Demasiado tarde para volver a ser padres (los que lo son), temprano para ser abuelos.
Distantes unas leguas de la jubilación, desplazados del mercado laboral por los juniors o sub 35.
¡A mí me pasa lo mismo que a usted!, cantaba Palito,Ortega, y creo que a muchos 50 Up les ocurre lo mismo que a mí: Sentirse en un envase bastante más joven de lo que dice el almanaque.
Muy probablemente a nuestra edad pasamos alguna vez por el quirófano, tuvimos alguna lesión complicada; o simplemente el cuerpo no está para largas batallas (en términos tenísticos estamos para jugar dobles y muy de vez en cuando un single) pero todavía podemos trotar o caminar ligero unos kilómetros, mentalmente estamos ágiles, intactos y encima con bastante camino recorrido.
Pero a medida que pasan los años las oportunidades se achican y por otra parte cada vez cuesta más «empezar de nuevo” (algo a lo que antes estábamos dispuestos con la mayor fortaleza y humildad).
Cincuenta y algo son poco más que los treinta y tres que cantaba Julio Iglesias hace cuarenta y seis. “Treinta y tres años, nada más o media vida, treinta y tres años, que se van con tanta prisa.”
Es que todo se va volando y a medida que pasa el tiempo los días parecen acelerarse. Y hablando de tiempos, no todo tiempo pasado fue mejor.
Por un lado la vida es más flexible, en las costumbres, el trato, la forma de vestir.
Yo a los cincuenta y algo de mi viejo lo veía más grande de lo que mi hijo me observa.
Pero por otra parte, ahora la experiencia casi no cotiza, porque pertenecen a un “mundo” que conocimos y dejó de existir.
En mi caso tengo bastante cabellera por lo que no vale aquello de Ringo Bonavena que la experiencia es un peine que te dan cuando te quedás pelado, pero como metáfora vale, más en el presente, aunque tengas pelo.
Muchas de las habilidades que se demandan no están a nuestro alcance, o habría que dedicarle tanto tiempo a reconvertirse” que sería imposible atender a la esencia de la profesión por ejemplo para el periodista (como leer y estar continuamente informado).
En las convocatorias para trabajar en medios, por ejemplo, se solicitan manejos de edición combinadas, subiendo al mismo tiempo a las plataformas los videos, ensamblarlos con otros, subtitularlos, y a nadie le importa ya no que sepan diferenciar entre un comunista y un conservador (que son bastante parecidos), tampoco les interesa un HUEBO que sepan escribir.
La compleja situación atraviesa cuestiones de sexo (da para un próximo artículo) y de la mayoría de las profesiones, es una tendencia; la principal causa de descarte es la edad.
Entre nostalgia y nostalgia…
Así comienza el tema referido de Julio Iglesias porque a medida que transcurre la adultez y las oportunidades pasan se hace presente el síndrome de «repasar» lo que fue y pensar lo que pudo haber sido. Es en vano y tarde, pero difícil de evitar.
Como seguía cantando en treinta y tres años el español que “se olvidó de vivir”:
A veces miro hacia atrás
con la nostalgia que da
el recordar esa edad
cuando se juega a ganar.
Y en otro párrafo, voceaba que entre la noche y el alba se van pasando los días.
De todos modos, el intérprete se ponía en alguien mayor a los treinta y tres años cuando en un párrafo agregaba treinta y tres años, como ayer quien lo diría
Mientras la vida nos pasa, a veces nos pesa, otras nos ponemos alas.
La edad que tenemos siempre es la mejor edad.
Cincuenta y tantos, como no tener tiempo, objetivos y voluntad para aprovecharlos. Y para asociarse porque pasó la etapa en que uno se sentía Superman y todo lo podía.
¿Cómo serán los cincuentones dentro de cincuenta años?, quizá una nota como ésta la escribiría alguien de setenta.
Somos los jóvenes de ayer que describía Charly. Y mientras miramos las nuevas olas, somos parte del mar.