Juan Bautista Alberdi describió en una fantástica crónica al Libertador de América El primero tenía entonces 33 años; José de San Martín 65 aniversarios. Es de imaginar la sensación de haber estado cara a cara con semejante personaje de la historia universal. Acreditado presenta de manera textual los párrafos más importantes del escrito del autor de Las Bases fechado el 14 de septiembre de 1843 en París. El Padre de la Constitución argentina, retrata al Padre de la Patria.
«El 1 de septiembre, a eso de las once de la mañana, estaba yo en casa de mi amigo el señor D.M,J de Guerrico… cuando se levantó exclamando: “¡El general San Martín!”. Me paré lleno de agradable sorpresa a ver la gran celebridad americana, que tanto ansiaba conocer… Entró por fin con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores de América! Por ejemplo: Yo le esperaba más alto, y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno…Yo le suponía grueso, y, aunque lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado… Me llamó la atención su voz notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llanura de un hombre común. Al ver el modo como se considera a si mismo, se diría que este hombre no ha hecho nada de notable en el mundo, porque parece que él es el primero en creerlo así. Yo había oído que su salud padecía mucho; pero quedé sorprendido al verle más joven y más ágil que todos cuantos generales ha conocido de la guerra de nuestra independencia, sin excluir a Alvear, el más joven de todos. El general San Martín padece en su salud cuando está en inacción, y se cura con solo ponerse en movimiento… Su bonita y proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote, a pesar de que hoy los llevan por moda los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete, sin embargo, una inteligencia clara y despejada, un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente cada vez que se abren sus ojos, llenos aún del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña; la boca pequeña y ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe; la barba es aguda.
Estaba vestido con sencillez y propiedad; corbata negra, atada con negligencia; chaleco de seda negra, levita del mismo color, pantalón mezcla celeste, zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse cerré con mis dos manos la derecha del gran hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y Perú. En ese momento se despedía para uno de los viajes que hace en el interior de Francia en la estación del verano.
No obstante su larga residencia en España, su acento es el mismo de nuestros hombres de América, coetáneos suyos. En su casa habla alternativamente el español y el francés, y muchas veces mezcla palabras de los dos idiomas, lo que le hace decir con mucha gracia que llegará el día en que se verá privado de uno u otro o tendrá que hablar un patois de su propia invención. Rara vez o nunca habla de política. Jamás trae a la conversación con personas indiferentes sus campañas de Sud América; sin embargo, en general le gusta hablar de sus empresas militares».

Luego de narrar tal encuentro, Alberdi cuenta que había sido invitado por el “excelente hijo político” (de San Martín) Mariano Balcarce (N de la R: esposo de Merceditas), a pasar un día en la casa de campo que tenía el prócer nacido en Yapeyú, en la ciudad de Grand Bourg, “como a seis leguas y media de París”. Cuenta los detalles del viaje en un convoy (compuesto de entre 25 a 30 carruajes en los que caben entre 800 y 1000 personas) hacia dicho sitio –junto al mencionado Guerrico-; y pasa a mencionar las características del hogar donde habita SM:
«La casa del general San Martín está circundada de calles estériles y tristes que forman los muros de las heredades vecinas… El edificio es de un solo cuerpo y dos pisos altos. Sus paredes blanqueadas con esmero, contrastan con el negro de la pizarra que cubre el techo, de forma irregular. Una hermosa acacia blanca da su sombra al alegre patio de la habitación. El terreno que forma el resto de la posesión está cultivado con esmero y gusto exquisito: no hay un punto en que no se alce una planta estimable o un árbol frutal. Dalias de mil colores, llenan de alegría aquel recinto delicioso. Todo en el interior de la casa respira orden y buen tono. La digna hija del general San Martín, la señora Balcarce, cuya fisonomía recuerda con mucha vivacidad la del padre, es la que ha sabido dar a la distribución domestica de aquella casa el buen tono que distingue su esmerada educación. El general ocupa las habitaciones altas que miran al Norte. He visitado su gabinete lleno de sencillez y método de un filósofo. Allí, en un ángulo de la habitación, descansaba impasible colgada al muro, la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América occidental. Tuve el placer de tocarla y verla a mi gusto; es excesivamente curva, algo corta, el puño sin guarnición…Está admirablemente conservada; sus grandes virolas son amarillas, labradas y la vaina que la sostiene de un cuero negro graneado… La hoja es blanca enteramente, sin ornamento alguno. A su lado estaban también las pistolas grandes, inglesas, con que nuestro guerrero hizo la campaña del Pacífico.
Vista la espada, se venía naturalmente el deseo de conocer el trofeo con ella conquistado. Tuve, pues, el gusto de examinar muy despacio el famoso estandarte de Pizarro que el Cabildo de Lima regaló al general San Martín en remuneración de sus brillantes hechos (hace una descripción del galardón y continúa) ¿Quién sino el general San Martín debía poseer este brillante gaje de una denominación que había abatido con su espada? Se puede decir en verdad que el general San Martín es el vencedor de Pizarro ¿a quién pues mejor que al vencedor tocaba la bandera del vencido? La envolvió con su espada y se retiró a la vida oscura, dejando a su colega de Colombia la gloria de concluir la obra que él había llevado casi hasta su fin. Los documentos que a continuación de esta carta se publican por primera vez en español, prueban de una manera evidente que el general San Martín hubiera podido llevar a cabo la destrucción del poder militar de los españoles en América…Pero esta obra era ya incumbencia de Bolivar; y éste, demasiado celoso de su gloria personal no quiso cederla a nadie. El general San Martín, como se ve, pues, no dejó inacabado un trabajo que hubiera estado en su mano concluir.
… La última enseña que hay que agregar a un pecho sembrado de escudos de honor, capaz de deslumbrarlos a todos, es la modestia.
He aquí la manía, por así decirlo, del general San Martín; y digo la manía porque lleva esta calidad más allá de lo que conviene a un hombre de su mérito…
…No hay ejemplo (que nosotros sepamos) de que el general San Martín haya facilitado datos ni notas para servir a redacciones que hubieran podido serle muy honrosas; y difícilmente tendremos hombres públicos que haya solicitado más que él para darlas».
A renglón seguido, Alberdi comenta que la carta de SM a Bolivar fue cedida a un editor de nombre Lafón, y que cuando el hijo del general Arenales le solicitó «algunos datos» a SM para refutar una versión y realzar su figura, “rehusó ofrecerlos, tanto como el permiso de refutar a nadie en provecho de su celebridad”.
En el anteúltimo párrafo el autor de «Sistema Económico y Rentístico…» desliza que el rey de Francia de ese momento, sabiendo que SM estaba en París insinuó su deseo de conocerlo personalmente, mas éste último -precisa Alberdi- “que está en Europa, se puede decir, huyendo de los homenajes de catorce Repúblicas, libres en gran parte por su espada en nada menos pensó que en aceptar el honor de ser recibido por SM, y no seré yo el que diga que hubiese hecho mal en esto».
Alberdi destaca que el Marqués Aguado, banquero amigo de SM -y quien había nombrado al hombre de la Espada heredero testamentario y tutor de los hijos- quiso que S.M lo acompañara a España, pero el Libertador resistió ingresar a un país contra el que había combatido y cuya Corte aceptaba recibirlo solo como particular.
El publicista tucumano cierra el texto con una consideración y un pronóstico: “La confianza de la administración de una de las más notables fortunas de Francia hecha a nuestro ilustre soldado por un hombre que le conocía desde la juventud, hace tanto honor a las prendas de su carácter privado como sus hechos de armas ilustran su vida pública. El general San Martín habla a menudo de la América, en sus conversaciones íntimas, con el más animado placer: hombres, sucesos, escenas públicas y personales, todo lo recuerda con admirable exactitud. Dudo sin embargo que alguna vez se resuelva a cambiar los placeres estériles del suelo extranjero, por los peligrosos e inquietos goces de su borrascoso país. Por otra parte, ¿será posible que sus adioses de 1829, hayan de ser los últimos que deba dirigir a la América, el país de su cuna y de sus grandes hazañas?»
JBA
Y tal como lo insinuaba Alberdi, JSM, no regresó más a su patria. Falleció en Boulogne Sur Mer, el 17 de agosto de 1850.
Me encantó el relato que hace acerca de la entrevista que Juan Bautista Alberdi tuvo la suerte de hacer ý conocer al General San Martín, dado que nos dio a todos nosotros una imagen no muy conocida de nuestro máximo prócer que lo engrandece aún más a nuestros ojos
Que falta nos hace hombres de esa talla Muy buen artículo Felicitaciones