¿Qué busca el secretario de Seguridad bonaerense, Sergio Berni cuando ensalza la metodología de Nayib Bukele en El Salvador? La disputa por el discurso de la mano dura en Buenos Aires.
(Especial para Acreditado) . -Tras asumir Gabriel Boric en el Palacio de la Moneda, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kiccillof no ocultó su alegría por representar el «triunfo de la Patria Grande latinoamericana».
Más allá de su militancia juvenil en la izquierda, Kicillof es uno de los dirigentes más cristinistas, Cuando fue ministro de Economía de Cristina Kirchner aplicó recetas heterodoxas y como gobernador engrosó la planta del estado. Su perfil es de un dirigente progresista que se referencia en Boric, Lula, Gustavo Petro (presidente de Colombia) o un intendente del Frente Amplio uruguayo.
El contraste con lo que expresa Berni no podría ser mayor.
«La derecha tiene que ver con el orden, la disciplina, la perseverancia, con el desarrollo, una mirada muy peronista. El peronismo es eso, sostener nuestra clase media, nuestra industria nacional. No me da vergüenza decirlo. Soy la derecha del peronismo», se autodescribió el secretario de Seguridad bonaerense, quien antes cumplió las misma función durante la última presidencia de Cristina Kirchner, siendo recordado por ser uno de los primeros en llegar al departamento del fiscal Alberto Nisman cuando apareció muerto en su departamento en un desempeño muy controvertido.
En concreto, en su actual gestión Berni ofició como una especie de pararrayos del mandatario bonaerense en el tema seguridad, poniéndose al frente de operativos de desalojos y saliendo en defensa del desempeño de los efectivos policiales, aunque en la práctica los índices delictivos siguen siendo altos.
El inquilino del sillón de Dardo Rocha suele hacer silencio y solo se explaya en cuestiones que le den rédito interno en el sector, como cuando salió en defensa del incremento salarial y más instrumentos para la bonaerense, montado en el conflicto por los recursos de copaticipación con la Ciudad de Buenos Aires, lo que de paso lo dejó bien parado en la disputa del oficialismo con el macrismo.
Las acciones de Berni, como su verborragia, le valieron la crítica tanto de referentes «progresistas» del kirchnerismo como de partidos de izquierda.
Pero aún siendo público su posicionamiento ideológico (aunque el mismo se califica como un hombre de acción) no dejó de sorprender el modo en que se definió en relación a las políticas del presidente del El Salvador, Bukele, contra los integrantes, sospechosos o denunciados de las pandillas de delincuentes conocidos como maras.
«Siento que Bukele me copió la idea», afirmó Berni aludiendo al sistema que aplica el salvadoreño. «Es música para mis oídos», se despachó el funcionario bonaerense sobre las imágenes difundidas por el presidente del país centroamericano muy cuestionado por organismos de derechos humanos por arbitrariedades detectadas, la falta de controles judiciales, hacinamiento y exposición a la luz pública, junto a las altas sospechas de corrupción de funcionarios cercanos a Bukele; más allá de la reducción de los índicadores delictuales evidentes, que algunos especialistas consideren difícil se mantenga en el tiempo.
Los intendentes justicialistas del conurbano, no se manejan con parámetros ideológicos, sino oportunistas. Hay que recordar las reticencias con que vieron la candidatura de Kicillof; por otro lado Martínr Insaurralde fue nombrado jefe de Gabinete a manera de transacción, como una especie de enlace de los jefes comunales por un lado, y Máximo Kirchner y La Cámpora por el otro. Un galimatías. De todas maneras,si se consolida la candidatura del actual gobernador a la reelección se alinearán nuevamente priorizando sus territorios.
La alianza Kicillof- Berni se basa en que difícilmente pierda muchos votos por izquierda (aún cuando ésto depende de la evolución de la economía y que no se siga acelerando la inflación), y en retener el voto clientelista de derecha

Corsi e ricorsi De «meter bala» al garantismo, y viceversa
Tradicionalmente el peronismo de derecha tuvo mucho peso en la provincia de Buenos Aires.
Los años de liderazgo del dualdismo acompañado por los llamados caciques del conurbano, derivaron en la llamada maldita policía.
En gestiones más moderadas, las posiciones de mano dura se refugiaron sobre todo en el ex carapintada Aldo Rico (que siempre se reivindicó justicialista), en cambio el ex comisario y luego intendente de Escobar, Luis Patti, si bien ingresó a la politica de la mano de Carlos Menem luego fue respaldado por los partidos de centro derecha, especialmente el macrismo hasta que fue condenado por la justicia.
En síntesis el «meter bala» en la terminología del ex gobernador Carlos Ruckauf («debe haber un acuerdo político entre las grandes fuerzas, porque si no se resuelve en dos años, el pueblo se va a cansar y va a votar un Bukele», advirtió hace uno días), se alternó con el garantismo por ejemplo de Carlos Arslanian.
Ahora bien. ¿A qué sector apunta dentro del justicialismo el discurso de Berni?
Esencialmente a contener a sectores de clase baja o media baja que necesitan del asistencialismo, o medidas como las moratorias de las jubilaciones a los no aportantes, pero a la vez están afectados por la inseguridad.
En cambio, en ese segmento, los pequeños emprendedores o quienes no reciben beneficios del Estado, son proclives a votar a candidatos de centro derecha o de Libertad Avanza.
«No hay ninguna estrategia electoral se trata de la construcción que hace Berni de su figura para proyectarse en ese andarivel; en definitiva en Argentina no están dadas las condiciones para aplicar las políticas de Bukele», le dijo a Acreditado una fuente del Frente para la Victoria del partido bonaerense de San Martín.
«Además -agregó el interlocutor cuando este cronista hizo el juego comparativo con que se titula esta nota- fijate como Boric en Chile empezó a cambiar y se endureció respecto a los mapuches extremistas».
En los últimos días Berni fue crítico del accionar de la justicia y de un sector de la policía, lo que a veces lo hace aparecer como un comentarista. También fue muy objetada la política aplicada en la pandemia con la liberación de detenidos y la comunicación de los presos desde las cárceles. Sin embargo, aquel defiende su gestión en cuanto a ir pudiendo armar un conglomerado de magistrados y efectivos policiales que le responden, así como el despliegue de inteligencia que evite un desborde del narcotráfico como el de Rosario.
A este punto, Joaquín De la Torre, ex massista devenido en macrista y candidato a gobernador por Juntos por el Cambio observó (en declaraciones a La Nación +) que debajo de la superficie hay un acuerdo de jefes narcos con parte de la dirigencia política y sobre todo cuerpos policiales «asociados» a aquellos evitando las divisiones de grupos. Es decir, hay una sola «banda» y no dos o más como ocurre en la ciudad santafesina que se enfrentan y terminan en constantes episodios sangrientos, pero en el conurbano el narcomenudeo aprovechando de ese sistema sigue intacto afectando a gran cantidad de jovenes.
La oposición intenta impedir que el kirchnerismo tenga doble mensaje, y a veces puede caer en una trampa como la del ex diputado radical, Luis Petri, que espetó: «En la Argentina necesitamos más Bukele y menos Zaffaroni». Si bien es cierto el rechazo que en su electorado genera el abolicionismo de Zaffaroni, no es Bukele un abanderado de la institucionalidad.
La derecha en principio está más asociada al discurso critico del «garantismo»; en tal sentido hubo expresiones como la de José Luis Espert «Cárcel o bala», en cuanto al sector de Javier Milei -en esa línea- aún no se conoce su candidato a gobernador, más allá de especulaciones como las del nombre del abogado mediático, Fernando Burlando. Ayer el candidato a presidente de pelo arremolinado, encendió aún más la mecha al inclinarse por la libre portación de armas (en relación a un spot de su candidato en Tucumán, Ricardo Bussi hijo del militar represor y ex gobernador tanto de facto como electo, Antonio Bussi) «Querés que los delincuentes maten a los argentinos como ratas», dijo desafiante Milei en un programa televisivo.
Pero volviendo al actual gobierno bonaerense´se lo podría graficar como que busca desde la dialéctica llevar la pelota con la izquierda, rematar con la derecha y atajar los penales de la realidad.
El peronismo, una máquina de poder que pese al estado en que está la provincia y que ha gobernado un 80 % del tiempo desde la recuperación de la democracia se recicla; y en un mar de contradicciones sigue surfeando, evitando el naufragio… por lo menos hasta ahora.