Un poco en broma, un poco en serio; hace unos días jugábamos con el modo en que están entreveradas las noticias; ya no existen compartimientos estancos, ni en los diarios de papel -quizá el formato más serio de periodismo- y menos en los on line.
Por eso decíamos que cada vez es más frecuente encontrarnos con:
La sección política llena de noticias judiciales (no solo por la llamada judicialización de la política, sino también por la multiplicación de escándalos)
La de Espectáculos y de la farándula, llena de políticos (cada vez ambos mundos más mezclados)
La de Deportes llena de noticias policiales
La sección Economía se parece a la página del Horóscopo
y el rubro Judiciales a la de los chistes (porque el manejo de los tiempos que hace la justicia dan gracia)
La más creíbles -cerrábamos en clave de tragi-comedia- parecen ser las necrológicas, aunque en las redes más de una vez tuvieron que desmentir a un muerto
Enredados
En este verdadero aquelarre influyen sin duda las redes sociales, la proliferación de información, las fake news intencionales, los trolls -cuyos efectos han sido estudiados de sobra- También tiene que ver el poco tiempo que queda para leer e interpretar la realidad, lo cual sumado a que la facilidad de opinar hace que cada uno se sienta de alguna manera no solo un cronista circunstancial, sino también tal si fuera periodista.
De tal manera la profesión de periodista pierde jerarquía, sumado a que los textos de mayor impacto son breves, sensacionalistas y extremistas.
Ello lleva a que los medios se vuelquen a este tipo de estructura informativa; es decir, periodismo amarillo hubo siempre, pero el fenómeno notable de los últimos años es como gana lugar (producto de la demanda de los lectores) también en medios catalogados de «serios».
Lo mismo ocurre con la objetividad o imparcialidad del comunicador. El mismo siempre parte de cierta subjetividad, o inclinación del medio (incluso para elegir que evento cubrir), pero el norte de un periodista es la veracidad de lo que transmite; sin embargo, a partir de que el público busca más fortalecer sus posiciones que una aproximación a la verdad, una postura moderada que no divida al mundo entre ángeles y demonios parece tener cada vez menos lugar.
En este escenario abrumador ¿tiene algún destino apostar a la rigurosidad del oficio?
Sobre este punto las opiniones están divididas; hay quienes entienden que como todo exceso las aguas van a decantar y que sin ser dominante (algo que en el fondo es bueno) la calidad periodística se va terminar imponiendo; otros consideran que tal posibilidad es una utopía, y que a lo sumo la fragmentación va a redundar en un contenido que apunte a pequeños segmentos interesados en profundizar sobre aspectos específicos de la realidad.
Mientras tanto, habrá que abordar las cosas con humor y tomar los diarios (los pocos que los leemos impresos y los digitales) por donde se nos de la gana.
A propósito: ¿En que sección iría esta nota, o éste comentario?
Segundo Figarillo
