Como se pulverizó el sistema de partidos políticos en Venezuela y Perú

Dos experiencias que advierten sobre la deriva de la democracia en América Latina.

(Especial para Acreditado)

Hace un cuarto de siglo que el chavismo (con su «padre» Hugo Chávez Frías, seguido de su heredero Nicolás Maduro) maneja con mano férrea el poder en Venezuela. Las evidentes acciones contra los derechos humanos, cierre de medios, denuncias de negociados y hasta de fraude (sobre todo en la etapa de Maduro) hacen que dicho régimen sea catalogado como una cuasidictadura. La llamada «revolución bolivariana» vino a reemplazar a un sistema bipartidista que duró 40 años en un país que tenia una de las democracias más sólidas del continente ¿Qué pasó para que aquel estado de cosas se cayera como un castillo de naipes?.

En tanto Perú es un tembladeral con varios ex presidentes que terminaron encausados o presos por corrupción (incluyendo el suicidio de Alan García). Recientemente, tras la destitución de Pedro Castillo por el Congreso, asumió la vicepresidenta Dina Boluarte que arrinconada ha anunciado el llamado a elecciones anticipadas, pero la represión indiscriminada por un lado (que carga con mas de medio centenar de muertos) y los actos vandálicos por otro tornan el escenario imprevisible. La fórmula Castillo-Boluarte surgió de un sello político ofrecido al mejor postor, Hacia 1980, en el país liberado por José de San Martín había fuerzas políticas competitivas (en este caso cuatro) consustanciadas con la democracia.¿Cómo ocurrió semejante transformación de ese sistema político al actual hiper- fraccionado?

Tanto en Venezuela como en Perú, los consistentes sistemas de partidos políticos se fueron derritiendo en menos de una década, hasta que en un año determinado explotaron y de aquello no quedaba casi nada.

Si bien los antecedentes eran diferentes, en los dos países mencionados desaparecieron las fuerzas tradicionales y emergió un líder de la antipolítica: Chávez en el caso de Venezuela y Alberto Fujimori en Perú; quienes de diverso modo fueron golpistas, y tras sus gestiones los regímenes políticos de los estados que gobernaron nunca más volvieron a ser los mismos.

Se cumplen 20 años desde que los politólogos Henry Dietz (de la Universidad de Austin) y David Myers (Universidad de Pensylvania) analizaron esos procesos en una obra que ya es un clásico en materia de colapsos de los partidos políticos y que debería seguirse con mucho interés en momentos en que en nuestra región se produce una ola de desconfianza en el sistema democrático.

La lección para tener en cuenta en el presente, es que los defensores del sistema democrático no tienen que bajar la guardia, porque lo que prueba el trabajo citado es que si el régimen representativo pierde legitimidad, el sistema puede desplomarse rápidamente. Y reconstruirlo pasa a ser una tarea titánica.

Aunque haya quienes objeten la relación directa entre la estabilidad de los partidos políticos y la democracia republicana, son numerosos los analistas (sobre todo en Perú) que reconocen a la carencia de esas estructuras como una causa central de sus crisis.

Antes de entrar en tema, por si hiciera falta cabe aclarar que las realidades de Perú y Venezuela son bastante diferentes; el país incaico tiene una macroeconomía ordenada (en lo que mucho tiene que ver la independencia del Banco Central), tuvo varios años de crecimiento del PBI (aunque con una enorme brecha social) y la división de poderes -pese a un Congreso muy deficitario- funciona, en cambio en el territorio caribeño las instituciones fueron arrasadas y miles de venezolanos pugnan por emigrar.

Teniendo en cuenta esa distancia, el denominador común es la inestabilidad política, la falta de confianza de los ciudadanos en el sistema y la disolución de los partidos políticos como canales de representación democrática.

Sobre estos últimos aspectos hace hincapié el presente artículo y el ensayo de referencia.

Puntos salientes

Venezuela tenía una de las democracias más sólidas de América Latina. Cuando el resto de los países -salvo Costa Rica y Colombia- tenían dictaduras militares, en el Palacio de Miraflores durante 40 años se alternaron Acción Democrática (social democracia) y Copei (social cristianismo). Pero desde mediados de los 90 esas estructuras fueron perdiendo apoyo, paulatina e incesantemente; y ya en el año 2000 ninguno de los dos partidos pudieron si quiera presentar candidato presidencial.

En Perú, en la década de 1980 hubo cuatro fuerzas políticas que estaban establecidas, con líderes de predicamento, dispuestos al juego democrático: Fernando Belaunde Terry por Acción Popular (AP) partido de centro derecha; Alan García (Apra) de centro izquierda, Luis Bedoya Reyes (Partido Popular Cristiano) de derecha democrática y Alfonso Barrantes (Izquierda Unida) de izquierda democrática. Inesperadamente. diez años después, dos outsiders (Fujimori y Vargas Llosa) compitieron, quedándose el primero (un líder antisistema) con el poder, mientras aquellos partidos (dos de ellos conformaron la coalición detrás del candidato del Movimiento Libertad, Vargas Llosa) quedaron pulverizados.

Proceso de colapso: Del deshielo al derrumbe. La tesis de Dietz y Myers sostiene que en los colapsos de los sistemas políticos (que son como glaciares) hay primero una especie de deshielo cuyo indicador es que sumados los votos de las fuerzas establecidas obtienen menos de la mitad del total de los sufragios populares válidos (en Venezuela ocurrió en 1993 y en Perú en 1989/90); si no se consigue una reconstrucción de los partidos lo que sigue es el derrumbe de todo el edificio, entonces esos partidos clásicos dejan de ser competitivos, ya representan una parte ínfima del padrón, o ni siquiera presenta candidatos (Venezuela 1999 y Perú en el 2000)


Es decir, hay primero una «descomposición» del sistema que implica un declive gradual; al que sigue una especie de implosión que sucede entre una elección y otra.

Los denominadores comunes del colapso en el esquema de Dietz y Myers, son: 1) todos los partidos tradicionales competitivos son abandonados por el electorado de manera simultánea y 2) los miembros más representativos del sistema no consiguen recomponerlo.

Asimismo, las señales del proceso de descomposición se reflejan en que un partido con orientación antisistema incrementa sustancialmente su porcentaje de votos, además de un aumento dramático en la abstención electoral (digamos de al menos 50 por ciento respecto a las elecciones anteriores del mismo género).

En todos los casos de deterioro del sistema, se observa que las expectativas estuvieron muy por encima de las capacidades de los gobiernos electos

Caso Venezuela: De la democracia más sólida de Latinoamérica, al caudillismo autoritario chavista

Pasando revista a como fue el paso del auge al declive de un sistema de partidos altamente institucionalizado como el venezolano, digamos que tras la dictadura de Pérez Jímenez en 1958 se realiza el acuerdo de Punto Fijo emergiendo tres partidos para dividirse el poder, al poco tiempo quedan básicamente dos:Acción Democrática (socialdemócrata) y Comité de Organización Política Electoral Independiente (social-cristiano).

Como ya se expresó ese bipartidismo derivó en una democracia de los más sólidas del mundo, y en gran parte de las décadas del 70 y 80 en un continente inestable por los coletazos de la Guerra Fría, Venezuela era una isla de estabilidad, con alta participación política e integración de los sectores empresariales y gremiales.

En una etapa de ese período se acuerda una especie de sociedad entre AD y COPEI: gobierna un partido y después el otro; y hasta se dividen ministerios.

Esa será una de las cuestiones que marque el principio del fin, porque los venezolanos observan que existe un sistema político encapsulado, sin oposición real. y cuando se desate la crisis económica producto de la reducción de la renta petrolera y ya no hay espacio para el clientelismo, se impone una cleptocracia sin control, factores que van minando la confianza en el sistema.

En 1989 durante el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez (que había hecho una buena primera presidencia y era una figura todavía de predicamento) ocurre el Caracazo, una revuelta social con saqueos y represión que deja centenares de muertos. Es ese el tiro de gracia contra aquel esquema de Punto Fijo. Se producen dos fallidos golpes de Estado (uno liderado por Chávez), pero ya el sistema agonizaba; y en 1993 Pérez se ve forzado a renunciar

C.A. Pérez, referente de la social democracia, en su segunda presidencia se produjo el Caracazo, principio del fin para el sistema venezolano .

Es el momento del deshielo, pues en la siguiente elección COPEI y AD juntos no alcanzan el 50 % de los votos, y a partir del gobierno de Rafael Caldera en el 94 son todos manotazos de ahogado. Caldera era un político veterano que también había hecho una aceptable primera presidencia y había sido parte de ese acuerdo de Punto Fijo de manera que era visto como un integrante del establishment político. Con un congreso en minoría casi no puede implementar reforma alguna. Caldera cumple a los tumbos su mandato. Así dadas las cosas, 1988 es el año del desplome.

Mientras cae en picada el respaldo popular, COPEI y AD convocan a dirigentes con experiencia pero cuestionados o sin arraigo electoral (como Herrera Campiz y Alfero Ucero, respectivamente); y surge una candidata mediática, alcaldesa de Chacao, la ex Miss Universo Irene Sánz a la que las fuerzas tradicionales desesperadas apoyan (es postulada por COPEI), hasta que al final -corridos por las encuestas- terminarán respaldando como parte de una alianza al empresario Henrique Salas Romer, de una improvisada estructura Proyecto Venezuela. .

Irene Sanz, Miss Universo a la que los partidos tradicionales apoyaron en un intento desesperado de sobrevivir

En ese contexto el ascenso de Chávez es indetenible y gana las elecciones de 1988; sacando los dos partidos tradicionales solo el 12 % de los votos.

«Tras ser perdonado por Caldera -destacan Dietz y Myers- el golpista Chávez rearmó su equipo de conspiradores. Su inicial populismo nacionalista adquirió un aire marxista que atrajo algunos intelectuales izquierdistas de importancia y a finales de 1997 creo el Movimiento V República (MVR)».

Dos años después esas fuerzas políticas son como cuerpos sin vida.Ya ni presentan postulantes a la presidencia. El deslave toca fondo. Tal es el escenario que la próxima compulsa electoral en el año 2000 será entre Chávez y un militar que había sido su aliado Francisco Cárdenas (que luego volvió al redil chavista al punto que es embajador en México de Maduro).

Belaunde Terry, (presidente peruano de prestigio pero con una oposición hostil, comienza a derrumbarse el sistema) y Rafael Caldera su par venezolano quien perdonará al golpista Chávez, luego no podrá detener el aluvión.

Caso Perú: De cuatro líderes consolidados a la dictadura de Fujimori

Los autores del trabajo en cuestión se refieren al sistema de partidos peruano como poco rígido y que el mismo se va consumiendo en el término de dos décadas (1980-2000), aunque el colapso se evidencia en el 89/90.

Vayamos directamente a 1980 cuando en Perú había cuatro agrupaciones con predicamento, que giraban alrededor de liderazgos destacados: Acción Popular (AP) de centro derecha era básicamente un vehículo personalista de Belaúnde Terry (que ya había sido presidente), el APRA (partido del legendario Haya de la Torre) pasó a ser conducido por el carismático Alan García, el PPC (Partido Popular Cristiano) de Bedoya Reyes una fuerza tradicional; e Izquierda Unida que con Barrantes alcanzaría la intendencia de la capital donde haría una gestión aceptable.

«Los cuatro partidos eran competitivos orientados a la preservación del sistema y mostraban a un Perú avanzando hacia la democracia. Cualquier partido que quisiera competir podía hacerlo; las elecciones nacionales (presidenciales y legislativas) y municipales eran efectuadas a tiempo según la planificación (cada cinco y tres años, respectivamente); las denuncias de fraude o corrupción en los procesos electorales estaban virtualmente ausentes; los ocupantes de los cargos cedían el poder a sus sucesores y los militares ya no mostraban interés en interferir con el proceso electoral»; expresa el texto de los académicos norteamericanos.

Alan García (tras su primer gobierno se desploma el sistema de partidos) con Alfonso Barrantes, intendente de Lima, esperanza de la izquierda que no pudo dar el salto

¿Entonces que pasó para que colapsara ese esquema? Ocurrió que Belaunde, cuyo segundo mandato fue de 1980-85 a los dos años estaba muy debilitado, el APRA le hizo una oposición hostil y la gestión del Ejecutivo se tornó incompetente; en el caso de Barrantes no consigue ser reelecto, se postula para la presidencia, pierde y el partido entra en declive; Bedoya Reyes no pudo trascender de Lima, queda Alan García como figura excluyente, pero su gobierno (1985-90) va en pendiente con hiperinflación, nacionalizaciones y el terrorismo de Sendero Luminoso en auge.

La combinación de caos económico, violencia sociopolítica, niveles elevadísimos de pobreza, subempleo y problemas de salud pública, fueron el contexto que profundizó la pendiente de esa hasta entonces aceptable performance democratica..

Así las cosas quedó el escenario abierto para que emerjan postulaciones desde fuera de la política, las que encarnaron el escritor Mario Vargas Llosa con Fredemo y el hasta entonces ignoto, Alberto Fujimori que forma Cambio 90.

Vargas LLosa y Alberto Fujimori en el debate presidencial. Dos outsider con final en favor de la «antipolitica»

En este caso el quiebre –o sea el deshielo- ocurrirá en 1989 cuando gana Ricardo Belmont un personaje de la TV en Lima de la mano de partidos antisistema (el resultado es un indicador categórico AP + PPC 26%, IP + APRA 11 %); y en 1990 Fujimori consigue lo propio en la segunda vuelta de las presidenciales, tras lo cual los partidos tradicionales quedan pulverizados. Desde ese momento, los cuatro partidos dominantes no pudieron sumar más del 20%.del total de votos

El deterioro en Perú fue por partes: AP no pudo recuperarse de su derrota en 1985 y en 1990 el APRA queda hecho trizas.

Mientras Fujimori maneja los hilos del sello por él creado (todos los candidatos deben contar con su aprobación), Vargas Llosa lanza una propuesta liberal en principio atractiva pero su alianza con dos partidos ya devaluados (AP y PPC) fue un factor decisivo de la derrota ante Fujimori. Este dato deja en evidencia que cuando los partidos clásicos caen en desgracia, pasan a ser como una «mancha venenosa». Es más, los candidatos antipolítica hacen eje en mostrarse enemigos de los partidos tradicionales.

En la geografia política peruana el deshielo se conviertirá en diluvio cuando el número total de votos para aquellos partidos que estaban instalados cae por debajo del 15 por ciento, el sistema quedará arrasado cuando en la década del 90 ninguno de los partidos de los 80 tendrá ya protagonismo.

Con Fujimori –que en 1992 cierra el Congreso- se impone la política antipartidista, con una visión antipolítica. En las elecciones de 1995 Fujimori es reelecto, APRA y AP llegan al puñado del 6 % de votos, PPC al 3 %, IU al 1 %.

Tras el final de Fujimori, Alejandro Toledo llega a la presidencia y el empresario (Alberto) Andrade a la intendencia de Lima con partidos «inventados por ellos»; hubo un resurgimiento de Alan García quien alcanzó una segunda presidencia, pero se trató más de una “revancha” personal que del partido al que le cambió sus raíces ideológicas socialdemócratas para lo cual necesitó extenderse a otras fuerzas, después el APRA apenas pudo mantener un par de administraciones regionales. Finalmente, los más recientes titulares del ejecutivo Ollanta Humala y Pedro Kuczynski se posicionaron desde sus personalidades sin reminiscencias a las viejas estructuras.

El fujimorismo fracasó en llegar a la presidencia (con Keiko Fujimori) pero hizo una oposición sistemática a gobiernos como el de PPK.

En un artículo firmado por Luis Durand en El Confidencial, se destaca: «El fujimorismo y el chavismo son finalmente dos caras de una misma moneda autocrática y dictatorial que eventualmente se pueden extender peligrosamente por Latinoamérica si no apelamos a fortalecer las instituciones democráticas».

por: Segundo Figarillo

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A modo de cierre

El colapso del sistema de partidos tanto en Venezuela como en Perú tiene dos componentes básicos: en primer lugar, una caída veloz y fatal en el apoyo de los electores hacia los partidos políticos históricamente dominantes y al sistema de partidos como tal; y en segundo lugar la aparición de una alternativa opuesta al sistema, frecuentemente de carácter neopopulista.

En la práctica significa la desaparición casi total y el reemplazo de un sistema de partidos dominante entre dos elecciones generales.

Este deshielo puede inducir la toma de contramedidas. Algunas reformas pueden tener éxito durante un corto plazo, pero para impedir el derrumbe hay que llegar a acuerdos básicos y aplicar políticas que den vuelta el panorama de manera contundente.

Caso contrario, a medida que el derrumbe se vuelve inminente la presencia de un líder político contrario a la institucionalidad se torna cada vez más atractiva. Que esté comprometido a jugar bajo las reglas del juego de la democracia o no es un tema que a muchos electores puede parecerles menos importante que la percepción de que no está atado al sistema que colapsa. De hecho, si un líder como éste puede convencer a los electores de que el sistema es algo que no vale la pena salvar y merece colapsar, éste mensaje puede ser una de las claves más importantes de su éxito

Los casos peruano y venezolano en la raíz fueron muy diferentes:

El sistema de partidos en Perú duró menos de diez años, mientras que el venezolano lo hizo durante cuarenta. El sistema peruano era un sistema multipartidista; el venezolano se convirtió en uno de dos partidos. La identificación y lealtad a los partidos en Perú eran superficiales y ligadas a los personajes más que al partido; en Venezuela eran profundas y persistentes.

No obstante, esas distancias, ambos sistemas colapsaron de manera rápida y total en un ciclo marcado por dos elecciones nacionales, y en sendos casos cayeron ante líderes personalistas con orientaciones antisistémicas.

Los casos de Perú y Venezuela sugieren que si un sistema de partidos políticos que sostiene a una democracia representativa desilusiona a los electores, éstos se tornarán hacia otras opciones, y los partidos establecidos así como el sistema de partidos puede ser arrasado en un abrir y cerrar de ojos.

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