidato de Apruebo Dignidad hace tiempo se manifestó muy contrario a los sistemas de Cuba, Venezuela y Nicaragua despachándose contra la falta de libertad que existe en el país gobernado a mano de hierro por Daniel Ortega.
En lo interno Boric es cuestionado por proponer indultar a los detenidos por los atentados al orden público, pero aquel responde que el beneficio comprendería a quienes llevan dos años presos sin pruebas.
Y se distingue de su adversario en el ballotage, afirmando que el uso de la fuerza pública debe ser realizado bajo la conducción civil y no con autonomía por el ejército.
Ambas son cuestiones propias del liberalismo, sostuvo el vocero de Bocic.
Porque -y esto es interesante- ambos postulantes a la moneda se definen como liberales, uno de derecha, otro de izquierda.

Final abierto
De cara al ballotage la mayor incógnita es que harán los votantes de las fuerzas que que quedaron excluidas de la segunda vuelta.
La más relevante es el Partido de la Gente que propone la reducción de los sueldos de todos los políticos, y son remisos a la flexibilización de las fronteras.
Lo peculiar es que su candidato, Franco Parise, hizo toda la campaña desde Estados Unidos (al parecer no puede regresar a su país por un problema con un juicio alimentario) y no sabe si va a retornar en los días que faltan hasta la elección definitiva del 19 de diciembre. hay quienes han definido su candidatura como de «periodismo digital».

Un dato optimista a tener en cuenta es que Sebastián Sichel (el candidato «de Piñera») quedó a un paso del segundo (0,1 %), y Yasna Prevoste (Demócrata Cristiana que de alguna manera expresa la Concertación) un punto y pico debajo de aquel; por lo cual tendrán cierta influencia como contrapeso.
Es probable que Sichel termine respaldando a Kast (aunque tiene posturas más liberales en cuestiones sociales que este último) y Provoste a Boric (menos blanda en términos de inseguridad que el candidato de izquierda) terminen corriendo al menos un poco más hacia el centro a los candidatos.
En definitiva es responsabilidad de los políticos chilenos preservar la tradición democrática de su país evitando la erupción de los volcanes sociales que no aparecen en la geografía trasandina, pero si en imágenes que aparecen en tiempos de crisis.
Segundo Figarillo